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Erasmus alcanza la treintena

La Hispalense participa en el programa de movilidad internacional de la Unión Europea desde sus comienzos en el año 1987

Rosa Lora, Custodio Velasco y Elena Fernández ABC

MARÍA ORTEGA

El primer «mamá, me voy de Erasmus» han transcurrido ya 30 años. Fue en 1987 cuando la Comisión Europea lanzó su programa de movilidad internacional para estudiantes y ese mismo año la Universidad de Sevilla (US) envió a una treintena de alumnos valientes dispuestos a participar en este proyecto inédito. Actualmente es difícil no conocer a alguien que haya disfrutado de esta beca, pero en sus orígenes, los jóvenes a la vuelta tenían que vérselas con los profesores para explicarles que no habían estado de vacaciones.

«Tuve problemas cuando regresé, ya que algunos profesores se negaban a convalidar las calificaciones que obtuve en Lyon», recuerda Custodio Velasco, que cuando le hablaron de las becas Erasmus hace 30 años no se lo pensó dos veces. La fascinación que le producía traspasar la frontera de los Pirineos para viajar a Europa le llevó a este antiguo estudiante de Historia a lanzarse a la piscina.

En estas tres décadas el programa ha evolucionado: desde 2014 se llama Erasmus+ . Este curso la US ha recibido 2300 solicitudes entre los jóvenes que quieren salir al extranjero y los que desean estudiar en Sevilla, y los alumnos no tienen dificultades al convalidar los créditos cursados. Sin embargo, la dotación económica, que oscila entre los 200 y los 400 euros mensuales , según el destino, sigue siendo la asignatura pendiente.

Velasco no fue el único alumno de Sevilla en estudiar en Lyon. «Hubo buena relación entre los siete estudiantes de la US, pero no creamos el gueto español», reconoce. Ya desde su inicio el Erasmus cumplió con los propósitos que mantiene en la actualidad: abrir la mente de los jóvenes y enseñarlos a convivir en la diversidad cultura l. «A diferencia de lo que sucedía en España, en la sociedad francesa cohabitaban personas de distintas áreas geográficas: desde el Magreb hasta África Subsahariana u Oriente Medio», destaca el docente.

El éxito del programa

En este sentido, el portavoz de la Comisión Europea (CE) en España, Dimitri Barua, afirma que el éxito del programa radica en que estudiar en el extranjero, con todo lo que eso conlleva cuando se rondan los veinte años, fomenta el sentimiento de ciudadanía europea . Esta opinión es compartida por la directora del centro de Relaciones Internacionales de la Hispalense, Rafaela Caballero, que sostiene que los participantes pierden el miedo al exterior al verse obligados a sobrellevar las dificultades que se les presentan.

Rosa Lora sabe de lo que habla Caballero y se acuerda de cuando, siendo estudiante de Economía en el año 2005, buscaba piso en Bolonia (Italia): «Me colgaban el teléfono por no saber el idioma». Eligió estudiar en uno de los cuatro países más demandados entre los estudiantes de la US. Francia, Alemania y Reino Unido son los otros destinos preferentes.

«Conocer a personas de diferentes procedencias y adaptarme a otros ámbitos» le abrieron a Lora las puertas profesionales: «Mi actitud cambió y, aunque mi idea era volver a irme al extranjero encontré trabajo en Sevilla». Un estudio de la CE constata que la tasa de paro cinco años después de la graduación de los jóvenes que han sido Erasmus es un 23 por ciento inferior a la que afecta a los que se quedan en su país. Los empresarios, según Barua, buscan en ellos rasgos que el programa les aporta: idiomas, curiosidad, decisión y confianza.

Estas características cree Elena Fernández están integradas en su personalidad. A pocos días de acabar su año en Würzburg (Alemania), es capaz de expresarse con fluidez en alemán , aunque reconoce que no le ha sido fácil: «El carácter de los alemanes no ayuda, pero si te lo propones hay maneras de mejorarlo. Por ejemplo, a través de cursos gratuitos en la Universidad».

Custodio Velasco

«Viajar en avión era un lujo que entonces no me podía permitir» ABC

El profesor de la Universidad de Sevilla Custodio Velasco fue uno de los 95 alumnos que en 1987 despegaron de España para emprender una aventura sin precedentes. Durante el primer año de su implantación, en su facultad apenas le dieron publicidad al programa Erasmus: «Supe de él por un amigo. Íbamos andando por los pasillos y de repente se paró en seco y me preguntó si estaba al corriente de las becas. El plazo acababa al día siguiente, pero no me lo pensé dos veces y las solicité».

Hace tres décadas las distancias eran mayores: no existían los vuelos de bajo coste, ni mucho menos las redes sociales o whatsapp, y viajar en avión era un lujo fuera del alcance de Velasco. Pero a pesar de los obstáculos el docente cursó un año de su licenciatura en la Universidad de Lyon y su inmersión en el país galo fue absoluta. «Mi contacto con España se redujo a llamadas de teléfono esporádicas y a cartas por correo postal», afirma.

El Erasmus marcó su trayectoria profesional: «Realicé mi tesina en la Universidad de Lyon 2 y mi tutor también fue el codirector de mi tesis doctoral».

Rosa Lora

«Adaptarme a otros ámbitos me abrieron puertas profesionales» ABC

Rosa Lora fue participante del Erasmus cuando éste ya se perfilaba como el buque insignia de la Unión Europea. Su estancia en Bolonia (Italia) hace doce añosno empezó con buen pie: «Al principio fue duro porque no hablaba italiano y no conocía a nadie, pero tras mucho insistir me fui a vivir con una chica de allí en un piso compartido». La antigua estudiante de Economía cuenta que aunque en la ciudad en la que residió también había más universitarios de Sevilla no se juntó con ellos: «No me fui a Bolonia para bailar sevillanas. Prefería tener amigos italianos y formamos un grupo internacional». «Conocer a personas de diferentes procedencias y adaptarme a otros ámbitos me abrieron puertas profesionales». Lora recuerda con nostalgia su etapa universitaria en el extranjero y todavía mantiene su amistad con su compañera de piso.

Elena Fernández

«La experiencia me ha cambiado y no soy la misma que hace 11 meses» ABC

Tras recorrer media Europa en once meses, Elena Fernández se ha acostumbrado al frío de Baviera y teme los 40 grados sevillanos. Menos de una semana le hizo falta a la estudiante de Periodismo para superar los nervios que tenía los días previos a su partida al país germano, cuando le confesaba a sus amigas que no se sentía preparada para vivir esta experiencia. En pocos días, sin embargo, la joven de 24 años convirtió su residencia de estudiantes en su segunda casa y a sus amigos Erasmus, en su familia.

Fernández ha cambiado su forma de ver la vida y reconoce tener «nostalgia anticipada». Su miedo a la vuelta es todavía mayor que el que sentía en julio del año pasado: «Me genera verdadero pánico olvidar todo lo que he cambiado, madurado y aprendido, y volver a acomodarme en la Elena que era hace 11 meses».

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