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Generación 2029

Jesús Campos: Cómo hacer útil al enemigo del planeta

Este químico trabaja en catalizadores que transformen el dióxido de carbono

Especial 90 años de ABC de Sevilla: «1929-2019. Impulso de futuro»

Campos, en uno de los laboratorios del Instituto de Investigaciones Químicas, en la Cartuja Raúl Doblado

Silvia Tubio

Pocos no sabrán que Camas es la cuna del torero Curro Romero y del futbolista Sergio Ramos. Pero también de un joven científico que gracias a su talento consiguió en 2017 una financiación europea de 1,5 millones para su proyecto de investigación , que en estos momentos desarrolla en los laboratorios del Instituto de Investigaciones Químicas perteneciente al cicCartuja. Se llama Jesús Campos (1984) y aquel reconocimiento en forma de respaldo económico que le otorgó el Consejo Europeo de Investigación vino a confirmar el talento de un prometedor científico que trabaja, desde el terreno de la química organometálica , en buscar una solución en forma de catalizadores al gran enemigo del planeta. La clave: transformar un residuo como el dióxido de carbono en algo útil como un combustible.

Jesús Campos no recuerda bien cuándo nació su vocación por la ciencia. «Mis padres me cuentan que desde pequeño ya decía que quería ser científico y que me llamaban mucho la atención las películas de ciencia ficción». Durante la carrera en la Facultad de Química de la Universidad de Sevilla (US) descubrió «la parte más artística» de esta disciplina: la posibilidad de crear moléculas complejas hasta construir estructuras desconocidas en la naturaleza. Y ahí despegó su inquietud investigadora. Tras concluir sus estudios universitarios, salió fuera a hacer un máster en química biorgánica en Inglaterra y con el doctorado sellado por la US su carrera profesional echó a andar en dos templos de la sabiduría: las universidades de Yale (EE.UU.) y de Oxford .

En 2017, el Consejo Europeo de Investigación le otorgó una financiación de 1,5 millones como uno de los talentos más prometedores

En 2016 decidió regresar con su familia a su ciudad natal. Su visión del mundo es global y no entiende de polémicas políticas sobre fronteras. Su hija había nacido en Inglaterra y su hijo, con sólo dos meses, se marchó con sus padres a EEUU. «Teníamos claro que nuestro destino era Sevilla o cualquier otro lugar de fuera de España. Y fue Sevilla porque queríamos que mis hijos crecieran con sus abuelos cerca».

Esa vinculación familiar ha hecho posible que su proyecto de investigación, que tiene el respaldo europeo, se quede en Sevilla y no haya viajado con él a cualquier otro lugar del mundo. Aunque la tentación es grande, porque este país «no es lugar para investigadores». Este joven químico lamenta, como otros compañeros de laboratorio, el poco respaldo de la Administración a la ciencia : «Es de risa lo que dedica España si se compara con otros países. Pero, además, lo poco que destinamos, lo destinamos bastante mal». La burocracia se come el tiempo para investigar mientras sus colegas extranjeros, «como en Estados Unidos», tienen libertad absoluta . A pesar de las dificultades, prefiere pensar que las cosas van a cambiar por el empuje de las nuevas generaciones y de una España, «a la que la UE le está diciendo que no puede recortar en I+D+I». Un país donde sobreviven «islas de excelencia» que permite que el conocimiento no pase de largo. Campos está poniendo los cimientos de una de ellas en Sevilla.

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