Entrevista
Antonio Santiago: «La trabajadera iguala a un cirujano o un magistrado con un taxista o un albañil»
El excapataz de La Macarena y La Paz, que dirigirá a unos 1.500 costaleros y sacará quince pasos a la calle lo largo de esta Semana Santa, cree que el costalero sevillano «es valiente, presumido y gallardo, pero no puede dejar de ser anónimo»: «Todos andamos en el filo de la navaja porque corremos el riesgo de ser protagonistas y tan solo somos instrumentos de la Virgen y del Señor»

El médico de familia Antonio Santiago lleva 51 años en la Semana Santa de Sevilla como costalero y llevando pasos. Empezó con su padre, el inolvidable Manolo Santiago , que tiene una calle en Sevilla junto a la Plaza de los ... Terceros , y cuenta que esta Semana Santa comandará a unos 1.500 costaleros de quince pasos de otras tantas hermandades. Con La Macarena y La Paz vivió seguramente sus momentos cumbre como capataz pero su vocación y sus ganas no parecen tener fin y siguen siendo tan grandes que no renuncia siquiera a sacar una hermandad en Cantillana que no goza de tanto brillo mediático ni moviliza a tantas almas. La conversación, de casi una hora de duración, que se reproduce y resume a continuación tuvo lugar el pasado jueves, durante un largo paseo matutino por el casco histórico ciudad que empezó en la plaza de los Terceros , junto al bar los Claveles y una emblemática librería de viejo. Antonio Santiago recibe muchísimas llamadas y mensajes durante los primeros minutos de charla y tiene que apagar el móvil para poder continuarla, aunque varias personas lo saludan, lo paran y le desean suerte.
La gente le para por la calle. ¿Ser capataz en Sevilla es casi tan importante como ser alcalde o presidente del Betis o del Sevilla?
No creo que sea tanto pera llevo tantos años sacando cofradías que es lógico que mucha gente me conozca. Eso me ha dado popularidad pero también es un doble arma porque debes tener cuidado con todo lo que haces porque puedes convertirte en una imagen en la que todo el mundo se mira, para lo bueno y para lo malo.
¿Y cómo tiene que ser un capataz de la Semana Santa más conocida y famosa del mundo?
El capataz perfecto era mi padre y está en el cielo. Yo creo que debe ser honrado, responsable y, sobre todo, justo con su gente. Uno de los activos más importantes de las hermandades son las personas y casi todas las decisiones que tome el capataz deben ir orientadas a preservar la salud de los costaleros. Debe evitar que se puedan lastimar y lo fundamental, insisto, es ser justo con las personas que van debajo de los pasos.
¿Se le ha desmayado o lesionado algún costalero alguna vez?
Ha sido algo excepcional afortunadamente. Hace cuarenta años era diferente pero ahora están técnicamente mejor preparados y también son muchos más los costaleros que salen en la Semana Santa y no tienen que repetir en tantos pasos como en la época de los profesionales.
No debe de ser nada fácil dirigir a más de cien costaleros durante toda la Madrugá o durante cualquier otro día de la Semana Santa.
Hay una palabra que no está muy de moda en España que es la disciplina y eso también es fundamental en el mundo del costal. Hablamos de 150 ó 160 personas y si no hay organización ni disciplina no se puede llegar a ningún lado.
Algunas personas dicen de usted que es un capataz demasiado perfecto y que eso resta emoción al resultado.
Respeto todas las opiniones pero yo pienso que no, al contrario. He tenido la suerte de ir andando con un paso y acercárseme un señor que no conocía de nada para decirme: «Muchas gracias por llevar los pasos como los lleva porque a mí me sirven para ponerme en contacto con la imagen». Supongo que habrá mucha gente que piense como este señor y también alguien que piense lo contrario. Creo que uno debe tender en todas las cosas de la vida a la perfección. A mí e mi casa me enseñaron a intentarlo. Una hermandad busca la perfección en sus cultos, en su caridad, en su formación y en una salida procesional.
