salud
Los cirujanos de la noche: «Llevamos 1.700 trasplantes en Sevilla y sigo rezando antes de cada uno. Siempre ayuda y da paz»
Miguel Ángel Gómez Bravo, vicepresidente de la Asociación Española de Cirujanos y jefe de Cirugía Hepática y Trasplantes del Hospital Virgen del Rocío, es el único cirujano que permanece en la unidad desde su creación en 1990
«Cada vez tenemos más pacientes con cáncer de hígado, incluso con metástasis, a los que trasplantamos»

El doctor Miguel Ángel Gómez Bravo, junto con su equipo de cirujanos, hematólogos, anestesiólogos, bioquímicos y enfermeros especializados, acaba de culminar con éxito el trasplante de hígado número 1.700 que se hace en Sevilla desde que el Viernes de Dolores de 1990 se ... hiciera el primero en el Hospital Virgen del Rocío. Este prestigioso y experimentado cirujano, jefe de Cirugía Hepática y Trasplantes del primer centro sanitario de Andalucía, es el único profesional que permanece en ese equipo fundador que inició hace treinta y tres años, sin apenas experiencia y con una tecnología mucho menos avanzada que ahora, ese viaje emocionante lleno de alegrías (y algunos sinsabores) que ha permitido salvar tantas vidas gracias sobre todo a la generosidad de los donantes.
-¿Cómo recuerda ese primer trasplante?
-El programa de trasplantes hepáticos en Sevilla empezó el 7 de abril de 1990, un Viernes de Dolores, cuando se hizo ese primer trasplante. Yo era médico residente y el doctor Ángel Bernardo el precursor del programa. Los inicios siempre son complejos pero los recuerdo con mucha emoción. En esos primeros años hacíamos unos diez trasplantes al año, a veces quince o veinte. A partir de 1995 logramos subir a los cincuenta trasplantes al año y a partir de 2005 dimos otro salto y nos posicionamos entre los tres hospitales españoles que realizaban mayor número de trasplantes. Y hacemos ya 75 u 80 trasplantes al año.
-1.700 trasplantes son muchas vidas salvadas.
-Yo estoy desde el trasplante número uno y eso me llena de orgullo. He estado en muchos de esos trasplantes y ahora soy el único que queda de ese equipo porque los demás se han ido jubilando o yendo por otras circunstancias. Se ha conseguido este hito con mucho esfuerzo, mucho trabajo y mucha alegría. El 1.700 lo logramos en la noche del 2 al 3 de agosto gracias a un triple trasplante. Y creía que había que celebrarlo y por eso puse un tuit con una foto del equipo.
-¿Por qué casi todos los trasplantes los hacen de madrugada?
-Hay muchas circunstancias que nos conducen a la noche. Desde que se identifica a un posible donante hasta que se hace efectiva la donación, ya sea por desplazamiento o por otro motivo, al final siempre nos colocamos en las horas nocturnas para poder empezar. Y solemos acabar de madrugada. Siempre digo que todos los que trabajamos en trasplantes somos gente del mundo de la noche.
-¿Y cómo lo llevan?
-Muy bien. Se trabaja mejor de noche porque no hay ruido en el hospital. Todos venimos a lo que venimos, cada uno a lo suyo, y hay mucha paz. Es verdad que con estos horarios de quirófano se duerme menos pero también le ganas horas al día. Sigo teniendo muchas ganas y mucha ilusión.
-A lo largo de estos 33 años de trasplantes le habrán ocurrido muchas anécdotas...
-Para mí ha sido un regalo formar parte de esta gran familia de los trasplantes de hígado, tanto de los profesionales como de los pacientes y sus familiares. Siempre recordaré la satisfacción que nos produce trasplantar a jóvenes que luego consiguen ser padres. A veces estos pacientes nos hacen fotos y nos dicen que las ponen en sus mesillas de noche. Da hasta pudor que te lo digan pero es verdad que ellos te llevan en el corazón y que nosotros los llevamos a ellos en el nuestro. Recuerdo a un chico de 14 años llamado Isaac al que trasplantamos con urgencia por un fallo hepático agudo que cuando se estaba recuperando, en la habitación del hospital, me dijo: «Siempre quise ponerle cara a Dios y acabo de hacerlo». Se me pusieron los vellos de punta, como al resto de mis compañeros. Otros pacientes nos dicen que somos sus ángeles.
-¿Es usted creyente?
-Sí. Y acostumbro a rezar antes de casi todas las operaciones, sobre todo las más difíciles. Le pido a Dios que me ayude a resolver con mis manos el problema de esos pacientes.
-Y parece que le ha ayudado...
