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La historia de dos refugiados y su relación de amor con Sevilla

La libia Sarah Ahmed y el palestino Muhhanad Dughem cuentan cómo huyeron de sus países y su proceso de integración en la capital andaluza

La libia Sarah Admed -a la izquierda- y el ingeniero y músico palestino Muhhanad Dughem JUAN FLORES
María Jesús Pereira

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En Sevilla, casi 12.000 refugiados y solicitantes de asilo han sido desde 2015 beneficiarios del sistema nacional de acogida, lo que les garantiza alojamiento, manutención, asistencia jurídica, asistencia psicológica, atención social y asesoramiento durante 18 meses, o 24 meses si se trata de personas con especial vulnerabilidad. Entre ellos está la libia de 42 años Sarah Ahmed Khweld i y sus dos hijos, así como Muhhanad Dughem, palestino afincado en Siria. Ellos cuentan a ABC cómo fue la huida de sus países y cómo se han integrado en una sociedad como la sevillana.

Sarah, la madre coraje libia

En 2014, la libia de 42 años Sarah Ahmed Khweldi, viuda desde los 26 años, decidió dar uno de los pasos más importantes de su vida al dejar su país a raíz de los bombardeos en Trípoli. «Los misiles llegaban de todas partes, no respetaban zonas residenciales ni colegios. Aquello era un caos. Las milicias extremistas o fanáticos radicales se ensañaban con las mujeres y no sólo te exigían llevar hiyab (velo), sino también las abayas (túnicas) negras sobre tu ropa», explica Sarah, quien desde los 9 a los 18 años se crió en Madrid y acudió a un colegio bilingüe porque su padre trabajaba en el Banco Árabe Español (Aresbank).

«Yo soy viuda y conducía, pero ya sólo me atrevía a salir lo esencial porque a veces los fanáticos radicales pegaban a mujeres o les tiraban de los pelos si no llevaban hiyab. Además, comenzaron los problemas de suministro de luz, agua y gasolina», indica.

Sarah, en su domicilio de Sevilla JUAN FLORES

Para repostar gasolina tenía que conducir 40 kilómetros », recuerda Sarah, quien en una ocasión fue a la estación de gasolina con su hija, de 12 años, y a su hijo, de 15 años. Sucedió aquel día algo que le hizo tomar la drástica decisión de convertirse en una refugiada. «Había controles y nos pararon cuando íbamos a repostar gasolina. Me preguntaron por qué mi hijo no estaba con las milicias. Lo sacaron del coche, miraron su móvil y vieron que tenía de fondo de pantalla a un rapero con la bandera americana. Se lo recriminaron y querían llevárselo. Finalmente -dice- me devolvieron a mi hijo y retornamos a Trípoli sin repostar. Mis hijos estaban histéricos. A los dos meses salimos de Libia en taxi y recorrimos 1.500 kilómetros hasta llegar a Túnez».

Cuando Sarah -que habla árabe, español, francés e inglés- llegó con sus hijos a Túnez pidió el visado español «porque si hubiera solicitado asilo hubiera tardado mucho tiempo. Mi hermano mayor está casado con una española y nos dieron una carta de invitación a España. La embajada -rememora- nos pidió todo tipo de documentos para certificar que no pensábamos quedarnos en España, como mi sueldo en la empresa petrolífera Total o documentos de propiedades en Libia. Después de dos meses y medio en Túnez nos dejaron pasar y viajamos a Barcelona, donde estuvimos dos días y nos dirijimos a Burdeos para pedir asilo en Francia».

El país galo dijo que España tenía que hacerse responsable de ellos y cinco meses después los deportó a nuestro país. «Cuando en abril de 2015 llegamos al aeropuerto de Barajas yo no tenía un céntimo. Con el poco saldo que me quedaba en móvil llamé a la ONG jesuita Fundación Entreculturas y les conté mi situación desesperada . Me recogieron en el aeropuerto y el padre Agustín nos recibió con todo el amor del mundo. Estaremos agradecidos eternamente a los jesuitas por la ayuda que nos prestaron en ese momento tan delicado. Llamaron al Samur y nos llevaron a un centro de acogida para inmigrantes porque no había plazas en el centro de refugiados. Allí estuvimos hasta julio de 2015, cuando nos enviaron al Centro de Acogida de Refugiados de Sevilla».

Sarah, que usa hiyab, explica que su hija Nour Essam Zeyddan, que cursa ahora 3 de la ESO en un instituto de Sevilla, y su hijo se han acoplado muy bien. La familia, a la que se le ha dado protección subsidiaria en lugar del estatuto de refugiado, agotó todas las ayudas públicas previstas pero hoy Sarah trabaja en la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) como recepcionista. «Mi idea es vender un piso que tengo en Trípoli para comprarme uno en Sevilla porque aquí estamos encantados. Soy una enamorada de Sevilla y me gusta hasta el calor que hace aquí. No lo cambio por otro sitio. Cuando llegué aquí sentí que Sevilla era mi lugar. Esta ciudad es perfecta porque su gente es alegre y abierta, no es grande ni pequeña, se vive muy a gusto y creo que es una ciudad muy buena para criar aquí a mis hijos adolescentes», dice esta libia afincada en la capital andaluza.

Sarah y su hija Nour JUAN FLORES

El relato del viaje desde Libia hasta llegar a Sevilla ha sido recogido por su hija en un libro publicado con el título de « Nour: la historia real de una niña refugiada». Los beneficios de la venta del libro son destinados a la Fundación Entreculturas de los jesuitas. Nour explica que «el libro está contado en primera persona, recogiendo mis pensamientos y vivencias, para que la gente sepa qué significa ser refugiado. Cuando llegué a Sevilla estaba harta de moverme de un lado para otro. No sabía si merecía la pena hacer amigos porque no sabía cuánto tiempo iba a estar aquí. Me daba miedo cogerle cariño a personas que después no iba a volver a ver más».