Leí un artículo de prensa sobre usted que decía que llevaba los pasos como las carretas del Rocío. ¿Le molestan esos comentarios?
No. Cada uno tiene su opinión pero hay que buscar el motivo de estas expresiones. En un paso de palio es como si sacara a mi madre a pasear solo un día al año y yo, en vez de ponerle el mejor traje, los mejores zapatos y el mejor peinado de la peluquería, sacara a mi madre despeinada, en babuchas y con una bata de estar por casa. Si yo le pongo el mejor manto, las mejores joyas y el mejor palio, tengo que llevarla y pasearla de la mejor manera posible. En Sevilla se han inventado muchas cosas pero yo creo que lo más bonito que ha inventado Sevilla es un paso de palio. Creo que en la historia de Sevilla no se va a inventar una cosa más bonita que un paso de palio.
¿Cómo lleva usted un paso de palio?
Un paso de palio es un volumen que no es estático sino dinámico. Hay que tener la precaución, conocimiento y la delicadeza para que ese volumen dinámico, en el que muchas cosas se mueven, no sea estridente. En definitiva, que sea dulce, delicado y armonioso. Esa delicadeza en la que uno se embelesa. Para mí es igual que una orquesta con cincuenta o sesenta instrumentos. Que no haya nada que dé una nota distinta y todo suene como algo armónico. Y así trato de llevar mis pasos. Quizá haya gente que prefiera que haya un instrumento que suene distinto al resto y quizá esas sean las personas que hacen estas manifestaciones sobre mi forma de llevar los pasos.
Llevará quince pasos diferentes desde el Viernes de Dolores hasta el Domingo de Resurrección. ¿Cada uno hay que llevarlo de una manera o la técnica que usted emplea vale para todos?
El trabajo es el mismo básicamente. Lo que cambia de una hermandad a otra es el ritmo de la cofradía, la velocidad a la que vaya, la música, la estructura del paso, la luz del día, la actitud del espectador. Aunque tú hagas casi lo mismo, lo que percibe el espectador es distinto. Rara vez cambio algo en mis pasos, aunque hay capataces que piensan de otra manera.
Los costaleros, dirigidos por los capataces, le transmiten vida a las imágenes. Y mucha gente siente durante la Madrugá que el Señor del Gran Poder va literalmente andando. ¿Ha pensado alguna vez alguna mañana de Viernes Santo que La Macarena se iba a salir del paso?
La Semana Santa de Sevilla inspira a otras muchas ciudades por la forma que tienen los costaleros de transmitir vida a las imágenes. Con la Macarena me pasa que a veces da la sensación de que va a salir andando del paso y es gracias a que el costalero es capaz de transmitir eso. Siempre digo que Juan de Mesa le puso esa zancada al Señor del Gran Poder pero que realmente cuando lo vemos andar es cuando va en procesión gracias al trabajo de los costaleros.
¿Cómo intenta transmitir esa vida a los pasos de que es capataz?
Intento que el costalero sea consciente de lo que va a hacer. Tengo un amigo, que es médico y antropólogo, que habla de esto como «deporte sacro». Y yo le digo que no, que ni es un deporte ni solo una manifestación cultural. Y que tampoco somos una agencia de transporte de muebles bonitos u obras de arte. Pienso que no tiene sentido que yo cargue con 50 kilos porque sí. Podría tener sentido si me pagaran dinero por ello pero para mí es una manifestación de fe, que la hace tanto el nazareno como el costalero.
¿Usted salió muchos años de costalero?
Como era muy alto, tardé varios años en encontrar cofradías en las que pudiera salir. Tuve que esperar un tiempo y lo aproveché para iniciarme como capataz con mi padre. Al final tuve la suerte de poder entrar de costalero en la cofradía de mi familia, la hermandad de la Exaltación, en el paso donde mi padre se estrenó como costalero y siendo mi padre el capataz de ese paso. También estuve 10 años en los Panaderos y dos años en la Carretería.
