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Muere el periodista Jesús Quintero a los 82 años

El comunicador onubense sacó del anonimato a personajes marginales a los que hizo populares y famosos y se convirtió en una leyenda de la televisión por sus entrevistas

Un loco de la tele, raro como un perro verde y listo como un ratón colorao

El Teatro Quintero, el «templo de la cultura» al que siempre aspiró el periodista

Jesús Quintero RAÚL DOBLADO | Vídeo: EP
Jesús Álvarez

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El periodista onubense Jesús Quintero ha fallecido este lunes a la edad de 82 años en la residencia Nuestra Señora de los Remedios de Ubrique, según ha podido confirmar ABC en fuentes próximas a su familia. El mítico comunicador comió este mediodía por última vez, se fue a la cama a descansar y ya no se despertó. Familiares del periodista confirmaron que sufría una afección respiratoria y que fue operado de una patología cardiaca en el Hospital Juan Ramón Jiménez de Huelva, donde llegó a ser ingresado en la UCI.

Comenzó su carrera radiofónica en Huelva. Al fundarse el Centro Emisor del Sur de RNE obtiene plaza por oposición, en los años 1960, donde comenzará una larga carrera profesional como presentador. Uno de sus programas fue Estudio 15-18, que presentó junto a Marisol Valle. Fue un gran éxito y el programa estrella dentro del intento de normalización de la programación de la radio pública que pasaba de la dictadura a otro periodo nuevo.

Su programa más emblemático, con el que revolucionaría los esquemas del medio fue El hombre de la roulot y El loco de la colina, que le convirtió en un auténtico fenómeno social incluso fuera de España, llegando hasta Argentina o Uruguay, y con ello, creando escuela propia.

En 1991 presentó el programa Trece noches en Canal Sur. Se trataba de trece entrevistas, en trece noches y de una hora de duración al escritor Antonio Gala tratando cada una de ellas sobre un tema específico.

Pronunció la conferencia Periodismo y Compromiso el 17 de octubre de 2002 en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Málaga, con motivo de su décimo aniversario. Tras esta intervención, descubrió una placa que bautizaba una de las aulas del centro con su nombre, muestra del respeto y admiración que producía el periodista.

Fue productor de la cantante Soledad Bravo y del guitarrista Paco de Lucía. Es autor de los libros Trece noches (1999), junto a Antonio Gala, Cuerda de Presos (1997) y Jesús Quintero: entrevista (2007).

En una entrevista con ABC de Sevilla, una de las últimas que concedió, recordaba a su padre, que era electricista y se llamaba José, y a su madre, María: «Mi madre decía que yo era más raro que un perro verde y un ratón colorado». Cuando se hizo mayor y se convirtió en una estrella de la televisión, pondría esos nombres a dos de sus programas.

Jesús Quintero quiso ser actor antes que «locutor», como le gustaba definirse, y llegó a interpretar algunos papeles con grupos de aficionados que le valieron sus primeros aplausos y un cierto resquemor de actor frustrado. «Con siete años quería ser protagonista en el entierro de mi abuelo. Todos me miraban y les daba pena ver a un niño detrás del féretro camino del cementerio», contaba a ABC.

Fue un conocido hombre de la radio el que le reorientó de las tablas hacia ese medio en el que triunfó. «Fue al final de una actuación en el teatro Lope de Vega, cuando se me acercó Rafael Santiesteban y me habló de las posibilidades de mi voz para la radio. Una voz que, según dijo, llegaba a la última fila». Decía Quintero que siempre intentó que su voz, la que sonaba en la radio y la televisión, «llegara a la fila de los solitarios, los desobedientes, los perdedores, los rebeldes, los nadadores contracorriente, y los que se resisten a aceptar el juego sucio de esa vida superficial, frenética y mercantilista«.

Jesús Quintero no quería leer noticias en RNE, donde construyó «El Loco de Colina» , y para huir de la frialdad de un estudio presentó el proyecto de «El hombre de la roulotte». «Ahí empecé a ver al loco en el horizonte. Me compré una roulotte, la convertí en un estudio rodante de radio, la llené de libros de viajes y sartenes, y me recorrí España de pueblo en pueblo transmitiendo el latido de la vida cotidiana. Me paraba en la roulotte y entrevistaba a un autoestopista, a un cazador furtivo o a uno que estaba pescando truchas«, contaba el periodista y comunicador.

El periodista Jesús Quintero llevaba más de un mes en una residencia de Ubrique Javi Caravaca

De ahí llegó a «Para Mayores sin reparos» y una madrugada, mientras hablaba sobre la música de «The fool on the hill», la conocida canción de The Beatles, dijo que se sentía como un loco en una colina. «Los oyentes reaccionaron inmediatamente y a partir de entonces, nadie pudo evitar que el programa se llamase «El loco de la colina» aunque mi insistencia me costara una suspensión de tres meses«.

 Quintero y el sofá

El comunicador onubense sufrió depresiones y estuvo un año sin dalir de su sofá, como hizo un tío de Caballero Bonald. «Estuve mucho tiempo en el callejón del agua mirando al vacío y he estado en psicoanálisis más de veinte años. Abandoné todo por la depresión«, contaba.

Salió de ese pozo con la ayuda de un psicoanalista de Sevilla que dirigió un manicomio durante diez años. «Yo vine a Sevilla a retirarme y un amigo de RNE me vio así y me dijo que volviera a la comunicación. Yo le dije que no tenía nada que decir y que por eso me había retirado». Sin embargo, al mismo tiempo fue a la discoteca de la emisora, seleccionó unos discos y se puso a hablar. «El director de RNE dijo que el programa inducía al suicidio y yo le dije que tenía razón. Pero a partir de ahí se bloquearon las centralitas y me pidieron que continuara el programa«.