Esta adolescente, que se debate entre ser doctora, abogada o azafata, confiesa que le gustaría quedarse a vivir en Sevilla, aunque admite que echa de menos a su familia de Libia. «Por una parte me gustaría volver a Libia porque llevo mucho tiempo sin ver a mi familia paterna pero no me gustaría volver a vivir allí. Sé que si volviera echaría mucho de menos a Sevilla porque aquí he hecho muy buenos amigos», indica Nour, a la que le gustaría vestir de gitana en la Feria, algo que no ha hecho aún «porque estos trajes con muy caros».

Sobre los últimos atentados cometidos por extremistas islámicos, dice que «no es culpa de los musulmanes que haya gente que esté mal de la cabeza matando a otra gente llamándose musulmán. Además, resulta curiosos que cuando han tenido a algunos terroristas muchos no eran de países árabes ni eran musulmanes».

Muhhanad, el ingeniero que huyó de Alepo

El ingeniero eléctrico y músico Muhhanad Dughem JUAN FLORES

El ingeniero y músico palestino Muhhanad Dughem, de 31 años, saltó a los medios de comunicación en 2016 cuando se ofreció en Sevilla a dar clases gratis de matemáticas, física, árabe, inglés o laúd en agradecimiento por la acogida recibida. Dio clases de árabe a un niño sevillano que quiso aprender el idioma porque tenía un amigo musulmán en clase. Hoy Muhhanad es muy amigo de los padres de su pequeño alumno.

Él es de origen palestino y residía con su familia en Alepo (Siria), a donde llegó como apátrida. Con la guerra de Siria, volvió a convertirse en un desplazado. Muhhanad, licenciado en ingeniería eléctrica, era profesor de la Universidad de Alepo y trabajaba en la empresa francesa Schneider cuando se produjeron detenciones de parte del claustro y de buen número de alumnos de la Universidad, lo que le obligó a salir en 2013 de Siria para ir a Argelia.

Terminó en Melilla, donde solicitó asilo y fue alojado en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI). Se enroló con voluntario para asistir a los niños del CETI y a otros refugiados. Allí conoció a 3 ó 4 españoles con los que trabó amitad, entre ellos a Juan Arcos, «uno de las primeros que me ofreció amistad. Hemos hecho tanta amistad que incluso ha ido a ver a mi familia a Suecia con una amiga. Es -dice este refugiado- como un hermano para mí».

En 2015 llegó a Sevilla, mientras que sus padres y hermanos lograron salir de Siria y llegar a Suecia , donde ahora viven. «Aquí estoy genial. Espero no tenerme que ir por motivos de trabajo porque la verdad es que me encantaría quedarme en esta ciudad», indica Muhhanad, quien en 2016 comenzó a hacer en la Escuela Superior de Ingenieros de Sevilla un máster de un año.

«Triana, uno de mis lugares preferidos»

«Me siento muy bien en la ciudad aunque para una total integración hace falta tiempo. Cuando me independicé decidí vivir en Triana, cerca del puente, porque es uno de mis lugares preferidos junto con otros dos sitios de Siria. Nunca hubiera soñado vivir allí», añade este palestino, al que la ayuda económica del Gobierno se le terminó en mayo de 2017, cuando le faltaban algunos meses para terminar el máster de ingeniería eléctrica.

Muhhanad participa ahora en cuatro grupos de música ABC

«En diciembre de 2017 terminé el trabajo fin de máster de la Escuela Superior de Ingeniería bajo el título la reconstrucción de las infaestructuras eléctricas de la ciudad de Alepo. Elegí ese tema porque me gustaría participar en la reconstrucción de mi país pero no quiero volver allí porque estoy pasando en Sevilla uno de los mejores años de mi vida. Me gusta la ciudad y su gente, creo que es un buen ejemplo de humanidad, de amistades reales».

Muhhanad hace hincapié en la especial ayuda que le ha prestado durante el máster Domingo Borrero, ingeniero eléctrico «al que conocí por casualidad y me invitó rápidamente a su casa. Con su familia pasé las navidades sólo dos meses después de conocerle. Eso no lo olvidaré nunca».

Ahora trabaja como recepcionista en la ONG CEAR a la espera de tener un trabajo acorde con su formación académica y su experiencia profesional. «Tengo cinco años de experiencia como ingeniero, tanto en asistencia de dirección de obras, ventas y obras, como profesor universitario y como músico. Además, he trabajado también como traductor en la producción Nacido en Siria, que ganó el premio al mejor cortometraje de 2016Ì.

Actividad musical

Cuando estudiaba en la Universidad de Alepo aprendió a tocar el laúd, un instrumento que ha sido como un bálsamo para é l y que le ha abierto las puertas a actividades culturales en Sevilla. «Dentro de mí siempre he llevado la música, me encanta la fusión de la música árabe y la medieval europea. Ahora participo en cuatro grupos de música. Con uno de ellos actué por primera vez este año en las Noches en los Jardines del Real Alcázar, otro sueño realizad o». Como dejó su laúd en Argelia antes de viajar a Melilla para pedir asilo, el músico Chema Cortés le dejó uno , un gesto que nunca olvidará.

Le gusta la Semana Santa como «una manifestación cultural» pero lo que de verdad le encanta es la Feria, donde incluso baila sevillanas. «De España he aprendido un montón. Veo que ha sido un país que sufrió mucho por la Guerra Civil pero se ha levantando otra vez y conserva todos los sitios hermosos», concluye.

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