Día Mundial del Alzheimer 2021
«El Alzheimer se ha agravado en muchos pacientes por culpa de la pandemia y del retraso en los diagnósticos»
El neurólogo sevillano José Manuel García Moreno pide el refuerzo de la Atención Primaria y de las consultas presenciales porque «no es posible identificar un posible Alzheimer en una teleconsulta o en una consulta personal especializada de quince minutos»

El 21 de septiembre se celebra el Día Mundial del Alzheimer , una enfermedad que se va a convertir, si no lo ha hecho ya, en la verdadera pandemia del siglo XXI. En Sevilla se diagnostican 6.000 casos nuevos al año y las ... últimas proyecciones hablan de que habrá unos 153 millones de enfermos en todo el mundo en 2050 (ahora no llegan a 60) El neurólogo sevillano José Manuel García Moreno, que ha desarrollado casi toda su carrera profesional en el Hospital Virgen Macarena, es miembro de la Federación Mundial de Neurología, la Academia Europa de Neurología y la Sociedad Española de Neurología, entre otras. Este experto en salud cerebral es autor de ochenta publicaciones y ultima un libro sobre la enfermedad de Alzheimer que publicará antes de final de año.
¿En qué medida ha afectado la pandemia del coronavirus y los confinamientos en casa a los pacientes con Alzheimer?
Ha afectado mucho porque ha supuesto un síndrome de estrés postraumático parecido al que produce un secuestro, una catástrofe natural o una guerra. En la guerra de Irak, los médicos militares norteamericanos hicieron una resonancia magnética cerebral a los soldados antes de entrar en combate, y a los que volvieron se les hizo otra resonancia para ver posibles daños cerebrales. Y se comprobó que algunas áreas habían envejecido notablemente, especialmente los hipocampos, que son las estructuras que más tienen que ver con la memoria. Esto es lo que ha ocurrido con muchas personas en la pandemia pero no sólo con los mayores con Alzheimer. Hay estudios que demuestran que en las personas adultas sanas se han incrementado en un 30 por ciento las patologías mentales, mientras que en los niños hablamos de porcentajes más altos, cercanos al 50 por ciento.
¿Se podría decir entonces que el cerebro ha sido uno de los grandes damnificados de la pandemia?
Sí. Aunque los pulmones son los principales afectados por este virus, hemos visto que los problemas cerebrales que ha causado su irrupción en nuestra vida cotidiana son numerosos y por eso se puede afirmar que el cerebro ha sido el gran damnificado por la pandemia. Como he dicho, tanto las enfermedades mentales como las neurodegenerativas como el Alzheimer han aumentado o se han agravado muchísimo. Todos los días estamos viendo pacientes cuyas familias nos manifiestan que, sobre todo durante el confinamiento, cuando las medidas de aislamiento fueron más duras, unos pacientes que permanecían estables se agravaron; otros se descompensaron de sus alteraciones psicológico-conductuales y, lo más llamativo, algunos enfermos que estaban en una fase de pre-Alzheimer, lo que llamamos deterioro cognitivo leve, progresaron a demencia.
¿Se puede cuantificar el impacto de la pandemia en los enfermos de Alzheimer?
Hay varios estudios y estadísticas oficiales que nos dan una idea. Entre el 27 de marzo de 2020 y el 8 de enero de 2021 murieron en Inglaterra 20.100 personas con demencia, un 30 por ciento más que en los cinco años anteriores. Esta cifra alcanzó casi el 40 por ciento a finales de junio de 2020. El impacto del Covid en personas con Alzheimer ha sido brutal y otros estudios certifican que la Covid ha producido ocho veces más muertes en las personas con Alzheimer que en las personas sin Alzheimer.
¿Cree que va a haber más enfermos con Alzheimer o demencias en los próximos años por culpa de la pandemia?
Sin duda. Antes del coronavirus ya hablábamos de que el Alzheimer iba a ser la pandemia del siglo XXI. Se calcula que cada 3 segundos aparece un nuevo caso de demencia en algún lugar del mundo. Las proyecciones presentadas en el mes de julio en la última Conferencia Internacional de la Asociación de Alzheimer (AAIC) prevén para 2050 unos 153 millones de pacientes en todo el mundo frente a los 57 millones de casos de 2019. Estas estimaciones tienen en cuenta las tendencias demográficas, el crecimiento y el envejecimiento de la población.
