El heredero de Villalón saca a la luz documentos inéditos del poeta ganadero

SEVILLA. Fernando Villalón fue un personaje extraño para su época. Nacido en el seno de una familia adinerada y aristocrática, propietarios de las mejores fincas entre Morón y Lebrija, Fernando Villalón dilapidó el patrimonio familiar en busca de un sueño en forma de toro, al mismo tiempo que realizaba una carrera literaria que quedó difuminada por su propia leyenda.
Miguel Oliveros es hoy el heredero universal de Villalón, según consta en el testamento que celosamente guarda, y en el que Fernando Villalón designa heredera universal a Concepción Ramos, tía de Miguel Oliveros y compañera sentimental del poeta durante los últimos trece años de su vida.«Mi tía Concha vivía en la Puerta de la Carne y se conocieron porque él pasaba por la puerta de su casa. Mi tía era una mujer guapísima, alegre y que le dió a Villalón un poco de centro a su vida».
Villalón, que había heredado a la muerte de sus padres el título de Conde de Miraflores de los Angeles por ser el primogénito de la casa, nunca llegó a contraer nupcias con Concha Ramos, «ellos eran los dos solteros, no tenían problemas y podían haberse casado, pero yo creo que Villalón no quería dejar a mi tía con todas las deudas y los acreedores».
La herencia
Al morir su padre, Fernando Villaón heredó, además del título, una serie de grandes fincas de olivar, situadas en Morón, Lebrija, Coripe y Algodonales. Entre estas propiedades estaba una de las mejores de Morón, «La Reunión», a las que se suman «Mayorazgo», «El Vicario», «Jardal Bajo», «Cortijo Sierra», así como dehesas como «El Huerto y Nava» y «La Higuera». En Lebrija herederó algunas sitas en las marismas como «Isla Tarfía», «La Ciñuela» y «Bazorque». «La mitad de la finca «La Reunión» -dice Oliveros- la vendió a cambio de siete dehesas. Su pasión eran los toros y los caballos, lo que más quería era estar en el campo, Pero descuidó mucho la gente que le rodeó».
Según consta en el documentos que obran en poder de Miguel Oliveros, en el año 1918 Fernando Villalón tenía más de un millón de pesetas en ganado. «El Cortijo de la Sierra lo vendió por 450.000 pesetas a Fernando Cámara. Era en realidad una persona muy caprichosa, y según decía, incluso su hermano Jerónimo, estuvo rodeado de algunas personas que, sin ningún pudor se llevaba animales y bienes de sus casas. El era muy generoso».
Los documentos y enseres
La compañera de Villalón, Concepción Ramos murió en 1980 y Miguel Oliveros se hizo cargo de los enseres que dejó, en calidad de su heredero.
Con ellos ha hecho un pequeño museo personal en su casa del Barrio de Santa Cruz, y en él tutela cartas que recibió el poeta de escritores como Vicente Aleixandre, José Bergamín (que fué albacea testamentario de Villalón), Rogelio Buendía, Dámaso Alonso, Luis Cernuda, Rafael Alberti, Rafael Laffón, Emilio Prados, Eugenio D´Ors, Romero Murube, Juan Chabás, Adriano del Valle, Maruja Mallo, «que le dice que envía dibujos y fotos de sus cuadros», con destino a la revista «Papel de Aleluyas» que editaron Villalón y Adriano del Valle.
«Guardo hasta un diario que escribió su padre desde que Fernando Villalón nació hasta que cumplió los tres años. En él apuntaba cuando dió su primer paso, cuando pronunció su primera palabra, en qué dispensario le pusieron las vacunas. Es muy interesante». También guarda las notas escolares de Villalón de la época en que coincidió con Muñoz Seca y Juan Ramón Jiménez en el colegio San Luis Gonzaga del Puerto de Santa María.
«Mi tía siempre tuvo muy buenas relaciones con Jerónimo, el hermano de Fernando. Recuerdo que me contaba que fue el hermano quien le dijo que se fuera a Madrid porque aquí los acreedores le estaban rondando, y él, con lo que le gustaba el campo, se tuvo que ir a Madrid por el año 1929. Antes de irse vendió un Zurbarán y un Murillo que había prestado para el pabellón de Bellas Artes de la Exposición del 29».
En Madrid se instalaron en una casa de la calle Reina Victoria, número dos, «un piso que puso a nombre de mi tía», y allí murió el 8 de marzo de 1930, «incluso tengo aún las radiografías que le habían hecho del riñón, y que mi tía también guardó».
La leyenda de las espuelas
Dice la leyenda que Villalón llevaba espuelas de plata, y que como dijo en su verso, quería que le enterraran con ellas:
Que me entierren con espuelas
y el barboquejo en la barba,
que siempre fue un mal nacido
quien renegó de su casta
«Pues sí le enterramos con las espuelas, pero no las llevaba de plata, sino normales, mire aquí las tengo, incluso están sin limpiar, aún tienen el barro de la marisma», señala Oliveros.
Sobre las espuelas, dos cabezas, la del toro «Marinero» de la ganadería de Carvajal y la del caballo «Gavilucho», que murió a manos del astado. «Eso fue un día en que estaban haciendo faenas de acoso y derribo en el campo y a Villalón se le partió al garrocha y el toro cogió al caballo. El lo disecó en memoria de su montura, porque tenía pasión por ese caballo».
Entre los recuerdos que guarda el sobrino de Concha Ramos se encuentran el carnet de expositor de la Exposición del 29, el carnet de conducir que es del año 23, una cédula personal del año económico del ayuntamiento de Sevilla donde en la profesión se indica: propietario.
Y, entre los objetos personales, además de las espuelas, una pipa que tiene forma de cabeza de toro, el mechero, un abaco para medir la recogida del trigo, y tres medallas muy curiosas que Villalón usaba para hacer espiritismo. «Era muy supersticioso, y además hacia magia. Incluso tengo una carta en la que le citan para una reunión de magos, y está firmada por un mago. Incluso tengo su medalla de Isis». Lápices, lacres, fotografías, y una de ellas, en la que se ve en el campo pero sin vestir de corto, en la que con su letra Villalón escribió: «Foto de Fernando Villalón 3000 años después de haber sido barquero en el Nilo».
«Papel de Aleluyas»
La revista literaria «Papel de Aleluyas» consiguió tirar unos nueve números, siete de ellos en Huelva y uno o dos en Sevilla. «Aquí tengo las suscripciones a la revista firmadas por Manuel de Falla, Ignacio Sánchez Mejías, Francisco Ayala, Llorens y Franco. Valía la suscripción seis pesetas. Tiraron siete en Huelva porque Buendía se preocupaba de corregir y de maquetar, pero un día se cansó y en esta carpeta le envío los originales». La revista no volvería a editarse.
Era un personaje singular y buena prueba de ello es la anécdota que sucedió cuando murió su administrador, «Don Hipólito. Resulta que lo llevaron a enterrar a San Fernando y el cementerio estaba cerrado. Entonces lo devolvieron a la casa de San Bartolomé, donde vivía. Villalón dijo que ni hablar, que allí muertos no quería, como era tan supersticioso..., y le dió al cochero mil pesetas de la época para que diera vueltas toda la noche y así al día siguiente volviera al cementerio. Así era Villalón».
«Persona muy generosa» Todos los papeles y el pequeño museo de Villalón que hoy custodia Miguel Oliveros dice que lo hizo tras la iniciativa de Salvador Távora de realizar el espectáculo sobre el poeta para la Feria del Toro. «Cuando vió lo que tenía aquí me dijo que porqué no lo ordenaba, y así lo he hecho. Ahora supongo que lo que falta es que su obra literaria esté por encima de su leyenda, porque fue un gran poeta del 27, una persona muy generosa y, sobre todo alguien para quien el toro y el caballo fue casi todo».
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