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Reloj de arena

Los Incansables de Torreblanca: Qué músicos serán esos...

Fueron hijos del agobio de una época muy cortita en la que intentaban aliviar un salario base nada generoso

Los Incansables de Torreblanca Yo me crié en Triana / Facebook

Félix Machuca

Tenía El Pali unas sevillanas dedicadas a unos músicos horrendos, inhábiles con las corcheas y de hierro calado para el compás que, según la letra del trovador de Sevilla, eran conocidos como la Banda de la Sopa . He intentado saber quiénes fueron esos músicos que tan malamente tocaban. Y mientras unos dicen que era una banda que tocaba por un plato de sopa, otros apuntan directamente a Los Incansables de Torreblanca . Ninguna de las dos versiones parece ajustarse a la realidad. Y una nebulosa de leyenda urbana envuelve la génesis de la Banda de la Sopa. Pero en ningún caso, los músicos que integraban el grupo Los Incansables de Torreblanca, tuvieron nada que ver con aquellos desaplicados musicantes. Los músicos que a finales de los setenta y ochenta integraron la banda de Los Incansables fueron los reyes del chimpún. Y te sorprendían, inopinadamente, en una terraza de Luis Montoto, en el patio de San Laureano o en una boda, bautizo o comunión de la época. Los hermanos Quero de Morón de la Frontera junto con el emblema de la banda, Pepe Carrasco , bizcotela de Torreblanca y percusionista del grupo, se hicieron famosos en una Sevilla que veía en Los Incansables la metáfora callejera de un grupo nacido para el tremendismo musical.

Todo en aquellos años tenía, como los buenos jamones con los que soñaba Camarena, su veta irreverente de tremendismo. Y, en ese sentido, Los Incansables lo bordaban. Mientras que en Los Remedios se flambeaba con coñac los años más espectaculares del rock andaluz, por el laberinto marginal de Torreblanca emergía un grupo que ni aspiraba a conocer a la ragazza del elevatore ni a sentarse en el estanque de los lotos. Nunca soñaron con besos por el Callejón del Agua. Ni tampoco tuvieron un lago donde reflejar sus sueños. Fueron, eso sí, hijos del agobio de una época muy cortita a final de mes e intentaban aliviar las secuelas de un salario base nada generoso con lo que levantaban con sus actuaciones.

Y fueron tan generosos que cuando se ponían a tocar parecían incansables. Duraban y duraban y duraban cantando y tocando hasta las claritas del día. Ricardo Pachón los llevó a una poderosa casa de la plaza de San Pedro, propiedad de una potente familia aceitera de la Sierra Sur, para que animaran la velada. Un querido amigo de gallosa presencia los invitó a la celebración de su boda en el Visir para que estos ojos vieran cómo se arrancaban a bailar rostros tan serios como los de Ángel Peralta o Santiago Herrero . Diego Ruiz , batería de Storm y luego percusionista con Los Bombines, coincidió con ellos en dos actuaciones en diferentes hoteles sevillanos. Y los describe como gente sanísima, sencilla y humilde, Pive Amador , en una de sus geniales definiciones, me comentó alguna vez que Pepe Carrasco era Bambino tocando la batería.

Su tremendismo se puso de moda y la gente saltaba con ellos más que con un ataque de nervios de Paquito Chocolatero. Tocaban todos los palos. Nunca mejor dicho lo de palos. Sevillanas, pasodobles, rumbas. Y hasta se atrevían en inglés con los Beatles. Opening no hubiera quebrado si llega a tener a Los Incansables como alumnos de aquella academia de idiomas. Cantaban en puro keo, tangándose con una lengua de la que no sabían decir ni gracias. Tampoco es que los profesionales dominaran mucho el inglés en el que cantaban. Memorable fue el «Get you to kneex» de Los Canarios con un Teddy Bautista tuneando la fonética para cantar: extracto de pollo en lata…

Conscientes de sus limitaciones musicales pero siempre dispuestos a darlo todo por la patria de la alegría y la fiesta, sus actuaciones eran casi de sol a sol. Ricardo Pachón confirma que el mejor combustible que tenían para aquellas noches incansables era el vino de Málaga, quizás lo más dulce que paladeaban sus duras vidas. María Luisa Quero , hija del clarinetista, muerto hace diez años, me comentaba que veía a su padre llegar a casa tras tocar durante toda una noche en la feria de Brenes para irse a vender cupones sin tan siquiera dar una cabezada. Tiempos duros. Aquella banda parecía que trabajaba en bucle y Paco García , bajista de la orquesta Formas, se maravillaba de que, incluso, con los tres o cuatro rezagados de la noche, ellos seguían dedicándole su música para que bailaran solos o con el cubata en la mano.

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