Juan Manuel Poyato: «En Rusia tratan con mucho más respeto a los españoles que fueron a la División Azul que en España»
El médico Juan Manuel Poyato, autor de «Bajo el fuego y sobre el hielo», recuerda las heroicidades e innovaciones de los médicos españoles que fueron en 1941 al letal frente ruso como «las camillas y los trineos calefactables» y «las agujas de paraguas para alinear huesos rotos

Juan Manuel Poyato , profesor de la Facultad de Medicina de Sevilla y miembro de la Academia de Cirugía y Medicina de Sevilla, es uno de los mayores expertos en sanidad militar que existen en España y una referencia internacional en el estudio ... de la medicina de guerra durante la II Guerra Mundial. Este reputado urólogo sevillano, que ha trabajado durante 24 años en el Quirónsalud Sagrado Corazón y ahora lo hace en la clínica Colón 15, es autor de numerosos artículos en español y en inglés sobre la sanidad militar y del libro «Bajo el fuego y sobre el hielo», un manual imprescindible sobre la labor de los sanitarios en la campaña de la División Azul en la que murieron uno de cada dos españoles desplazados al frente ruso. Poyato firma también uno de los capítulos del libro «26 estudios históricos sobre la División Azul» (Galland Books) que acaba de ver la luz.
Existen muchos estudios sobre la División Azul, incluso sobre los capellanes que fueron a auxiliar espiritualmente a los soldados, pero no existía ninguno sobre los médicos que los acompañaron y curaron sus heridas. ¿Cómo surgió su interés sobre esta cuestión?
Surgió hace ya muchos años, cuando estaba realizando la especialidad de Urología en el Virgen Macarena de Sevilla. A mí siempre me ha gustado mucho la historia militar y conocí en el hospital a varios pacientes que habían estado en la División Azul. Les pregunté muchos detalles de lo que pasó allí pero sobre todo de cómo eran los hospitales. Me contaron historias terribles y fantásticas sobre los heridos evacuados y las muertes por congelaciones, pues tuvieron que soportar temperaturas de uarenta grados bajo cero. Me puse a buscar bibliografía y vi que no había nada escrito sobre este tema, apenas cuatro batallitas.
Y entonces no había Internet.
No había. Y tampoco eran tan accesibles los archivos oficiales. Me dirigí a la Red Archivística Nacional del Ministerio de Defensa y allí sí me dieron alguna información. Se quedaron sorprendidos de que alguien preguntara precisamente por los médicos porque nadie preguntaba por ellos, sólo por los que empuñaron las armas de fuego, no los bisturís. Me documenté todo lo que pude con algunos monográficos muy buenos de la revista Ejército. Los noticiarios y los periódicos de la época dan también muchísima información. Luego hablé con catedráticos de Historia, de prestigio internacional, y escribí un artículo para la revista Historia Militar en señal de agradecimiento. Y a partir de ese artículo empezó a llamarme gente y a mandarme cosas. Yo quería averiguar qué médicos fueron voluntarios, lo que se encontraron en el frente y los resultados de su labor.
¿Y qué se encontraron?
A los españoles los destinaron al frente más letal de la II Guerra Mundial. Murió más de la mitad, muchos de ellos congelados. A pesar de lo que se desprende por las películas de Hollywood sobre la contienda, la II Guerra Mundial la ganaron los rusos. Eso sí con 20 millones de muertos. En el frente de Leningrado, donde llevaron a más españoles, fue donde más gente murió. Los encuadraron en la 250 División de Infantería del Ejército Alemán, y esa unidad militar fue la más galardonada de toda la II Guerra Mundial. Los españoles dimos muy buen nivel allí y en Alemania aún los consideran héroes, no solo porque les ayudaran en su lucha contra el comunismo sino por cómo lo hicieron. Fueron hasta pediatra, que vacunaban y curaban a los chiquillos. Los españoles atendían a los niños enfermos y no sólo a los de su bando.
Fue a Rusia a documentarse para su libro. ¿Qué decían los rusos de los españoles?
Los rusos respetan mucho a los españoles que fueron a la División Azul por su heroísmo en el frente de Leningrado. Eran sus enemigos pero admiraban su valor. Algunos ancianos que aún los recordaban los describían como bajitos y muy morenos. Me dijeron que cantaban y que eran muy divertidos. Señoras de 90 años que sólo hablan ruso me llegaron a tararear algunas de esas canciones que trajeron los españoles como «la tarara, sí; la tarara, no....». Debo decir que por ser español me abrieron las puertas de los grandes archivos rusos de la II Guerra Mundial.
¿Los médicos atendían a todos los heridos o a sólo los de su bando?
A los de los dos bandos, cosa que no hacían los alemanes. Y también a la población civil. Quizá por eso tengan tan buen recuerdo de nuestros sanitarios. Después lo han seguido haciendo allá donde han ido, en los Balcanes, Siria, Irak y Afganistán. Repartieron medicamentos, hicieron cirugías urgentes y atendieron partos.
¿Iban los médicos españoles bien preparados al frente ruso?
Sí, mejor que los de cualquier otro país. Venían de la Guerra Civil, donde habían hecho maravillas. Los alemanes en principio desconfiaron de ellos y presumieron mucho de su tecnología, de su instrumental y de las compañías punteras que tenían como Bayer, Siemens o Bosch. Disponían gracias a ellas de equipos de potabilización, equipos de rayos X portátiles otras muchas cosas. Pero no sabían que los españoles se buscaban la vida debajo de las piedras y se quedaron con la boca abierta aprendiendo de las innovaciones de los médicos españoles. Esas innovaciones se incorporaron a la práctica clínica internacional.
