Hazte premium Hazte premium

CORONAVIRUS

Diario de Covid-19 / día 9: «Buenas noticias»

Las cosas no pasan por que sí, pero somos incapaces de entender la realidad, de vislumbrar los acontecimientos que están por venir y, sin esa clave, no comprendemos nada

Sanitarios en un centro de salud sevillano EP

Javier Rubio

No las tengo. Para qué mentir. He puesto ese título quizá como un reverso, como un deseo que quisiera ver cumplido, pero no tengo buenas noticias. Ni la combinación de hidroxicloroquina con azitromicina que parece que puede acabar con la infección ha conseguido arrancarme una sonrisa. Salió a hablar el presidente del Gobierno y no dijo nada . Otra vez a vueltas con la vacuna, que suena cada vez más a las wunderwaffe del año 44. No traía buenas noticias su larguísima e insultante comparecencia , pero no tuvo el coraje de plantarse ante los españoles y decir que no tenía nada que sonara medio bien.

Yo tampoco, pero al menos lo digo . Al frente colectivo se le ha añadido desde ayer un segundo frente personal como una puñalada por la espalda, traicionera y dolorosa. No tengo buenas noticias, qué le vamos a hacer, así que Blanca se quedó hoy sin su especial de informaciones para levantar la moral en la televisión pública y yo me quedé sin nada que decir. Me llamaban los amigos preguntando, demandando casi una mejoría, suplicando algo a lo que aferrarse, una alcayata de la que colgar la esperanza del restablecimiento, pero no lo tenía a mano. A ver si el domingo...

Bueno, sí lo tenía a mano, pero no me atrevía a compartirlo . Las cosas no pasan por que sí, pero somos incapaces de entender la realidad, de vislumbrar los acontecimientos que están por venir y, sin esa clave, no comprendemos nada. Por qué suceden así los hechos y no de otra manera . ¿O es que nuestra mente los lee de una determinada forma aunque sea el paradigma con que los observamos el que modifica su naturaleza? De esto a la relatividad del observador y el principio de incertidumbre solo hay un paso que no estoy dispuesto a dar porque luego me riñe, con razón, Luis.

Incertidumbre e incompletitud , los dos principios que rigen nuestro mundo aunque hagamos como si no quisiéramos saberlo. Le pedimos a la vida seguridades y que el resultado siempre se amolde a las variables que introducimos, pero la vida se nos hace cada vez más compleja e incierta y cada vez resulta más impredecible el resultado que arrojará la máquina godeliana y nos sentimos frustrados, irritados contra nosotros mismos porque no supimos prever lo que sucedería. ¿Quién puede añadir un codo a su altura?

Eduardo ve en la sucesión de acontecimientos una lección para nuestra sociedad. Algo así como el poema de Kitty O'Meara que ha dado la vuelta al mundo con su trampantojo de ser de otra época que empieza diciendo así: «Y la gente se quedaba en casa. Y leía libros y escuchaba. Y descansó...» Solo que le pierde el voluntarismo, la gran epidemia de nuestro tiempo , creer que podemos porque somos muchos pensando lo mismo y ese concierto planetario de voluntades acabará con el egoísmo y sus senescales, la soberbia y la envidia.

Lo siento, no traigo buenas noticias. Porque cuando esto acabe y a Antonio vuelvan a saltarle reservas de viajes en la pantalla de su ordenador y Paco se recupere -Dios lo quiera- del arrechucho , volveremos a ser tan estúpidamente insensatos como antes y no habremos aprendido nada porque está en nuestra naturaleza hacer el mal que no queremos en vez del bien que deseamos.

Me quedo con la reflexión que me dejó María desde un presupuesto trascendente insoslayable : «Pienso que cada uno en su diálogo con Dios debe abrir los oídos del corazón, los ojos de la mente para, sin entender, acoger. Si Dios ama de forma personal a cada uno de nosotros, a cada una de sus criaturas, Dios confina a cada uno por una razón única. Yo ya voy acogiendo mi porqué. Voy casi entendiendo para qué me ha confinado Dios. A cada uno le toca asumir ese «te confino porque te amo» que yo he sentido en la oración y ahondar qué pasó le pide Dios dar en su vida«.

Amén. Todo pasa por algo. Pero a nosotros no se nos ha dado capacidad para entender por qué ni para qué. Nos basta con asumirlo. Nos basta con amar, en la hermosísima definición que este sábado le leí en las redes al jesuita José María Rodríguez Olaizola : «Amar es darle la posibilidad a alguien de que su vida nos duela». Quizá toda esta crisis sanitaria no sea más que una inmensa oportunidad que se nos ha concedido de condolernos con tantas vidas que no son las nuestras . De experimentar eso que la religión tradicional siempre llamó compasión por el prójimo.

Buenas noches, siento no haber traído buenas noticias . La pluralidad siempre le quita valor a las cosas singulares.

Como siempre, «tengan cuidado ahí fuera» .

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación