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El Rincón de...

Belén Rubiano: «Todos hemos tenido una granja en África y tenemos que seguir viviendo sin ella»

Un delicioso texto sobre su experiencia como vendedora de libros y librera en Sevilla, «Rialto, 11» va por su tercera edición y mantiene su atractivo en toda España

Sobre estas líneas, Belén Rubiano en el Museo de Bellas Artes de Sevilla Vanessa Gómez

Felix Machuca

Belén Rubiano tiene una voz cálida y un acento para nada sureño. Habla como escribe. Con una serena tonalidad por que se escapa la ironía, la melancolía y una dosis de humor inteligente digna de las mejores causas.

Más de dos personas a su lado las cuenta como multitud. Y le gusta la compañía del silencio en algunos de los patios del museo de Bellas Artes para ensimismarse en la lectura. Cuando aspiraba a mantener abierta su librería sacaba, ya fuera de su magín o de autores conocidos, la frase del día, que apuntaba en una pizarra con tizas de colores en la puerta de su local, como si fuera el menú de la jornada.

Tienen entre ceja y ceja escribir un libro basado en hechos reales y espeluznantes que, alguna vez, nos llevaron a pensar que el hombre es un lobo para el hombre y sus hijos…

«Yo tenía una librería en Sevilla». Así comienza usted su libro con una clara alusión al arranque de «Memorias de África» de Isak Dinessen. ¿Por qué?

Necesitaba una fórmula que me permitiera ser muy franca con el lector desde la primera línea. «Rialto, 11» es un texto literario que parte de la base de que todos hemos tenido una granja en África y tenemos que seguir viviendo sin ella. Para eso recurrí a Dinesen.

Por un momento creí que había masais entre sus clientes y que esto, en cierta forma, se parece mucho a África.

La mayor parte de quienes visitan las librerías son personas sensibles y educadas o aspiran a serlo. Luego están esos seres que Dios manda a los libreros porque sabe que no tenemos energía suficiente para estropeárselos más.

¿Fue feliz vendiendo libros en la librería de una señora de Burgos o mucho más cuando montó su propia librería?

Creo que fui aún más feliz en la época de la señora de Burgos por la sencilla razón de que era más joven y todavía no había aprendido que la vida siempre te va a quitar una unidad exacta a aquella otra de lo que sea que te ofrece.

Es cierto que alguna vez le llegó un cliente diciéndole que en una gran superficie había preguntado por «Anillos para una dama» y la enviaron a la joyería?

Sí, pero justo es recordar cuando yo le sugerí a otro cliente que buscara en alguna tienda especializada en manualidades otro título de Juan José Millás…

¿Y tampoco es mentira que nunca llegó a entender las razones por las que Ken Follet seducía a tantos lectores?

(Risas) Claro que entiendo las razones aunque, como lectora, no sea mi tipo. Todo librero y editor sabe cuántos «Folletts» hay que vender para poder tener y editar lo que te gusta.

En cualquier caso su experiencia fue muy estimulante. Tuvo en su poder uno de los observatorios más auténticos para conocer a la geografía humana.

Yo creo que ese es el tema de «Rialto, 11», lo poco o mucho que aprendí de la condición humana por el mucho tiempo (ojalá hubiera tenido más ventas y menos tiempo) del que dispuse para observarla: que no hay animal tan depredador como nosotros, que somos los únicos capaces de hacer daño solo por comprobar que podemos hacerlo, que vivimos muertos de miedo, que envejecemos sin madurar, que estamos terriblemente solos y que somos dignos de lástima…pero muy divertidos

En su prosa brinca el humor, la ironía, la elegancia, también cierta melancolía bien llevada. ¿Usted es así?

Quienes me conocen bien dicen que soy exactamente así. Quienes me conocen mejor, afirman que tengo días…

Dicen que uno escribe como es. Si usted se parece a su libro debe ser una persona dulce, bien humorada, cuidadosa, detallista y empeñada en hacer positivo lo negativo. ¿También adicta al romanticismo?

(Risas) Prerromántica, más bien. Al estilo del caminante sobre el mar de nubes de Friedrich. Pero no pienso corregirme o acabaré siendo un verdadero encanto.

Se lo digo porque abrir una librería en Sevilla es un acto tan sentimental como irracional, desde el punto de vista mercantil.

También es irracional aspirar un veneno que has adquirido por propia voluntad a un precio más alto que el marisco. O firmar un contrato con alguien solo porque un día te encantaba como se apartaba el pelo de la cara para leer. El tabaco y el amor son dos claros ejemplos de que es la sinrazón, no la cordura, la que mueve al mundo.

Una exconsejera la ganó para su causa cuando inauguró aquella megalibrería en Sevilla y dijo que «los andaluces ya no teníamos que coger el AVE para ir a Madrid a comprar libros…»

Sirve como ejemplo para demostrar lo alejados que casi todos los políticos viven de la realidad que se supone que vienen a mejo rar cuando llegan al poder, ¿verdad? Lo peor es que la ciudadanía ha asumido que eso es así y sólo queda desear que sean los partidos que uno vota quienes abusen de ese poder. Es terrible.

¿El mayor enemigo del libro es Amazon y las redes o la abundancia de libros en las estanterías?

Es la falta de lectores. Lo demás es buscar enemigos donde solo hay negocios que no tienen nada que ver con la lectura.

«Rialto, 11» cerró sus puertas. ¿Pero murió definitivamente la librera a manos de la escritora?

«Rialto, 11» acaba de nacer. La librería que murió se llama «Rialto». Fíjese hasta qué punto es importante la literatura. Yo sólo sé que quiero seguir escribiendo libros que me gusten antes del fin.

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