Chipiona vs Matalascañas: ¿Cuál es la playa de los sevillanos?
A pesar de los nuevos hábitos, las modas o la duración de las vacaciones, siguen siendo las dos playas con más historias guardadas en el corazón de muchas familias sevillanas

La pregunta no deja de ser un clásico que aflora cada verano en cualquier tertulia de playa. Raro es el sevillano que no cuente en sus recuerdos familiares el acudir a una playa u otra cuando se acercan las vacaciones. Lo cierto es que Chipiona ... y Matalascañas multiplican su población durante los meses de verano al ser dos de los destinos vacacionales tradicionalmente elegidos por los sevillanos.
Además de su cercanía con la capital andaluza, en estas playas se puede disfrutar de agradables temperaturas, aunque con el avance de las comunicaciones el abanico de posibilidades para elegir un lugar de veraneo ha cambiado mucho, así como el tiempo que dedicamos a descansar durante estos meses.
A pesar de todo lo anterior -y la instalación de aire acondicionado en la mayoría de los hogares-, no hay duda de que estos lugares siguen siendo dos de los destinos preferidos por los sevillanos. ¿Y usted?, ¿es más del faro o de la Torre de la Higuera? Es hora de contar ‘batallitas’ de verano:
Chipiona
Su origen se remonta a la época romana, aunque el germen del nacimiento del turismo en Chipiona, teniendo como referente a la playa de Regla, comenzó a promocionarse a finales del siglo XIX y principios del XX. En la década de los 60 se produce un intenso crecimiento del turismo en la costa española, favorecido por factores como el incremento del poder adquisitivo de la clase media o las vacaciones anuales.
El boom turístico en Chipiona se ve favorecido por las conexiones y el acceso a la compra del automóvil. Numerosas familias procedentes de Sevilla pasaban las vacaciones en esta localidad gaditana, extendiéndose éstas desde junio hasta septiembre. En verano, su población de casi 20.000 habitantes también se multiplica hasta los casi 200.000 en verano.
«Media vida»
Para Rosario González Carmona , que veranea en Chipiona desde hace más de 45 años, «aquí me he pasado media vida, llegaba en junio y me volvía para empezar el colegio. Me encantan las playas, su luz y su microclima, y el hecho de que cada año las Canteras sea el punto de reunión familiar».
Esta sevillana reconoce que «últimamente le gusta mucho también pasar el día en la playa de las Tres Piedras, aunque recuerda que cuando era pequeña allí no había ninguna construcción y eran campos de girasoles y dunas, a diferencia de lo que ocurre en los últimos años en los que hay demasiada gente», afirma.
«Ambiente familiar»

Inma Cantarero , que veranea en esta localidad gaditana desde que su madre estaba embarazada —María del Rosario Romaní en la foto junto a estas líneas—, «lo mejor de veranear en Chipiona es que éramos familias de Sevilla que nos conocíamos todos y era un ambiente muy familiar».
«En particular en mi familia ya vamos por la quinta generación y continuamos todos veraneando aquí. Lo peor es que con el paso de los años se fue masificando pero las raíces nunca se pierden», añade.
«Vieron construir el faro»

«Mi bisabuelo tenía una hija enferma y le dijeron que aquellas tierras eran muy buenas y se fueron para allá» cuenta Lola Ramos para narrar el origen del vínculo con Chipiona. «Mi abuela Susana Pérez, y su hermana, mi tía Felisa, siempre contaban que vieron construir el faro».
La casa en la que vive «es de las primeras construcciones junto al faro, ya que todo lo que había allí era un terreno». Para Lola Ramos, «le he cogido cariño porque me crié allí, así como mis hijos, nietos, mi madre o mis tíos.
También hay cosas que no me gustan, pero como le tengo tanto cariño a Chipiona casi perdono lo menos bueno». Lo malo es que «algunas zonas están muy abandonadas y ya no es la Chipiona en la que nos hemos criado. Es cierto que la vida va cambiando, de acuerdo, pero las calles tienen que estar limpias siempre y muchas de ellas no lo están».
Matalascañas
Matalascañas o Torre de la Higuera, es un núcleo costero que pertenece al término municipal de Almonte, en la costa onubense. En 1966 se presentó el Plan de Ordenación de la urbanización de Matalascañas. Se declaró en 1968 como Centro de Interés Turístico Nacional por el Ministerio de Información y Turismo, hecho que amparaba e impulsaba decididamente el proyecto, cuya ejecución se inició en 1972. Está rodeada completamente por el Parque Nacional de Doñana y la longitud de la playa urbana es de 5,5 km. En verano multiplica por casi cuarenta su población, pasando de menos de 3.000 a cien mil habitantes en los meses de temporada alta.
«Mi playa de toda la vida»

Rocío Trancoso lleva «más de 40 años disfrutando de mi playa de Matalascañas, mi playa de toda la vida en la que sigo veraneando desde mi niñez». Rocío recuerda que entonces en su zona actual, Caño Guerrero, «sólo estaba mi edificio Las Dunas y en construcción el Pueblo Andaluz. Cuando prácticamente todo era Coto, sin asfalto ni farolas, sin urbanizar, nuestra mayor diversión era tirarnos por las dunas, explorar el terreno, y hacer cabañas en los pinos».
Se trataba de «un espacio interminable que poco a poco se fue acotando con tanta edificación y con la afluencia de cada vez más veraneantes», añade. Entre sus recuerdos, prevalecen «las grandes experiencias sucedidas a lo largo de mis años. Insuperable infancia, veranos interminables (de junio a septiembre), veranos disfrutones, risas entre amigos en las escaleras de nuestro bloque, fiestas de verano con sus comidas, concursos y juegos deportivos, entrañables reuniones familiares, bonitos recuerdos con mi padre…»
«Numerosos años que dieron lugar a grandes amistades y momentos únicos que hacen que no perdone un verano sin Matalascañas. La historia se repite y ahora son mis tres hijos los que cuentan los días para ir a la que ya también es su playa», concluye.
«Volver a mi infancia»

Para Rosario García , «volver a Matalascañas es volver a mi infancia, porque veraneo aquí desde que tenía cinco años. Mantengo mi grupo de amigos de la adolescencia, es el lugar en el que conocí al que es hoy mi marido y nuestros hijos han creado también sus pandillas».
«Lo mejor que tiene es su cercanía a Sevilla y la calidad de la arena y de sus aguas. Durante los últimos tiempos, la única pega es que no hay una gran variedad de lugares para ocio, al ser una localidad pequeña que prácticamente solo tiene vida en verano y no dispone de mucha oferta cultural».
«Una delicia»

María Luisa Ruiz del Portal lleva desde los años 70 acudiendo al Pueblo Andaluz, una cooperativa que hicieron gente del Porvenir y Nervión que concluyó en 1977. Aquello nos gustó porque entonces era salvaje, a 4 km del Centro del pueblo.
«Lo peor ahora mismo es la carretera, sobre todo una vez que llegas a Almonte y raro es el día que no haya accidentes y grandes atascos. La playa es fantástica, el clima buenísimo y casi todos los días en mi zona salta el poniente, con lo que es fantástico. Es una delicia», dice.
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