¿Cómo estamos en España?
Se estima que de 800.000 a 900.000 personas tienen Alzheimer y que esa cifra se acercará a los dos millones para el año 2050. Algunas fuentes hablan de hasta tres millones de enfermos en España para esa fecha. Los casos nuevos diagnosticados al año están entre 25.000 y 40.000.
¿Cómo son las cifras en Sevilla?
Las cifras son abrumadoras. En Sevilla estamos diagnosticando al año más de 6.000 casos, mientras que, por ejemplo, de esclerosis múltiple se vienen a diagnosticar unos 30 casos al año, es decir, 167 veces menos. La incidencia de Alzheimer es brutal: de 600 a 1.000 casos por 100.000 habitantes año.
¿Qué es el neurocovid?
Hay personas a las que el coronavirus apenas produce daños respiratorios o neumonías pero produce, por el contrario, encefalitis, cerebelitis o meningoencefalitis. Y luego tenemos el síndrome postcovid, un cuadro que se manifiesta mayoritariamente con sintomatología neurológica como dolor de cabeza, problema de atención, pérdida de memoria, fatiga crónica. Un trabajo realizado en la Universidad de Nueva York por Thomas Wisniewski concluyó que los biomarcadores séricos de neuroinflamación y lesión neuronal y Alzheimer se correlacionaban fuertemente, sugiriendo tal vez que las personas con infección por Covid y secuelas neurológicas pueden tener una aceleración de los síntomas y patología de Alzheimer. Los mecanismos por los cuales la Covid-19 afecta la disfunción cognitiva a largo plazo no están claros, pero la neuroinflamación probablemente juega un papel.
¿Tienen más riesgo de contraer el virus personas con Alzheimer?
Sí, porque muchos de ellos no pueden seguir las recomendaciones de prevención, ya sea porque su raciocinio está ya muy afectado, ya sea porque las alteraciones conductuales y psicológicas se lo impiden. De este modo, muchos no se lavarán las manos tan frecuentemente como el resto de la población, no usarán la mascarilla o la usarán mal, no mantendrán la distancia de seguridad, no querrán permanecer en casa. Según datos presentados en la última Conferencia Internacional de la Asociación de Alzheimer el pasado mes de julio, existe una clara asociación entre la infección por SARS-CoV-2 y Alzheimer, cuyos pacientes tienen un riesgo tres veces mayor de contraer la infección y un riesgo dos veces mayor de muerte.-
¿Ha afectado de alguna manera la pandemia al diagnóstico y el tratamiento de la enfermedad?
La Covid-19 ha afectado, está afectando y puede que siga afectando aún durante un tiempo al diagnóstico y el tratamiento clínico de los pacientes con Alzheimer de muchas maneras. Muchos pacientes han perdido visitas médicas con lo que no se han podido ajustar los tratamientos y otros muchos no han podido ser llevados a residencias y otros han dejado de hacer estimulación cognitiva o terapia ocupacional al estar algunos centros cerrados.
¿La teleasistencia que la pandemia impuso en los centros de Atención Primaria ha podido retrasar los diagnósticos nuevos de Alzheimer?
Sí. En esta clase de enfermedades una consulta teléfonica no puede reemplazar una buena exploración neurocognitiva que, a veces, lleva un mínimo de 60 minutos y que en atención especializada se producen entre quince y treinta minutos. Además, las videoconferencias con pacientes en la sanidad pública de momento no están implementadas y en el Alzheimer no pueden suplir una entrevista médica presencial. La complejidad que supone una conexión de este tipo está mas allá muchas veces de las posibilidades culturales del enfermo y del mismo cuidador en muchos casos. Los diagnósticos nuevos además se han retrasado y seguirán retrasados un tiempo. Además, la presión de la pandemia sobre el sistema de salud pública puede haber hecho o hacer en un futuro que muchos recursos destinados previamente al Alzheimer tengan que ser desviados para para atender a las nuevas e ingentes necesidades derivadas de la Covid-19.
¿Qué supone en una persona con Alzheimer retrasar en un año su diagnóstico?