¿Es importante haber estado debajo de un paso antes de ser capataz?
Es importante hasta cierto punto porque te da una visión global de todo. Pero hasta los años 70 del pasado siglo ningún capataz se había metido debajo de un paso. Era la época de los profesionales. Entonces una cosa eran los costaleros y otra los capataces. No creo que sea necesario haber estado debajo de un paso pero pienso que es conveniente.
¿Cómo sería, en su opinión, el costalero perfecto?
El costalero tiene que ser honrado y esa honradez llega a que en algún momento de su vida tome la decisión de decir «hasta aquí he llegado». Hay que retirarse a tiempo y lo ideal es que el costalero sepa tomar esa decisión antes de que el paso le pueda. En cualquier procesión siempre hay, por supuesto, un momento, en el que el paso te puede, es es algo normal, pero el costalero debe saber cuándo son más esos momentos que los otros. Y es entonces cuando debe dar un paso atrás.
Supongo que eso también será aplicable a un capataz.
Sí, aunque no es la misma condición física la que se requiere para ser un buen capataz que la que se requiere para ser un buen costalero. Pero el capataz tiene que saber también el momento en que tiene que irse.
¿A usted le quedan muchos años?
Los que el Señor quiera. Pero si yo pensara que lo que yo hago no se puede mejorar, quizá sería un motivo para irme. Creo que siempre se puede mejorar.
Su padre fue un capataz mítico. Aparte de los conocimientos. ¿Cree que hay genes de costalero y de capataz, aparte del aprendizaje de una técnica?
Es cierto que en la historia de la Semana Santa ha habido grandes sagas de capataces y de costaleros. Yo he coincidido este año con un costalero cuyo abuelo fue costalero de mi padre, Salvador Dorado, una persona magnífica. Y cincuenta años después, un nieto suyo sale de costalero conmigo. Es un orgullo tremendo.
¿La envidia es el pecado de los sevillanos?
Sí, pero es un pecado que mueve no solo a los sevillanos sino al mundo en general. Se envidia el coche, la casa y el trabajo del otro.
Se lo pregunto porque habló de la envidia públicamente para explicar su salida de la Macarena y de la Paz después de tantos años como capataz de sus pasos.
Es que esa envidia lleva a querer el lugar en el que estás tú. Esto es real y en Sevilla el puesto de capataz o de hermano mayor genera envidias. Cuando uno está en el puesto que estoy yo, debe saber que hay gente que está deseando quitarte de ahí.
¿Y que hace lo que sea para quitarte?
Sí. Lo suyo sería ser honesto y llegar a esos puestos por el valor, por el trabajo, por el sacrificio, pero no por malas artimañas.
¿Se fueron con usted algunos de sus costaleros cuando lo echaron de la Macarena?
Se fueron algunos. Pero yo siempre les dije que se quedaran mientras pesara más en la balanza el platillo de las cosas buenas que el de las malas.
Llevamos tres años en Semana Santa, algo que nunca había ocurrido en Sevilla. ¿Hay en los sevillanos demasiadas ganas de celebrarla?
Todos tenemos muchas ganas y espero que todo este entusiasmo y ansiedad se gestione bien. Parece que nos hemos olvidado de esta pandemia, pero todavía no se ha ido. Debemos actuar con mucha precaución.
¿Conoce a mucha gente que haya entrado en tristeza, incluso en depresión, por este largo paréntesis de tres años sin pasos en las calles?
Esto ha sido muy duro para muchas personas. Si hay algo que está metido en los genes de los sevillanos es la Semana Santa, que tiene más de 600 años de historia. La Feria de Sevilla, que es conocida por todo el mundo de fuera de la ciudad, tiene menos de 180 años. Estas dos últimas Semanas Santas han sido muy duras para los sevillanos y es lógico que haya habido, en general, mucha más gente con tristeza y depresión. El confinamiento nos ha pasado factura a todos, aunque no a todo el mundo de la misma manera. Mucha gente ha perdido la vida y los familiares han sufrido mucho estas pérdidas.
