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Claret apaga cincuenta velas

Es una institución ya clásica en Sevilla, por la que han pasado desde un presidente del Gobierno hasta cientos de profesionales de primera fila en la vida de la ciudad y su entorno. El colegio San Antonio María Claret, Heliópolis puro, celebra los cincuenta años de su gran «estirón», como siempre, pensando en un futuro cargado de promesas

El deporte >ha sido una seña de identidad del colegio Claret.En la imagen una revista alusiva a todo ello./ABC

Fueron los vecinos de Heliópolis, aquel barrio de «chalecitos» destinado al personal de la Exposición Iberoamericana, los que pidieron al cardenal Segura, durante la posguerra, que autorizara a los misioneros del Corazón de María establecer una capilla, casa y escuela gratuita de Primera Enseñanza para varones en aquel lugar. El 13 de abril de 1940, palacio contestaba: «...concedemos Nuestra Licencia para que los Padres Hijos del Corazón de María puedan hacerse cargo de la Casa y Capilla que en el barrio de Heliópolis ofrecen sus fieles».

Y así daba comienzo la aventura educativa y misional de esta congregación en este sector Sur de Sevilla que todavía presentaba un aspecto bastante desértico, con pocos hitos en el paisaje: la gran mancha de chalecitos, la parroquia del Corpus Christi y la Residencia García Morato. Pronto, habría otro centro neurálgico: el colegio blanco de Claret. Pero antes, sin esperar siquiera un mes, tres religiosos claretianos formaron la primera comunidad en una casa sita en la calle Amazonas número 3. Era un 3 de mayo de 1940 cuando los padres Mariano Mediavilla y Dimas Gómez y el hermano Ramón Vidal instalaron un pequeño oratorio en la planta baja, donde se dijo misa el 2 de mayo, día de la Ascensión del Señor. Enseguida se habilitó la última planta para que allí recibieran enseñanza los tres primeros alumnos.

Iglesia, casa y colegio

Tras estos primeros pasos, el 15 de junio siguiente los claretianos volvían a dirigirse al prelado para pedirles «construir una Iglesia, una Casa para servirla y un Colegio... en terrenos que el Ayuntamiento está dispuesto a ceder en el Sector Sur». Pero no sería el Ayuntamiento, que no mostró entonces, ni remotamente, el interés que ahora presenta en ofrecer a la comunidad musulmana terrenos para su gran mezquita, muy cerca de allí, el que facilitara el solar a los misioneros, sino el Instituto Nacional de la Vivienda, cuyo director, Federico Mayo, entregó a la congregación en «arriendo perpetuo por cinco pesetas anuales el edificio llamado MERCADO, propiedad del Instituto y sin uso determinado...». Allí, en lo que había sido plaza de abastos durante la Exposición, comenzaron las clases el 6 de octubre de 1941. Entonces, el colegio se llamaba «Beato Antonio María Claret».

Continuaron los religiosos sus gestiones para ampliar el proyecto. Pero el Ayuntamiento de la época se negaba en redondo a colaborar. Hubo un tira y afloja que terminó con la permuta del edificio del mercado por unos terrenos de propiedad municipal. Y todo ello gracias a las incansables actuaciones del director general del Instituto de la Vivienda. El arquitecto Antonio Illanes pudo ver cómo comenzaban las obras el 4 de octubre de 1943. El «colegio blanco» se levantó sobre 6.715 metros cuadrados. Pero mientras, las clases seguían en el Mercado, donde desde 1945 se impartió el primer curso de Bachillerato. En el verano de 1946 tenía lugar la mudanza a un edificio aún inconcluso.

