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El día que Henri Parot fue detenido antes de atentar en Sevilla

El etarra fue interceptado con su coche lleno de explosivos con los que pretendía volar la Jefatura de Policía

Henri Parot, en el momento de su detención en un control rutinario en Santiponce ABC

E. Barba

La red de apoyo a los presos de ETA, Sare, ha decidido sustituir la marcha solidaria por el etarra Henri Parot en Mondragón (Guipúzcoa) por concentraciones en distintos pueblos, con las que quiere rechazar que este terrorista cumpla íntegramente la pena que le impusieron los tribunales. La concentración inicial era, según Sare, una marcha para denunciar la situación carcelaria de Parot y la ley orgánica 7/2003. Sin embargo, para asociaciones de víctimas del terrorismo y partidos políticos se trataba de un homenaje a Parot, quien cumple 26 condenas por haber cometido 39 asesinatos.

Estas manifestaciones haN devuelto a la actualidad al sanguinario terrorista, quien precisamente fue detenido en Sevilla hace ya más de 40 años. Fue el Lunes de Pasión de 1990, cuando transportaba en su coche explosivos para volar la Jefatura de Policía de la Plaza de la Concordia de la capital hispalense.

Corría el 2 de abril de aquel año cuando Parot fue interceptado en un control rutinario de la Guardia Civil en Santiponce. Un control del que intentó huir, sin éxito, y en el que se interceptó su coche, un Renault 14 cargado de explosivos con los que el terrorista pretendía atentar contra la Jefatura Superior de Policía de Sevilla (entonces en la Plaza de la Concordia) y, de paso, contra el propio Parlamento de Andalucía (entonces en San Hermenegildo) y El Corte Inglés, los edificios más cercanos a la comisaría central.

ETA pensaba también dinamitar Construcciones Aeronáuticas (Casa) con otro coche bomba que habían situado en las inmediaciones de la factoría. En la rápida y eficaz intervención de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado fue también localizado en las inmediaciones de la calle Pastor y Landero un tercer vehículo, con el que Parot y sus tres compinches —que habían llegado a la capital andaluza minutos antes en un «coche liebre»— pretendían huir una vez consumadas las acciones. Las dos operaciones, atentados y escapada, fueron abortadas en un brillante trabajo de Interior. Pero el susto fue inusitado ante la magnitud de la tragedia que podía haberse llevado a cabo. La fortuna, sin embargo, evitó aquella carnicería.

Un control montado por la Guardia Civil en las inmediaciones de Santiponce, ya en la entrada a la ciudad desde la antigua carretera de la Ruta de la Plata, logró neutralizar el coche bomba que, cargado con 320 kilos de amonal , ETA pretendía colocar poco después en pleno corazón comercial de Sevilla; con comercios y colegios justo al lado. En el eje Duque-Concordia-Gavidia.

Un cambio decisivo

Hacía algún tiempo que la Benemérita, para ir acostumbrando a los ciudadanos a las molestias que habrían de llegar por cuestiones de seguridad con la Exposición Universal de 1992 , montaba controles en los accesos a la capital. Aquella mañana situó uno entre Alcalá del Río y La Rinconada, e iban a colocar el siguiente en las inmediaciones de Las Pajanosas. Pero un cambio de planes provocó que ese control de Las Pajanosas se trasladara a la zona de Santiponce y Camas. Este movimiento resultó finalmente crucial para que todo saliera como salió.

Minutos después de las doce del mediodía, el Renault 14 rojo que conducía el terrorista argelino nacionalizado francés , de 32 años, fue obligado a frenar al entrar en la zona del control de la Benemérita. No era la primera vez que Parot se enfrentaba a una situación similar, no obstante, ya que estaba muy acostumbrado a pasar inadvertido en los férreos controles montados tras cada una de sus criminales acciones terroristas en pleno Madrid. Pero siempre había logrado escapar. Le bastaba, de hecho, hacerse pasar por turista y comenzar a hablar en francés. Por entonces, los servicios antiterroristas no contemplaban la posibilidad de franceses en las filas de ETA.

Pero pese a ser extranjero, el etarra era consciente de que si uno de los ocho guardias del control se acercaba al coche iba a descubrir los paquetes de explosivo ocultos bajo un plástico negro. Tenía que huir y aceleró. Como era de esperar, los guardias accionaron la trampa de pinchos y reventaron las ruedas del coche . El galo sólo pudo avanzar unos metros. A tiros, eso sí, hiriendo a los dos agentes que fueron a por él. Uno se lanzó en pos del terrorista, al que enganchó y tiró al suelo, cuando aquél agotó el cargador. Al ser reducido, el «gudari» se limitó a decir que era de ETA y a suplicar que no le pegaran. Fue incapaz de hacer lo que le había ordenado la organización terrorista en caso de «problemas»: accionar el explosivo, lo que le hubiera matado. Cuando los artificieros comprobaron la carga de muerte que llevaba el coche no daban crédito a sus ojos.

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