ABC La infanta Margarita: un símbolo de España
Arte y demás historias

La infanta Margarita: un símbolo de España

El esquema del retrato cortesano solía presentar a la figura de cuerpo entero, siendo el pintor el encargado de transmitir la imagen real y dotarla de toda la majestad y empaque posibles

Bárbara Rosillo
Bárbara Rosillo
Diego Rodríguez de Silva Velázquez. La infanta Margarita de blanco y plata. 1656. Kunsthistorisches Museum. Viena. Wikimedia Commons
Diego Rodríguez de Silva Velázquez. La infanta Margarita de blanco y plata. 1656. Kunsthistorisches Museum. Viena. Wikimedia Commons

Velázquez pintó a la pequeña Margarita cinco veces en unos diez años, siempre luciendo espectaculares atuendos, tal y como correspondía a su condición

Cada país tiene símbolos por los que es reconocido universalmente. En España uno de ellos lo representa la pequeña infanta Margarita de Austria, protagonista de La familia de Felipe IV, popularmente conocido como Las meninas. El gran lienzo fue pintado por Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, pintor de cámara de Felipe IV, en su estudio del alcázar de Madrid en 1656. Las meninas está considerada una obra cumbre del arte universal y un punto y aparte en la historia de la Pintura. En mi modesta opinión, es un cuadro que provoca una profunda emoción en el espectador, ya que todos sus personajes, desde la niña hasta el perro, parecen estar 'vivos' ante nosotros, llegando a percibir incluso el aire que respiran. La palabra menina es una voz portuguesa con la que se aludía a las jóvenes damas que asistían a la reina y las infantas en la corte española.

Diego Rodríguez de Silva Velázquez. Las meninas o la familia de Felipe IV. 1656. Museo Nacional del Prado. Madrid. Wikimedia Commons
Diego Rodríguez de Silva Velázquez. Las meninas o la familia de Felipe IV. 1656. Museo Nacional del Prado. Madrid. Wikimedia Commons

En el centro de la composición se encuentra la infanta de cinco años de edad, asistida por sus damitas María Agustina de Sarmiento e Isabel de Velasco. Las tres lucen el guardainfante, un atuendo preceptivo en determinados actos cortesanos durante el reinado de Felipe IV. Margarita lleva un vaquerillo, confeccionado en seda color crudo con decoraciones en negro compuesto por jubón (cuerpo) y basquiña (falda). Un vestido excesivamente rígido y pesado para una niña tan pequeña, por lo que no sería el tipo de traje que usaría a diario. Su peinado es sencillo, con raya a un lado y adornado con un precioso lazo rojo. En el pecho luce un joyel de filigrana y esmalte con lazos de tela, también rojos al igual que en las muñecas. El colorido es elegantísimo, fondo blanco con toques rojos y negros. La infanta luce el mismo vestido en otro retrato del mismo autor y fecha. Este último tuvimos el privilegio de verlo en Sevilla con motivo de la exposición Velázquez. Murillo. Sevilla, en el Hospital de los Venerables, sede de la Fundación Focus.

Volviendo a Las meninas, conocemos la identidad de todos los personajes que aparecen en la composición. A la izquierda de la infanta se encuentra María Agustina de rodillas ofreciendo a la niña un búcaro con agua. Lleva jubón de raso de seda con mangas de doble puño y basquiña oscura con franjas en la parte inferior, mientras que doña Isabel porta jubón y basquiña de seda gris. La ornamentación en hilo de plata u oro, ya fuera verdadero o falso, o con otros materiales en la parte inferior de las faldas fue una constante a lo largo de todo el siglo XVII. No solamente se decoraban las faldas exteriores, sino que la denominada 'pollera', falda interior que se disponía sobre el guardainfante, también podía desplegar lujosas ornamentaciones según hemos podido constatar en diversas cartas de dote de la época. Las mangas de ambas damitas son acuchilladas, un tipo de manga abierta que permitía asomar la camisa. Sobre el jubón se desplegaba una amplia valona blanca, un tipo de cuello que se disponía sobre el escote, en cuyo centro la moda mandaba colocar un broche. En el presente caso las dos meninas no llevan peluca, pero su melena aparece muy trabajada y adornada con mariposas de gasa. La infanta María Teresa también lleva este precioso adorno en un pequeño retrato, también de la mano de Velázquez. que se conserva en el Metropolitan de Nueva York.

Diego Rodríguez de Silva Velázquez. María Teresa, infanta de España. Hacia 1651-1654. Metropolitan Museum. Nueva York. En 1660 la hija de Felipe IV y su primera mujer, la francesa Isabel de Borbón, contrajo matrimonio con su primo hermano por partida doble Luis XIV.
Diego Rodríguez de Silva Velázquez. María Teresa, infanta de España. Hacia 1651-1654. Metropolitan Museum. Nueva York. En 1660 la hija de Felipe IV y su primera mujer, la francesa Isabel de Borbón, contrajo matrimonio con su primo hermano por partida doble Luis XIV.