¿Cuáles, por ejemplo?
Había un cirujano de Murcia al que llamaban «Metrallita». Le decían eso porque era capaz de extraer de un cuerpo humano el trozo de metralla más pequeño del mundo y lo hacía con dos radiografías, una de frente y otra de perfil. Para triangular las imágenes ponía una cuadrícula y hacía el cálculo exacto de donde estaba. Nunca fallaba. Había otra técnica española con agujas de paraguas para alinear y rectificar fracturas de huesos largos como el fémur o el húmero que acabaron copiándonos los alemanes. Después de la II Guerra Mundial, un médico alemán del frente ruso, el doctor Küntscher, explicaba en las universidades europeas esa técnica a la que llamaba el método español. A pesar de ello, los americanos le dieron su nombre a ese método y le llamaron «los clavos de Küntscher» y este hombre, que también era catedrático, vino a España en los años sesenta para disculparse y decir que no ere su método sino el de los médicos españoles.
Los españoles no sabemos vendernos...
Somos demasiado humildes y tampoco conocemos bien nuestra historia. Tenemos la sanidad militar más antigua del mundo, que se fundó en 1474 tras la batalla de Toro, cuando llegó allí Isabel la Católica y pidió que se curaran a los heridos. Allí empezó la sanidad militar española. En 1492, tras la conquista de Granada, ya teníamos hospitales militares. En los tercios de Flandes también hicimos hospitales militares, desde Italia hasta Flandes con descubrimientos básicos en esa época como la higiene y la limpieza o los aspectos curativos de la dieta. También la diabetes y la hipertensión se establecieron allí.
O sea, que somos pioneros en medicina.
Sí, tenemos grandes profesionales en nuestros hospitales y los hemos tenido siempre, aunque no lo sepamos. Hace poco se celebró el aniversario del establecimiento de la anestesia epidural que la inventó el doctor Pajés en 1921. Este médico nació en Huesca y casi nadie lo sabe. Esta técnica es la única que yo sepa que ha logrado permanecer invariable durante cien años, a pesar de los increíbles avances de la medicina en el último siglo. La medicina evoluciona día a día y la anestesia epidural sigue igual que cuando la describió el doctor Pajés en la Revista Española de Cirugía.
Habla en su libro del decálogo que tenían los médicos alemanes para operar en el frente.
Los alemanes tenían un decálogo de las cosas que podían operar en primera línea de combate que los médicos españoles se saltaron. Lo operaron todo y lo hacían de tapadillo. Los alemanes les obligaban a a seguir la escala de mando y la evacuación el herido del frente, pero los médicos españoles sabían que en ese caso muchos morirían por las heridas o congelados y no lo permitieron.
¿Y cómo evitaron que los heridos se congelaran?
Con camillas calefactadas o trineos especiales en cuya base hacían una caja con ladrillos incandescentes. Encima ponían una tabla y encima los heridos, de modo que el calor fluía hacia arriba y no se congelaban. Esas cosas las fueron incorporando posterioremtne los alemanes. Los médicos españoles también curaban a los pilotos o soldados rusos que sobrevivían y los entregaban luego a los alemanes.
Ha colaborado con Ferrer Dalmau, «el pintor de batallas».
Por la efeméride de la batalla de Bailén, Ferrer Dalmau decidió hacer un cuadro sobre un cirujano español que fue a esa batalla y me pidieron de la organización que escribiera un texto. Cuando fue el aniversario de los últimos de Filipinas también me pidieron ayuda y di muchas charlas por toda España sobre la sanidad militar española.
¿Está suficientemente reconocida en España su participación en la División Azul?
Desgraciadamente no. En la zona de San Petersburgo, donde tuvieron lugar las batallas de ese frente, aún se están repatriando restos de divisionarios. Se siguen buscando los huesos y cuando se descubren nuevos, se meten en una caja a la que colocan una bandera española y viene una sección del Ejército Ruso a rendirle honores, vestidos de gala, con un oficial al mando. Se les trata como héroes y los sacan del aeropuerto de Moscú por la salida de autoridades. Pero cuando esa caja con la bandera española llega a nuestro país entra por la terminal de carga y ahí un funcionario coge la caja y la archiva hasta que localizan a un familiar que se quiere hacer cargo de los restos, cosa que no siempre ocurre por el tiempo transcurrido.
¿Tratan mejor a los españoles de la División Azul en Rusia que en España?
Sí. Es increíble que habiendo sido sus enemigos los traten mientras que en España sólo reciben indiferencia, He tenido en mis manos cráneos de españoles con un agujero de bala en la frente. Por la dentadura sé que eran chavales de no más de 17 ó 18 años. Los rusos los tratan con gran respeto y reconocen que dieron la vida por su país y por sus ideales. Y piensan en su familia. Y aquí dice un funcionario de bajo rango no les echa cuenta y dice que «para qué se fueron al frente ruso».
Hábleme del libro que acaba de ver la luz: «26 estudios históricos sobre la División Azul».
La editorial Galland Books, con la ayuda de Actas, decidió recopilar telegráficamente aspectos históricos de la División Azul en cada contexto. Se habla de cuestiones muy variadas, de si eran voluntarios o no, de si había falangistas o no, de la represión, los caídos, de por qué a Rusia, de las enfermeras, de las medallas, de las reliquias. O del Código Militar que aplicaban los miembos de la Guardia Civil que fueron a la División Azul, un código militar mucho más duro que el alemán. Los oficiales de esa unidad temían a la Guardia Civil española.
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