A Quintero le llovieron los premios a partir de ese momento y pasó algunos de sus días más felices, aunque no abandonó el psicoanálisis. «Es verdad que estuve a punto de volverme loco. Yo siempre fui muy creativo, quería ser verdad y siempre me obsesionó ser honrado ante el micrófono«.

Con esa obsesión fundaría «Radio América» tras una larga temporada en Buenos Aires. Dijo que con ello pretendía poner al servicio de su tierra su experiencia profesional y humana «y tener la libertad e independencia necesaria para desarrollar la radio que siempre he soñado», que para él tenía ser «original, bella y viva, comprometida con el hombre, la naturaleza y la vida, basada en la calidad de sonido y de palabra, en la cuidada selección de temas musicales y textos, dichos por las mejores voces de la comunicación española». 

Su primera aproximacion, Radio Pirata, naufragó en el intento, y de sus cenizas, nació radio Romántica, que estuvo emitiendo sin licencia durante dos meses. Quintero contaba que había vivido en «pensiones con pulgas y en hoteles de cinco estrellas» y que su éxito fue haber creado un estilo, sentirse escuchado, saber que tenía amigos que nunca vería. «La fama aburre, la gloria pesa, el poder corrompe, el dinero esclaviza y perturba, el amor se muere, la pasión se acaba y termina en los juzgados. Los sueños, si algún día se alcanzan, decepcionan. La historia de una vida cualquiera que sea es la historia de un fracaso«, contaba a ABC. 

Hizo famosos a personajes marginales como «el Risitas«, »el Peíto«, »El Jorobado de NotreBarbate« o »el Penumbra«, a los que los sacó de la calle para llevarlos a la televisión. «Nunca me reí de mis entrevistados sino con ellos. Le di el mismo tiempo al presidente que a los marginales. Con ellos todo era más verdad y me sentí más a gusto», contaba. Le fascinó el cura Diamantino y conoció en la embajada de España en La Habana a Gabriel García Márquez. »Se acercó y me dijo que escuchaba todas las noches mi programa cuando estaba viviendo en Barcelona. Ahí me di cuenta de a dónde llega la radio».

Siempre la prefirió a la televisión, a pesar de que con ella alcanzó su mayor popularidad y ganó una gran cantidad de dinero que empleó en abrir bares de copas, radios y teatros que no funcionaron y en algunas excentricidades propias de su carácter bohemio y hedonista como un todoterreno «Hummer», que era un modelo casi único en Sevilla. Hizo «El perro verde« , »Ratones colorados«, »El vagamundo«, »El Loco de la Colina« y »El gatopardo, aunque siempre mantuvo un cariño especial por «Cuerda de presos». Una entrevista con José María García que le censuraron en «El loco de la Colina» le costó en 2007 su salida de Televisión Española. «Se formó una tremenda porque García se metió con Aznar, Florentino Pérez y Luis Fernández, entonces presidente de RTVE. Me había gastado 50 millones de pesetas en otro programa y me lo cancelaron tras esa entrevista, que salió censurada«.

Recibió más de 150 premios y fue Medalla de Andalucía, la región en la que nació y cuyo alma supo captar acaso como casi ningún otro comunicador andaluz. «Puede que no seamos una región muy ilustrada pero los árabes estuvieron aquí setecientos años y llegamos a tener diecinueve parlamentarios en el Senado romano. La gente en Andalucía sabe mucho y es muy lista y se queda con la copla y con el compás. Cuando yo hago un silencio, saben que es por algo. Los andaluces lo llevamos en la sangre«, contaba.

Fue el primero que entrevistó a Juan Guerra en el primer gran escándalo de corrupción que salpicó al Gobierno de Felipe González (ahora casi un juego de niños con la perspectiva de los ERE) y que se saldó con la dimisión de su vicepresidente, Alfonso Guerra. Para sacarla antes que nadie se «saltó» una exclusiva pactada con Mercedes Milá que le concedía a ella ese honor. «Se enfadó conmigo pero lo peor fue que en su entrevista fue a matar a Juan Guerra para hacer algo diferente a lo que yo hice el día anterior y eso le costó el puesto».

Los negocios de Quintero no funcionaron y dejaron una larga lista de acreedores algunos de los cuales le perseguían por los tribunales y los medios de comunicación. «Todo el dinero que gané en la radio y en la televisión lo perdí en Montpensier, café Placentines y el Teatro Quintero. Además, me tocó uno al lado como el de Luis del Olmo (un administrador) y no me he enterado de nada porque estaba en lo que estaba, que era crear. Tú puedes ganar trescientos millones pero el tiempo pasa muy rápido y veinte años no es nada«, contaba . Y añadía: »Me gasté un dineral en alquileres y me podría haber comprado el teatro Quintero o el edificio del café Placentines. Solamente en hierro, Montpensier tiene 100 millones de pesetas. Se lo encargué a Manzano, un gran arquitecto, culto y sabio«, aseguró. 

Hasta sus últimos días se mantuvo muy crítico con la deriva de la televisión, el medio en el que obtuvo sus mayores triunfos. «Lo malo es malo, aunque lo vean ocho millones de espectadores. Decía Lope de Vega «porque las paga el vulgo es justo hablar en necio para darle gusto», pero la audiencia para mí es una persona atenta, interesada, inteligente, libre, con criterio, con sensibilidad, comprometida con el hombre y con sentido del humor -decía-. La televisión es una mina abandonada y saqueada que está en manos de personas sin escrúpulos. El morbo, la frivolidad, el sexo y el sentimentalismo barato y de lágrima fácil se han convertido en el único reclamo para atraer la audiencia a la que se alaba, alimentando sus más bajos instintos«. Y murió hoy sin dejar de lamentar eso.

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