-Para mí confiar en que pueda hacerlo ya es mucho. Poder agarrarte a esa parte de fe me da mucha paz. Pensar que hay ángeles que puedan ayudar a tus manos a ejecutar bien una operación compleja es algo bonito, como creer en en algo o en alguien.A veces algunos compañeros y yo nos encomendamos a la Virgen de la Amargura o al Señor del Gran Poder.
-¿Cuántos profesionales forman el equipo actual de trasplantes?
-Somos siete cirujanos pero también contamos con un personal muy especializado de laboratorio, bioquímicos, hematólogos, anestesista, enfermería avanzada. Cuando empieza el estudio pretrasplante intervienen también hepatólogos. Somos muchos y todos somos necesarios para llegar a buen puerto. Esto funciona porque todos remamos en la misma dirección.
-Supongo que todo habrá cambiado mucho en los quirófanos del Virgen del Rocío desde 1990 hasta hoy.
-Ha habido una evolución lógica, como todo en la vida. En nuestros primeros trasplantes casi todo era desconocido, a pesar de la experiencia de nuestros maestros. El proceso de trasplantes necesitaba experiencia y la evolución ha sido infinita desde entonces. La tecnología nos ha llevado a convertir los trasplantes en una operación más del hospital, a pesar de su complejidad, cuando al principio cada trasplante era un reto colosal. Entonces se transfundía muchísima sangre al paciente y la cirugía era muy larga con pacientes que llegaban al quirófano en una situación mucho peor de la que llegan ahora. Los pacientes ahora se preparan mejor, la cirugía se puede hacer mejor por la experiencia que tenemos y por la ayuda de las nuevas herramientas tecnológicas. La anestesia también ha evolucionado mucho desde 1990 y nos permite monitorizar a los pacientes y manejarlos en esos momentos difíciles, cuando están sin hígado o cuando sangran mucho. Ahora los pacientes prácticamente no se transfunden y las estancias hospitalarias se han reducido muchísimo, a una semana o diez días, cuando antes tenían que estar meses, hasta tres o cuatro meses en algunos casos. Lo normal hoy es que un trasplantado pueda irse a su casa al sexto, séptimo u octavo día de la operación.
-¿Se les morían muchos pacientes en esos primeros años de trasplantes?
-Algunos se nos iban. Y otros lo pasaban muy mal por alguna complicación. Esto era algo inevitable en aquella época pero hoy también pueden surgir complicaciones a pesar de nuestra mayor experiencia y de los avances tecnológicos. Yo siempre digo a mis pacientes antes del trasplante que esto es como ir de Sevilla a Cádiz y que el viaje va a tener un final feliz en la gran mayoría de los casos; pero también me veo en la obligación de informarles de que existe el riesgo de no llegar. Sólo una minoría no llega a su destino por esas complicaciones que hablábamos, aunque generalmente esto tiene mucho que ver con la situación en la que se encuentra el paciente en el momento del trasplante. La estructura que tenemos en nuestra unidad con patólogos y cirujanos permite derivar hoy a los pacientes en mejor situación que antiguamente, de manera que ahora nos llegan al quirófano pacientes más fuertes y mejor nutridos. Y los resultados son lógicamente mejores.
-¿Cuál es la mortalidad en este momento en este tipo de operaciones?
-Ocasionalmente, muy de tarde en tarde, se nos muere algún paciente. Una muerte es un gran disgusto para todos y nos obliga a replantearnos cada caso y saber qué ha podido ocurrir para tratar de que no se repita.
-¿Rechazan muchos candidatos a trasplantes?
-En esto también se ha evolucionado. Los martes, en los comités que tenemos en el hospital, ponemos encima de la mesa a nuestros pacientes y las posibles complicaciones. El trabajo multidisciplinar nos ayuda mucho a aprender y a mejorar. Y también a decir que no a un candidato a trasplante. Eso es duro pero si le damos un órgano a un paciente no se lo damos a otro que también lo necesita y, por tanto, debemos estudiar bien a los candidatos y tener un mínimo de garantías de que va a salir bien. Tratamos de seleccionar mejor. Si tuviéramos una nevera llena de órganos no tendríamos que seleccionar y lo intentaríamos con todos, pero la realidad no es ésa.
-¿Cuáles son los resultados a los cinco años del trasplante?
-Nueve de cada diez trasplantados de hígado en España siguen vivos al año de la operación. Esto no ocurría hace quince o veinte años. Hemos mejorado mucho desde entonces. Los estándares mínimos internacionales exigibles a los cinco años del trasplante es una supervivencia del 50 por ciento de los trasplantados y eso lo hemos superado con creces. Estamos en el 75-80 por ciento de supervivencia a los cinco años.
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