Se sabe que se tarda hasta dos años en diagnosticar a un paciente con Alzheimer. Por lo que, si añadimos un año más, debido a la pandemia, podrían ser tres. Un retraso en el diagnóstico puede suponer que, para ese momento, el paciente presente mayor deterioro cognitivo, más alteraciones del sueño, más alteraciones conductuales y más alteraciones psiquiátricas. La eficacia de los fármacos que disponemos para tratar el deterioro cognitivo de Alzehimer se observa sobre todo en las fases más iniciales de la enfermedad, por lo que un retraso en su diagnóstico puede suponer una menor eficiencia del tratamiento. Y los pacientes necesitan mucha más cantidad de medicación en una fase más avanzada que si se tratan tempranamente.
¿Qué haría falta para mejorar el pronóstico y tratamiento de estos enfermos?
Una política de salud pública en prevención de la demencia es lo primero que habría que impulsar. En líneas generales, no existen actividades de prevención y detección temprana del deterioro cognitivo y demencia ni a nivel estatal ni autonómico. La falta de compromiso e iniciativa política tanto desde sanidad como desde educación es decepcionante. A pesar del dinero gastado en la elaboración de Planes de Atención Integral, en los llamados Procesos Asistenciales y demás estrategias de acción, en la mayoría de las comunidades autónomas no se han implantado los planes o guías existentes ni se ha desarrollado un plan de actualización de los mismos. Educar y formar a la población en lo que supone esta enfermedad y concienciarla de que un diagnóstico precoz podrá repercutir luego en una menor carga tanto económica como asistencial para la familia.
La Atención Primaria se ha convertido en la ceniciencia del sistema sanitario. ¿Habría que reforzarla?
Sí. Y habría que liberar tanto a la Atención Primaria como a la especializada de la sobrecarga asistencial existente, lo cual pasa obligatoriamente por el aumento de la plantilla de facultativos tanto en los centros de salud como en los servicios de neurología de los hospitales, para poder dedicar el tiempo necesario al diagnóstico temprano del enfermo; pero sobre todo para poder divulgar adecuadamente las formas y maneras de prevenir el deterioro cognitivo, algo que es imposible hacer en los 15 minutos de media que dura una consulta de neurología. El diagnóstico precoz pasa hoy por la existencia de PET (tomografía de fotón único) con marcador de amiloide en todos los hospitales de tercer nivel, así como de la posibilidad de determinar los niveles de proteína beta-amilode 42 y proteína tau y tau fosforilada en el LCR (líquido cefalorraquídeo) de los pacientes con sospecha de Alzheimer.
¿Qué opina del aducanumab, el fármaco recientemente aprobado por la Agencia del Medicamento de Estados Unidos (FDA) para el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer?
Todos recibimos con alegría la aprobación por la FDA americana del aducanumab después de veinte años sin aprobar ninguna, alegría que además era doble porque teóricamente este fármaco era el primero y único por ahora capaz de modificar el curso progresivo de esta enfermedad. El problema está en que los datos de eficacia proporcionados son débiles y que la aprobación ha venido condicionada a que el promotor (el laboratorio Biogen) realice un nuevo ensayo clínico para verificar el beneficio clínico del fármaco. La FDA dijo en un comunicado que si el medicamento no mostrara un beneficio clínico en este nuevo ensayo, podría retirar esa aprobación. Este fármaco actúa «limpiando» el cerebro de proteína beta-amiloide anómala, una sustancia que se cree que puede estar involucrada en la patogenia de la enfermedad. El tema está en que no sabemos muy bien por qué el mismo laboratorio suspendió anticipadamente los dos ensayos clínicos que estaba llevando a cabo (un análisis intermedio encontró que «era poco probable que el fármaco cumpliera los criterios de eficacia principales») y siete meses más tarde solicitó la licencia de aprobación tras un nuevo análisis que ahora sí encontraba una desaceleración de la progresión de la enfermedad del orden del 22 por ciento. Por otro lado, la misma FDA decidió no aprobar el fármaco en noviembre de 2020 porque consideraba que no había evidencia suficiente de su posible eficacia y, meses más tarde, decidió aprobarlo.
La Agencia Europea del Medicamento (EMA) no lo ha aprobado.
No sabemos qué sucederá en Europa dado el revuelo producido en el mundo científico con partidarios de esa aprobación y enemigos de la misma. Es posible que tengamos que esperar a ese nuevo ensayo solicitado por la FDA para que la EMA tome una decisión en este sentido, teniendo en cuenta que el coste del tratamiento estará en torno a los 50.000 euros al año por paciente y que el fármaco no está exento de efectos secundarios, a veces graves.
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