EL RINCÓN DE...
Roseta Torres Díaz: «En Dubái, siendo mujer, salgo a las tres de la mañana con más seguridad que aquí»
Hija de La Puebla, nacida en una familia matriarcal y luchadora, se fue a Dubái hace trece años. Y hoy dirige RTD, una empresa de consultoría, con potentes firmas en su clientela
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—Vive en uno de los países más ricos y caros del mundo. Pero cada vez que puede se escapa para La Puebla. ¿La echa de menos?
—Muchísimo. Es mi tierra, mi familia, mis raíces. Es inevitable acordarme de La Puebla.
—¿Qué se ... llevaría de La Puebla hasta Dubái?
—Uffffff. La alegría, la forma de vivir, la familia… La comida, el flamenco también. Y tantas cosas. Son dos mundos muy distintos. Cada uno con sus luces y sombras.
—Usted se llevó muchas ganas de emprender y mucho compás en su voz. Y a las dos cosas le está sacando mucho partido.
—La verdad es que sí. De forma alterna. Cada cosa ha tenido su momento de auge. He disfrutado de las dos y con las dos me he beneficiado.
—RTD, su empresa, aconseja en cuestiones jurídicos empresariales, ¿le fue difícil montarla?
—Realmente no. No es que tuviera ese propósito, era mi profesión, que yo ejercía para otras empresas, pero las circunstancias me llevaron a que tomara esa decisión. Le puedo decir que tuve la suerte de tener clientes antes de abrir la empresa.
—Pero usted tiene en Dubái un cuadro flamenco. ¿Me equivoco?
—No, tengo un grupo flamenco, no es el cante jondo, pero llevamos en lo que hacemos ese espíritu alegre de la tierra con los cantes de fiesta. Allí son muy conocidos los Gipsy Kings, y te demandan mucho las rumbas. Nadie te pide en un restaurante unas bulerías porque nadie sabe bailarlo.
—Creo que en su vertiente flamenca la invitan a las fiestas más rutilantes de la sociedad dubaití.
—Hemos tenido de todo. Hemos estado hasta en fiestas de jeques. También en restaurantes, bodas, empresas, embajadas. Una vez nos mandaron a Doha, nos dijeron que íbamos a un aniversario de un equipo de rugby, nos recogieron en un coche, nos pidieron pasaporte y teléfonos. Nos llevaron a un destino no conocido, a un palacio de una jequesa. Era una fiesta de mujeres. Pero no podía entrar el guitarrista. El guitarrista y yo actuamos dentro del palacete y, desde una ventana, mirando al escenario para acompasar la voz con las bailaoras.
—¿Y son solo para mujeres o en las fiestas también hay hombres?
—Hay de todo. Con las mujeres es distinto. Pero cuando es una actuación abierta, de una empresa o un evento, no hay restricciones.
—¿Qué es lo que más gusta allí del flamenco?
—La alegría, se involucran, se divierten. Si les pone una soleá los deprime No entienden la jondura del flamenco.
—Se dice que cuando una señora dubaití se quita la túnica negra, la abaya, aparece un catálogo de Sain Lorent, Chanel, Cristian Lacroix…
—En muchos casos sí. No en todos. Hay árabes locales que tienen un alto índice de bienestar y se da ese caso. Pero no es oro todo lo que reluce.
—Hay mucha pasión por el oro…
—Muchísima. Y más por el oro amarillo, el de 24 kilates. Su precio es más económico que aquí. Los turistas van buscando piezas de oro porque le resulta más económico.
—¿Tiene amistades dubaitís para socializar?
—Tengo amistades de todas las nacionalidades. Pero quedamos para tomar café y hablar de trabajo. Ellos son muy reservados. Quizás por eso no vienen a tu casa cuando los invitas. Pero cuando haces una amistad, es una amistad para siempre.
—¿Usted viste a lo occidental o utiliza la abaya?
—Yo no utilizo la abaya. Visto como aquí. Y en el trabajo, si tengo reuniones con árabes, chicas o chicos, procuro ir más cubierta, por respeto a sus costumbres. Y eso te lo agradecen.
—Se lo pregunto porque su biotipo es muy similar al de la mujer de Emiratos. ¿No la han confundido nunca?
—Muchísimas veces. Voy a un restaurante y el menú me lo dan en árabe, voy a una gasolinera y me confunden con una chica árabe. Por mis rasgos me identifican como una local y se dirigen a mi en árabe. Estoy estudiándolo, me encantaría dominar el árabe.
—La celebración del mundial de Qatar pone el foco en los tratos discriminatorios hacia la mujer y la intransigencia con los gays. ¿Cómo vive esos desajustes sociales?
—Mi experiencia en emiratos no es que la mujer esté desprotegida. Son machistas. Pero no hay inseguridad hacia la mujer. Yo salgo a la calle a las tres de la mañana, con más seguridad que aquí. Tu alquila una casa y el cliente va sin llaves, porque la puerta no está cerrada. Yo he perdido un anillo de oro en una universidad en Dubái. Llamé y lo tenían guardado. Aquí pasó lo mismo en un hospital. Y nunca más se supo.
—¿Le importaría tener un yerno o una yerna dubaití?
—Yo no tengo hijos. Pero de haberlos tenido no me hubiera importado. No miro el pasaporte. Miro a la calidad de la persona.
—¿Lo más difícil para adaptarse a la vida laboral del emirato qué fue?
—Que todo es para ayer. Tienen velocidad de motos de Gran Premio.
—¿Lo más difícil para adaptarse a la vida laboral del emirato qué fue?
—Que todo es para ayer. Tienen velocidad de motos de Gran Premio.
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