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La Guardia Civil asalta por error la casa de dos ancianos en un registro antidroga

La Guardia Civil asalta por error la casa de dos ancianos en un registro antidroga

María, de 60 años de edad, asegura que aún dormía cuando la Guardia Civil irrumpió hace justo una semana en la puerta de su casa de la calle Manzanilla, en el barrio Ibarburu de la zona sur de Dos Hermanas. Eran las siete de la mañana cuando, según cuenta, escuchó ruidos. «Estaba acostada y sentí unos porrazos. Me iba acercando a la puerta cuando, de repente, entraron corriendo al menos diez hombres con capuchas en el interior de mi casa», recuerda María. Dice que su marido Francisco, de 64 años de edad, padece «algo de sordera» de ahí que «si nos hubiéramos enterado, me hubiera asomado al menos por la ventana para ver qué pasaba».

Cuando los efectivos entraron en su casa, María se agachó en mitad del pasillo. «Me quedé quieta sin levantar si quiera la cabeza y luego, ellos me llevaron al sofá del salón», explica. Relata que a su marido lo trasladaron a una habitación que usan como «cochera de chismes», donde se hizo «una pequeña herida en la ceja». Ella escuchó los gritos de la Guardia Civil: «¡al suelo!», que se dirigían hacia su hijo, de 23 años, que permanecía en su habitación. Levantaron entonces, según recuerda María, la cama hacia arriba al tiempo que pedían las llaves para abrir el acceso que da al patio. «Rompieron una maceta de plástico como buscando algo, pero salieron al momento», señala. Fue entonces cuando dos efectivos «que parecían los jefes» se dirigieron al matrimonio para hacerles saber «que se habían equivocado de casa».

El supuesto error en el registro obedece, según creen, a que en la misma calle, hay duplicidad de números, de tal forma que la residencia de María, el 13, coincide con otra casa situada al final de Manzanilla, donde se ubican las viviendas sociales pegadas al Cerro Blanco y que también figura con el número 13.

«En esta calle hay dobles números, y por eso, se habrán equivocado. Yo con los mismos nervios del momento -añade- les respondí que de qué le servía la placa si no iba a pedir perdón por lo ocurrido y al resto de vecinos por lo que habían armado en la calle. Que somos pobres, pensionistas, pero honrados», manifiesta María. Reconoce que no se produjeron destrozos importantes en el mobiliario, salvo «los propios de revolver un poco la casa», aunque «no llegaron a registrar ni siquiera mi cuarto porque se darían cuenta del error».

María se hizo daño durante la actuación de los agentes, pero desmiente que haya habido ningún tipo de agresión como se comenta en el barrio. «Se ha salido un hueso de su sitio, y tendré escayola por un tiempo». No sabe a ciencia cierta cuando se lesionó el brazo derecho, sólo que fue la misma Guardia Civil que, una vez advertida de la dolencia, condujo a la pareja al Hospital de Valme, donde María relató todo lo ocurrido en el parte médico.

El Ayuntamiento pagará

El matrimonio, que dice que ya ha presentado una denuncia por los hechos, ya ha pedido al Ayuntamiento que tome las medidas oportunas para que resuelva el asunto de los números dobles. Será el Consistorio también quien les arregle, según apuntan, la puerta de entrada, deteriorada a raíz de lo ocurrido.

Sin embargo, fuentes de la Guardia Civil, aseguraron ayer a este periódico, que el registro domiciliario por droga practicado no fue equívoco y que lo realizó la Guardia Civil de Cádiz, en colaboración con efectivos de Sevilla. Las mismas fuentes no quisieron valorar los hechos al entender que lo ocurrido se encuentra «judicializado» bajo secreto sumario, aunque sí detallaron que los propietarios de la vivienda en cuestión «no quisieron abrir cuando se les ordenó» y que incluso «resistieron tras la puerta empujando para evitar la entrada de los agentes».

Mientras, los vecinos lamentan el «enorme susto» que el episodio ha causado en la pareja, que apenas pega ojo desde lo ocurrido, y que, a raíz de la supuesta confusión, los verdaderos propietarios del «kiosko» ya habrán llevado sus «polvos pica-pica» a otra parte. Son vecinos de El Chaparral, Ibarburu y Los Montecillos que llevan años alertando sobre la inseguridad que sufren en sus calles. Viven en la barrera de la Zona Sur de Dos Hermanas, junto a la Costa del Sol, Miravalle y La Jarana, y son la vía de paso del barrio de Cerro Blanco, reconocido por sus negocios de narcotráfico entre clanes familiares. Operan en los aledaños y disponen de enlaces con la capital hispalense, principalmente en las Tres Mil, e incluso con grupos internacionales, atendiendo a los resultados de las detenciones policiales contabilizadas en los últimos tiempos.

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