El esquema del retrato cortesano solía presentar a la figura de cuerpo entero, siendo el pintor el encargado de transmitir la imagen real y dotarla de toda la majestad y empaque posibles. Velázquez siguió puntualmente dichos preceptos, pero dotó a sus personajes de una innegable humanidad. Para los reyes del Antiguo Régimen era de importancia capital contar con buenos pintores a su servicio. De hecho, cuando llegó Felipe V a ocupar el trono español en 1701 quedó desagradablemente sorprendido al comprobar que en la corte madrileña no había en ese momento ningún pintor de categoría. Por tal motivo, hizo venir a varios artistas de Francia como Houasse o Ranc. Pero Felipe IV (1605-1665) no tuvo ese problema, ya que tuvo a su servicio a uno de los mejores pintores de la historia. Diego Velázquez trabajó para el rey desde 1623 hasta su misma muerte en 1660. Su Católica Majestad no consentía que otro artista lo retratara, posando para sus pinceles además toda su familia: sus dos mujeres, Isabel de Borbón y Mariana de Austria, y sus hijos los infantes Baltasar Carlos, María Teresa, Margarita y Felipe Próspero.

Diego Rodríguez de Silva Velázquez. La Infanta Margarita vestida de rosa. Hacia 1653-1654. Kunsthistorisches Museum. Viena.
Diego Rodríguez de Silva Velázquez. La Infanta Margarita vestida de rosa. Hacia 1653-1654. Kunsthistorisches Museum. Viena.

Velázquez no solo ocupó el puesto de pintor de cámara sino que desempeñó otros cargos. Fue aposentador de palacio y viajó dos veces a Italia por encargo de Felipe IV, gran amante de las Bellas Artes, para adquirir obras de arte para la Colección Real. Desde el regreso de su segundo viaje a Italia hasta su fallecimiento, los pequeños infantes fueron retratados en varias ocasiones por el maestro sevillano. En total, Velázquez pintó a la pequeña Margarita cinco veces en unos diez años, siempre luciendo espectaculares atuendos, tal y como correspondía a su condición. A los dos años de edad nos la muestra con un vaquerillo rosa compuesto por jubón y basquiña de brocado bordado en plata, con algún tipo de enagua o ahuecador por dentro que hiciera de sujeción. Niños y niñas vestían igual hasta los seis años aproximadamente, y a partir de esa edad lo hacían a la manera de los adultos. La infanta apoya su bracito sobre una mesa vestida donde descansa un jarrón de cristal con flores de delicada belleza. En su mano izquierda lleva un abanico, elemento propio del atavío femenino Y para rematar su cuidada presentación, porta collar, pulseras, joyel en forma de lazo y collar de pecho, todo de oro. Su carita es regordeta, propia de una niña tan pequeña, un rostro lleno de viveza que tres años más tarde mira con sus grandes ojos al espectador como protagonista de La familia de Felipe IV.

Diego Rodríguez de Silva Velázquez. La Infanta Margarita vestida de azul. 1659. Kunsthistorisches Museum. Viena. Wikimedia Commons
Diego Rodríguez de Silva Velázquez. La Infanta Margarita vestida de azul. 1659. Kunsthistorisches Museum. Viena. Wikimedia Commons

Un año antes de morir, Velázquez retrató a la infanta con un precioso vestido de terciopelo azul formado por un jubón y una basquiña sobre guardainfante. El cuerpo presenta el torso muy ceñido con amplios faldones que salen de la cintura. Las mangas son acuchilladas y nos permiten ver la camisa, mientras que en ambas muñecas lleva pulseras que rematan graciosamente en un lazo, también azul. En la mano izquierda sostiene un manguito de piel. Según cuentan algunos viajeros, las españolas gustaban de usar manguitos de considerable tamaño: «Llevan en invierno, que dura allí mucho tiempo, manguitos de tamaño extraordinario, tres veces más largos que los nuestros y anchos en proporción.» La mano derecha de la niña aparece vestida con un guante y sosteniendo el otro. Al ser los guantes un complemento de lujo podían estar confeccionados con las pieles más finas y perfumados con infusión de ámbar gris, una secreción del cachalote muy apreciada por aquellos tiempos.

Como ocurría a todas las princesas y damas de alta cuna, la infanta Margarita contrajo matrimonio por razón de Estado, siendo desposada en 1666 con su tío Leopoldo I de Habsburgo. Fruto de esta unión nacieron cuatro hijos, de los cuales solo uno, María Antonia de Austria, llegó a la vida adulta. Margarita falleció con tan solo 21 años tras el difícil parto de su cuarta hija. Su vida se truncó demasiado pronto, pero su estampa, a través de los pinceles de Velázquez, siempre será para nosotros una imagen imperecedera y un icono de España.

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