Y muchos de estos familiares de los que habla se habrán quedado solos. ¿La celebración de la Semana Santa, con sus pasos en las calles, alivia esta soledad?
Muchas personas mayores han visto agravada su soledad durante la pandemia. El cierre de las residencias por brotes de Covid ha sido también un detonante de soledad que ha afectado a toda la población. Yo creo que la Semana Santa ejerce un efecto terapéutico importantísimo sobre todas estas personas que se sienten solas.
¿Ha vivido de cerca alguna experiencia concreta sobre esto?
Fui a una residencia con un paso de la hermandad de la Misión, que sacamos todos los Viernes de Dolores, y durante la procesión, por cosas del destino, conocí a una señora de esa residencia. Recuerdo que les dije a los costaleros que yo no tenía ya a mi padre conmigo y que un beso no cuesta nada y que le dieran un beso a sus padres cuando llegaran. Un beso hace muchísimo bien. Y siguiendo ese consejo le di un beso a Emilia, como se llamaba esta señora de la residencia. Al año siguiente, volví con la procesión y la busqué para saludarla y la señora me dijo como lo hubiera hecho el Señor, que llevaba un año esperando y que no había ido a verla en todo ese año. Eso nos hace ver lo que todas las personas necesitamos de las demás, que vayan a vernos, especialmente las personas mayores de las residencias que están deseosas de cariño y de amor.
Cuando salen en los telediarios nacionales las imágenes de costaleros o nazarenos llorando desconsoladamente porque la lluvia ha frustrado la procesión, hay mucha gente de fuera de Sevilla que no entiende esa reacción. ¿Qué cree que no saben para no entenderlo?
Cuando uno llega a los 60 años en Sevilla puede que haya vivido (y pueda recordar) 53 Semanas Santas. Si uno es de una hermandad, estamos hablando de 53 días, días clave en tu vida hasta ese momento. Y si alguno de esos 53 días se pierde, por ejemplo, por la lluvia, sientes que es uno menos que te queda. Es un día menos de disfrute, un día por el que llevas 364 días luchando y esperando. Y es lógico y comprensible que alguien llore de pena porque para nosotros es una desgracia. Con un ser microscópico como el SAR-CoV-2 todos hemos perdido dos de esos días clave de nuestra vida. Por eso, todo el mundo quiere aprovechar esta Semana Santa de 2022 y vivirla con mucha intensidad porque no sabemos lo que va a pasar el año que viene. La pandemia nos ha hecho valorar lo que hemos podido vivir antes de que llegara.
¿Los costaleros pueden encontrar más problemas que en un año digamos normal tras un paréntesis tan largo sin salir?
Pienso que no. Hemos ensayado mucho y retomado el contacto personal entre todos ellos, que me parece incluso más importante porque van a realizar un esfuerzo muy importante durante 5, 7 ó 12 horas y es muy importante, para que todo salga bien, que la unión entre todos ellos sea efectiva. Para eso se hacen fundamentalmente los ensayos, aparte de la técnica. M
Quizá haya costaleros que pensaban jubilarse en 2020 y que no pudieron hacerlo.
En 2020y en 2021. Muchos de ellos habrán tratado de alargar esa retirada para poder hacerla este año Y también habrá otros que pensaban estrenarse en 2020 o en 2021 en alguna cuadrilla y no han podido hacerlo y lo van a hacer este año. Será un reencuentro difícil pero emotivo.
¿Los costaleros forman una gran familia?
Indudablemente. Somos muchos y es imposible que la unión sea de tanta cercanía como en grupos más pequeños, pero yo creo que somos una familia y que el capataz debe ejercer la función no sólo de hermano sino de padre.
En todas las familias hay desavenencias. ¿Cuántas ha vivido usted en tantos años al frente de los pasos?
Claro que hay desavenencias. No todo el mundo puede caer igual de bien y el capataz debe intentar ser justo todo el mundo, como dije al principio. Dirijo aproximadamente a 1.500 costaleros y mi relación con todos ellos no puede ser exactamente la misma, pero sí intento que todo el mundo se sienta tratado igual.
¿Se acuerda del nombre de pila de estos 1.500 costaleros?
En esta época sí. A lo largo del año seguro que se me despista algún nombre pero siempre me acuerdo de dónde va cada uno, del sitio que ocupa debajo del paso y en qué paso va.
Pensadores y estudiosos de la Semana Santa coinciden en que debajo de un paso no hay clases sociales, da igual que sean ricos que pobres, de izquierdas o derechas, de apellidos ilustres o desconocidos. Es la igualdad absoluta.
Una de la función de los capataces es igualar a la gente o tallarla, como decimos, para que el peso del paso vaya lo más repartido posible. Yo digo que no solo igualamos sino que la trabajadera también iguala a la gente. Yo llevo en la misma trabajadera a un comercial, a un cirujano, a un magistrado, a un taxista y a un albañil. La trabajadera los iguala a todos.
Esta transversalidad que se da debajo de los pasos, o entre nazarenos y penitentes, es un momento único que no se da en ningún otro lugar o espacio de Sevilla.
Creo que eso sería un tema de estudio para un antropólogo.
Recuerdo que en 2017 una candidata de Podemos dijo en un mitin electoral celebrado en Fibes que se podría hacer un referéndum sobre la Semana Santa y que si salía que no se celebraba, se cancelaba y ya está. Es curioso pero quienes antes criticaron su ocurrencia fueron personas de su propio partido que eran costaleros o nazarenos desde hacía muchísimos años...
Ir en contra de los sentimientos y de las tradiciones de las personas es un gran error. Debajo de los pasos hay gente de todas las ideologías y Sevilla entiende sus tradiciones al margen de las ideas políticas. Puede haber gente en Sevilla que no le guste la Semana Santa pero respeta mucho esta tradición.
¿Ha tenido algún costalero ateo bajo sus pasos?
Sí, claro que los hay. Esto siempre ha pasado en Sevilla. Y a alguno de estos costaleros no creyentes he visto cómo les preguntaba algún compañero por qué venían a sacar tal paso y he escuchado esta respuesta: «Porque aquí me traían mi padre y mi madre cuando yo era chico» Y añadió: «Y por eso sigo viviendo esto a mi manera y traigo también a mi hijo o a mi hija como hicieron mis padres conmigo». Así es Sevilla.
¿Cómo son los costaleros sevillanos?
Son valientes, presumidos, gallardos. Mi padre decía que eran como legionarios. Pero no podemos olvidarnos de otro adjetivo importante: anónimos. Ese anonimato, si no lo tenemos, nos puede llevar a pensar que los protagonistas de estas películas somos nosotros. Y eso no puede ser.
¿Qué les dice a sus costaleros para motivarlos en una tarea tan dura para el cuerpo como llevar un paso durante tantas horas por Sevilla en medio de un calor a menudo insoportable?
Les digo que son los pies del Señor o de la Virgen. Me suelo dejar llevar por el corazón y no aplicar ningún protocolo. Le digo a la gente lo que supone hacer las cosas bien, para ellos y para Sevilla. Intento imbuirles de que deben llenarse del Señor y de la Virgen y cargar las pilas para 365 días.
¿Los costaleros y los capataces corren el riesgo de sentirse demasiado protagonistas?
Sí, andamos por el filo de la navaja; por eso siempre añado que en realidad somos los pies del Señor y de la Virgen que son ellos los que nos llevan, que sólo somos sus instrumentos.
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