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Arte

El Bellas Artes de Sevilla, un museo que casi acaba en el Real Alcázar

Los problemas estructurales del edificio del antiguo convento de la Merced lo persiguieron durante todo el siglo XIX

Detalle de «Visita del conde de Ybarra y su familia al Museo de Bellas Artes de Sevilla» (1856) ABC

Jesús Morillo

La historia de muchas de las grandes instituciones culturales de Sevilla está atravesada de dificultades y el Museo de Bellas Artes de Sevilla no iba a ser la excepción. Desde hace décadas tiene pendiente una ampliación que nunca llega y que es necesaria para consolidarlo como la que es, una de las grandes pinacotecas españolas , para lo que necesita contar con unas instalaciones a la altura de una de las mejores colecciones de la tan valorada pintura sevillana del Siglo de Oro .

Las carencias del Bellas Artes, sin embargo, lejos de ser una excepción lo han acompañado durante buena parte de su historia, con un edificio, el antiguo convento de la Merced , que estuvo aquejado durante todo el siglo XIX de problemas estructurales , hasta el punto de que hubiera un proyecto durante la I República para trasladar hasta e l Real Alcázar el Museo y la Escuela de Bellas Artes con la que compartía inmueble.

Pero esta es solo una de las historias que revela «El Museo de Bellas Artes de Sevilla en el siglo XIX» , del historiador del Arte Rafael de Besa y que ha editado la Diputación de Sevilla a través de su Servicio de Archivo y Publicaciones del Área de Cultura y Ciudadanía.

Este estudio es una de las primeras monografías que sistematiza de forma detallada la génesis y creación del Museo , en torno a 1835, y señala algunas de las cuestiones que marcaron su desarrollo , como el hecho de que la colección girara alrededor de Murillo , junto a otros maestros de la pintura sevillana, y haber contado con exposiciones temporales desde pocos años después de su inauguración y, en aquella época, de artistas sevillanos que reforzaron su vinculación con la ciudad.

«Esas exposiciones, que se iniciaron por el deseo del artista Rafael Benjumea de exponer en un museo concebido como el recinto sagrado del arte, coincidían con las Fiestas de la Primavera y el sevillano veía obras contemporáneas en las que podía reconocerse», explica este historiador.

Este libro es fruto de la investigación de De Besa en el Archivo de la Real Academia de Santa Isabel de Hungría , cuya sede hasta su traslado en los años 60 del siglo pasado a la Casa de los Pinelo estaba en el propio Museo.

Sus pesquisas le han llevado a señalar las muchas dificultades que atravesó la institución durante el siglo XIX, como la falta de fondos para adquirir y restaurar obras , la necesidad de realizar subastas de obras de poco valor para poder acometer esos trabajos, los problemas estructurales del edificio, la inestabilidad y continuos cambios en la dirección del museo...

Buen ejemplo de ello es que una de las piezas destacadas de la pinacoteca, el tríptico del «Calvario» , del flamenco Frans Francken , que se encontraba en el taller de restauración en 1875, se la encontró el restaurador «llena de agua y perdido todo el trabajo», «por las goteras que durante toda la noche le han caído». Hasta una década después no pudo volver a lucir esta obra ya restaurada en todo su esplendor.

El origen del Bellas Artes está en la idea ilustrada de reunir de forma cronológica las grandes manifestaciones artísticas , lo que se hizo, sobre todo, mediante obras que llegaron a sus salas por leyes desamortizadoras por las que el Estado incautó bienes de las órdenes religiosas.

La galería inferior del claustro mayor se usó para albergar el Museo Arqueológico ABC

Museo Arqueológico

Además, en la década de 1860 se quiso ampliar su ámbito expositivo, con la creación, por parte de la Comisión de Monumentos, del Museo Arqueológico . Las piezas, la mayoría provenientes de Itálica , se instalaron en las galerías inferiores del claustro mayor del convento, que estaban protegidas con cristaleras, que ya en el siglo XX, tras su reforma, se retiraron.

En lo tocante al Bellas Artes, el núcleo de la colección se construyó gracias a los procesos desamortizadores , en un museo que durante el siglo XIX se mantenía, como señala este historiador, solo con los fondos que disponían el Ayuntamiento y la Diputación de Sevilla, hasta el punto de que «los mismos académicos ponían su propio dinero para restaurar obras».

Por ejemplo, el pintor Antonio Cabral Bejarano , que fue el primer director del museo, llegó a donar su sueldo de todo un año en 1848 para restaurar cuatro murillos. «La del Museo es la historia de una ruina. La historia de una institución como esta es en el fondo la historia de los intelectuales de la época , como Cabral Bejarano o el deán López Cepero , que se implicaron en el Bellas Artes», señala.

Todas estas dificultades económicas motivaron el proyecto de trasladar al Real Alcázar el llamado «Museo de Pinturas» y la «Escuela de Bellas Artes», ambas situadas en el convento de la Merced, evitando de esta forma «los cuantiosos gastos que se necesitarían para poner en condiciones el edificio en el que hoy se encuentra», como recoge el libro de actas de Santa Isabel de Hungría que cita este historiador en su libro.

El traslado tenía sentido, ya que el Real Alcázar acogió durante el siglo XVIII la Escuela de Nobles Artes que auspició el alcaide Francisco de Bruna , en la que había patrimonio de Itálica y colecciones pictóricas, con cuadros de Velázquez —la «Adoración de los Magos» que actualmente cuelga en el Museo del Prado — y Tiziano , que Carlos IV reclamaría a la muerte de aquel.

Fachada del Museo en el siglo XIX, antes de ser remodelada su entrada principal ABC

El expolio de Soult

A lo que se suma que el palacio guardó las obras que durante la invasión francesa expolió el mariscal Soult con destino al museo napoleónico que quería formar en Madrid José I .

Sin embargo, la comisión encargada de realizar el informe para su traslado se encontró desde el principio con serias dificultades. De entrada, el Real Alcázar solo podría albergar el museo y la academia, quedando fuera la Escuela de Bellas Artes . A ello se suma que el espacio más apropiado, que era el salón de Carlos V, presentaba carencias de iluminación que obligaban a abrir linternas atravesando el piso alto.

Pero el mayor problema era, según la comisión que estudió el traslado, «el contraste singular que harían los colores vivos y brillantes de los azulejos del zócalo , con las sombrías tintas de los cuadros, contraste que destruiría mutuamente su efecto».

Abandonado el proyecto, el Bellas Artes encaró el último tercio del XIX afrontando una serie de obras que «consiguieron dotar de estabilidad estructural al edificio» y la «apertura a tendencias artísticas» gracias a la inauguración de nuevas salas para albergar unas donaciones artísticas que arrancaron en aquellas años y que se desarrollarían con plenitud en décadas siguientes.

Así, «en este principio del siglo XX, el Museo se encontraba realmente vivo e integrado dentro de la ciudad de Sevilla », logrando «progresivamente» alcanzar una «destacable y merecida proyección internacional ».

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