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«VI CÓMO DEJÓ DE RESPIRAR»

«Estoy convencida de que a mi marido le pusieron una inyección letal en el Virgen Macarena»

La Fiscalía pide una pena de tres años de prisión para la enfermera que suministró al paciente una dosis de cloruro potásico

La esposa y las hijas de José Luis Carballar, junto a una imagen del fallecido RAUL DOBLADO

Amalia F. Lérida | S. Tubio

La esposa y las hijas del hombre que falleció, fulminantemente, en septiembre de 2016 en el hospital Virgen Macarena de Sevilla después de que una enfermera le pusiera una inyección , se encontraban agotadas, angustiadas, desesperadas y lo que es peor aún, sin saber qué le ocurrió a José Luis Carballar Crespo. Así se mostraron durante un encuentro con ABC después de que no hubieran podido, hace ya casi dos años, darle sepultura a su familiar tras 39 días en el mortuorio del Virgen Macarena.

En quince minutos pasó de estar desayunando, bromeando y poniéndose perfume tras afeitarse y pelarse él mismo a yacer muerto dentro de una funda de plástico con cremallera y la cara de un color rojizo oscuro con puntos negros.

Isabel López, su viuda , dijo en su momento a ABC que «estoy convencida de que a mi marido le pusieron una inyección letal porque yo vi cómo dejó de respirar».

Tanto ella como las dos hijas del matrimonio, Raquel y Elizabeth Carballar, narraron ayer el «horror» que pasaron por la muerte repentina, el trato recibido por el personal sanitario, el trabajo que les ha costado que le entregaran el historial médico y diferentes informes de su padre, y la cantidad de incoherencias y descoordinación que han detectado. Hasta tuvieron que sufrir la humillación de que un médico llamara al personal de seguridad por el revuelo que se formó en la planta, dada la sorpresa que causó la muerte repentina de José Luis.

Entre las cuestiones que las tienen «con la mosca detrás de la oreja» citan la existencia de un informe que refleja cómo el padre tuvo la mañana del 6 de septiembre un cuadro grave en la habitación «cosa que no es cierta porque yo estaba allí y mi marido se encontraba divinamente tras su operación» por un pólipo colónico adenoca de recto.

«Estaba tan campante, muy animado se bebió un café con leche, se comió 8 galletas y allí no pasó nada de nada hasta que la enfermera le inyectó lo que dijo era un protector de estómago» agregó la mujer.

«¡Niña qué me has puesto, que me quema...!»

«Entonces se puso a gritar: ¡Niña qué me has puesto, que me quema, me quema...! y cayó fulminado para detrás con una sacudida del cuerpo, con los ojos vueltos y la cara amarilla. La enfermera, tras escuchar que le quemaba el brazo, salió despavorida de la habitación sin auxiliarlo», detalla Isabel no sin antes criticar la poca profesionalidad de «esta mujer de unos 30 años» que «dejó el inyectable encima de la cama en vez de en una bandeja o lugar más higiénico y apropiado».

Otro dato que las tiene en vilo, además de las cortapisas que han encontrado a la hora de obtener los informes médicos, es que uno de los facultativos les dijo, antes de que se realizara la autopsia, que probablemente la muerte haya sido por parada cardiorrespiratoria, «dato exacto que luego salió en la autopsia una vez finalizada». A eso hay que sumar que ya Elizabeth una mañana que fue a ver a su padre detectó que el gotero estaba vacío y que nadie había ido a cambiarle el bote.

Otro ejemplo es que en uno de los informes se habla de que el día 6 por la mañana se le iba a hacer una análisis de sangre «cosa que no nos consta porque, de ser así, le hubieran dicho que no desayunara». La desconfianza de la familia es tal que, además de haber puesto una denuncia en el juzgado, ha pedido una segunda opinión a un experto privado como es el médico forense Luis Frontela que va a analizar las vísceras de José Luis, cuando el juez de Instrucción número 6, que es el que conoce del caso, lo autorice.

Porque el juzgado ha abierto una investigación por un presunto delito de homicidio por imprudencia grave y va a llamar a declarar a todos los profesionales sanitarios que tuvieron que ver con la atención al difunto.

A todo este sufrimiento inesperado la familia suma el que pasó el enfermo como consecuencia de la falta de limpieza en la habitación y el trato de gran parte del personal sanitario.

Como a otros enfermos también le afectó la carencia de medios humanos y materiales suficientes que tiene el hospital, máxime a principios de septiembre cuando, como todos los años, está en vigor el plan de verano, que no es más que la falta de sustituciones y el cierre de camas, argumentando que en esas fechas estivales baja la demanda.

«Como sería —sigue Isabel— que él mismo dijo que iba a poner una hoja de reclamaciones cuando saliera de lo mal que lo pasó y yo misma me tuve que llevar las sábanas para lavarlas de lo que le raspaban».

La viuda llora la muerte del marido y los años que le quedaba jubilado y joven aún para disfrutar de la vida, ya criadas las hijas, las cuales advierten de que llegarán a donde tengan que llegar para saber qué pasó.

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