Conforme al «estilo» que habían demostrado los claretianos, en el momento de poner un pie en el nuevo inmueble, ya estaban pensando en la ampliación, sobre todo con vistas al Bachillerato. La actitud del Ayuntamiento de entonces era distinta, y accedió a adjudicar al colegio Claret en subasta pública una parcela contigua de casi 13.000 metros cuadrados. Es en ese momento cuando arranca el gran «estirón» del Claret, el que ahora celebramos. Bajo la batuta del padre Antonio Cano, superior, se desarrollaron unas obras, concluidas el 1 de septiembre de 1955.

El «edificio amarillo»

El edificio «amarillo» tenía poco que ver con el anterior. Se trataba de una cruz de cuatro plantas, con un amplio vestíbulo central, 471 ventanas y una superficie de cristal de 1.200 metros cuadrados. El colegio, que era además internado (con 60 plazas), empieza a llamarse «San Antonio María Claret». En el «colegio blanco» se sigue impartiendo la Primaria y en el nuevo la Segunda Enseñanza. Desde ese momento, el Claret empieza a crecer a pasos agigantados. De los 914 alumnos del curso 1956-57 se pasaría a los 2.842 del curso 1980-81. Claro que la implantación de la Logse, en 1990, impondría unas ratios que marcarían el declive progresivo. Al término de su periodo de aplicación (1999) se habían perdido 860 puestos escolares. No ha ocurrido lo mismo con el profesorado, que ha crecido. La segunda fase de la ampliación del colegio llegaría en julio de 1963, y ya más adelante se convertiría parte del internado, ante el descenso de sus integrantes, en salones y clases. Las instalaciones deportivas, especialmente las destinadas al hockey, y los pabellones marcan la dilatada etapa de «triunfo», según la denomina el mismo colegio.

En el curso 1977-78 se elabora el primer ideario del centro y un año después el correspondiente proyecto educativo, que se renovará en 2004. Igualmente, se publica el Estatuto de Participación de la Comunidad Educativa. Todo ello forma el cuerpo doctrinal de un colegio nítidamente católico. El curso 1986-87 fue el de la creación del colegio mixto y la edición del Proyecto de Pastoral. Al filo de los años 90 llegaría la dirección compartida. La «invasión» informática no ha impedido que el colegio siga dedicando un esfuerzo sostenido a aspectos culturales como la literatura, el arte o la música.

En este largo y fecundo camino, el Claret ha visto jubilarse y aún desaparecer (no de la memoria colectiva) a muchos religiosos, profesores y alumnos. Ha sido una andadura presidida por el empeño evangelizador y por los excelentes resultados académicos (siempre rondando el 100% de aprobados en las pruebas de acceso a la Universidad).

Un brillante palmarés deportivo

Pero Claret ha sido inveteradamente un nombre asociado al deporte. Lo primero fue el fútbol y el baloncesto. En los años sesenta los equipos fueron campeones de los Juegos Escolares de Sevilla, campeones infantiles de Sevilla de Baloncesto, Balonvolea y Balonmano, campeones infantiles de Andalucía en fútbol, y campeones infantiles y juveniles de Sevilla en hockey. Participaron en los XV Juegos Escolares Nacionales, en el XII Campeonato de España de Juveniles de hockey en Barcelona y Madrid y en la Gran exhibición de Gimnasia en el Estado Macarena de Sevilla (con 800 participantes).

La Federación Nacional de Patinaje concedió en 1970 la Medalla de Bronce al padre Miguélez por el ascenso a Primera División del equipo del Patín Claret. Los equipos del colegio participaron con éxito en los Juegos Ibéricos. En 1974 se disputó en el colegio la final de la Copa del Generalísimo entre el CF Barcelona y el CP Voltregá, televisada para toda España. La inauguración del Pabellón Deportivo suscitó gran exceptación. En 1978 se celebraron en el Deportivo Claret los XVI Campeonatos de Europa (Junior) de hockey sobre patines. El ajedrez y las Escuelas Deportivas cobraron gran auge en los años 80, y los equipos infantiles y juveniles se proclamaron campeones de Andalucía y semifinalistas del Campeonato de España.

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