Sevilla
Los okupas se hacen fuertes en la Alameda y la Macarena
Permanecen desde hace más de un año en un edificio completo en la calle Feria y se extienden por barrios como el Cerezo y el Carmen

Las visitas periódicas de agentes de la Policía Nacional y las medidas de seguridad que puso Endesa el verano pasado para evitar los enganches ilegales no han sido suficientes para persuadir a los okupas que llevan más de un año instalados en el número ... 158 de la calle Feria . El edificio de nueva construcción que se iba a destinar a alojamiento turístico sigue en manos de varias familias, según los vecinos y trabajadores de los comercios del entorno, que ven habitualmente a niños asomados a la ventada y entrar y salir del portal.
En todo este tiempo «no se ha hecho el menor intento para desalojarlos», lamentan en declaraciones a ABC . Estas familias son en su mayoría de nacionalidad rumana y van rotando. Los residentes aseguran que hay un hombre que controla quién entra en los apartamentos y que está siempre en el inmueble, los demás van y vienen. «Unos piden limosna en la puerta del supermercado o de la iglesia y otros hacen de gorrillas. Viven a sus anchas sin que nadie les diga nada», asegura la dependienta de una de las tiendas cercanas.
Hasta el momento no han causado demasiados problemas en el barrio, más allá de alguna pelea dentro del bloque de viviendas. Sólo hubo un episodio grave a juzgar por la dotación de policías que se presentó, como recuerdan varios clientes de uno de los bares colindantes. «Vinieron con trajes antidisturbios y pensamos que ya los iban a sacar de ahí, pero sólo se llevaron a unos cuantos, el resto siguió y hasta hoy», aseguran. También se quejan de que «algo hacen con la luz porque de vez en cuando provocan apagones y siempre afectan a las viviendas y los negocios que están más cerca del bloque».
Si tienen o no suministro lo desconocen, fuentes de Endesa aclaran que hace justo un año se hizo una intervención grande porque se conectaban a la instalación provisional que se puso para la obra en unas condiciones de enorme riesgo. Los técnicos de la compañía fueron varias veces a cortar el enganche a petición de la Policía Local hasta que colocaron un sistemas de seguridad para que no vuelvan a conectarse a la luz de la calle. Las fuentes consultadas aclaran que « tal como quedó, ahora es prácticamente imposible que puedan enganchar , sin embargo se hacen inspecciones periódicas para asegurarse de ello».
La propiedad, que está en manos de una empresa inmobiliaria, ya tiene el asunto en el juzgado, pero todavía no ha habido resolución, mientras los vecinos y negocios temen que la situación pueda agravarse, pues no es el único caso, aunque sí el más llamativo. En la calle Bécquer han aumentado las okupaciones tras la pandemia, especialmente de pisos que están en manos de bancos o inmersos en algún proceso judicial, que suelen tardar más en actuar . «Algunas entidades les pagan cantidades generosas directamente por irse, pero si no actúan rápido y ponen puertas de seguridad o tabican las ventanas vuelven a entrar», explica a este medio uno de los agentes inmobiliarios que trabaja en la zona. «Nosotros hemos tenido casos en los que se hemos empezado a enseñar viviendas para subasta o venta directa y a los pocos días las hemos encontrado okupadas. Los portales de internet los ponen en la pista y no dudan en instalarse en cuanto ven una oportunidad», indica.
«Lo que más sorprende es que esto siga ocurriendo en una zona donde el metro cuadrado ronda los 3.000 euros y hay mucha demanda para compra», comenta este profesional. El mercado de hoy nada tiene que ver con el de hace nueve años cuando el movimiento okupa se hizo fuerte en la Alameda con casos muy mediáticos como la Corrala Alegría, que se instaló en el mismo edificio de la calle Feria que ha vuelto a ser usurpado, o el de la Barqueta, donde se construye una promoción de viviendas de lujo.
Las okupaciones continúan por la Macarena tanto a un lado como a otro del arco. Empezaron hace casi dos décadas por el entorno de San Luis y la plaza del Pumarejo y siguieron hacia San Marcos. Ahora también se extienden por barrios como el Cerezo y el Carmen, donde quedan muchas viviendas vacías al fallecer sus propietarios o que están inmersas en un largo proceso judicial. Ese limbo es el que aprovechan para instalarse. Los vecinos de estas barriadas ya están alerta y se organizan a través de redes sociales aplicaciones de móviles para mantenerse informados sobre estas prácticas y poder llamar a la Policía. De hecho, se ha podido desalojar en el escaso plazo que da la ley para hacer sin juicio por el rápido aviso de los residentes.
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