Suscríbete a
ABC Premium

Karel Capek, el padre de los robots en Sevilla

Karel Capek, el padre de los robots en Sevilla

Durante el primer tercio del siglo XX, el escritor checo más célebre y universal no era Franz Kafka, sino Karel Capek. Sin embargo, menos de un siglo más tarde todos celebramos al autor de La Metamorfósis y casi nadie recuerda al creador de R.U.R. (1920) y La guerra de las salamandras (1936). Como veremos a continuación, el mundo de Capek no estaba tan lejos del mundo de Kafka.

Karel Capek era tan consciente de la deshumanización resultante del autoritarismo político y el capitalismo rampante, que se propuso denunciar semejantes lacras a través de sus obras, donde siempre hallamos individuos inescrupulosos que utilizan su poder político y económico para someter, manipular y explotar a seres humanos u otras formas de vida. Así, ocurre en dos obras teatrales, R.U.R. (1920) y El festival de los insectos (1921). R.U.R. eran las siglas de «Robots Universales Rossum», nombre de la empresa que fabricaba humanoides o robots -del checo robota, «trabajo»- para ser esclavizados, hasta que fueron liberados por Helen Glory, la heroína de R.U.R. La obra fue un éxito mundial, pues en menos de tres años se estrenó en Nueva York, Londres y París, y Capek fue propuesto al Nobel de Literatura.

La misma trama la encontramos en El festival de los insectos (1921) y sobre todo en La guerra de las salamandras (1936), donde en lugar de máquinas los esclavos eran insectos y reptiles, respectivamente, aunque los explotadores de las salamandras eran trasuntos explícitos de los nazis. Años más tarde Karel Capek terminó confinado en los ficheros de escritores de ciencia-ficción y casi nadie recuerda que fue quien acuñó la palabra «robot», para bautizar a esas criaturas inspiradas en el Golem judío y el monstruo Frankenstein, y que fueron el prototipo de todos los androides, terminators y replicantes del cine contemporáneo. Quiero creer que Capek leyó La Metamorfósis (1915) de su compatriota Franz Kafka y que la primera intuición de El festival de los insectos nació de la tragedia de Gregorio Samsa.

Karel Capek visitó España entre 1929 y 1930, pues cuando visitó Sevilla subió a bordo de una réplica de las carabelas de Colón y anotó conmovido: "Cuando estaba arriba, en cubierta, sin embargo, me acordé de que detrás de mí se hallaba la Exposición Iberoamericana. Después de su clausura quedará en Sevilla una gran universidad iberoamericana y nosotros los sevillanos esperamos que vengan aquí jóvenes de México y Guatemala, Argentina, Perú y Chile. En ese momento me entraron unas ganas inmensas de ser un patriota español y saltar de alegría. ¡Señores, tened presente que al otro lado del charco hay millones de hombres que hablan la lengua cuyas normas recoge el Diccionario de la Real Academia de Madrid! Aunque hay en América tantos países como dátiles en una palmera, no por ello deja de ser una nación, y si nos empeñamos sería incluso una cultura". Sólo desde la consciencia de pertenecer a una lengua minoritaria como el checo, es posible formular un alegato semejante a favor del español.

Capek se deshizo en elogios sobre Sevilla ("Dios mío, si viviese en Sevilla no podría escribir más que cosas tiernas y alegres"), definiéndola como «sonriente» y sobre todo hermosa: "Sin duda uno debería ser también hermoso y joven, tener una preciosa voz y correr tras una bella muchacha con mantilla, y con eso sería suficiente. La belleza se basta a sí misma". Así, a Capek lo volvieron loco las mujeres de Sevilla, porque gracias a las mantillas "parecen estar a punto de confesarse; es decir, de ser santas y un poco pecadoras". ¿Qué connotaciones advertía Capek en las mantillas? Pasen y lean: "Mantilla negra o blanca, parecido al velo de las musulmanas, al capirote del penitente, a la mitra del pontífice y al yelmo del conquistador; mantilla que sirve a la vez para coronar a la mujer y para ocultarla y dejarla ver a través de ella de modo seductor. Jamás vi en las mujeres algo más digno y refinado que esta combinación de convento, harén y velo de cortesana".

La ideal del harén seducía especialmente a Capek, quien vió en las rejas de las ventanas sevillanas una suerte de «mantillas» de hierro: "No puede imaginarse cuánto gana una niña si está detrás de la reja como un pájaro exótico", o bien "Las ventanas hacen guiños con sus rejas, y de los balcones cuelgan enredaderas. La consecuencia de todo esto es que Sevilla entera parece un harén de mujeres, una jaula. O no, esperad un momento: parece que esté llena de cuerdas tensas y que uno pueda tocar con los ojos el acompañamiento amoroso de su hechizo". A Capek los jardines del Alcázar le sugerían esos harenes exóticos, y por eso deseo destacar sus apuntes al respecto: "El jardín español es, al mismo tiempo, una arquitectura de tijera entretejida de fuentes de cerámica, de terrazas, rotondas y escaleras, sembrada de tiestos, poblada de una selva de palmeras y enredaderas. Y todo esto a veces cabe en un espacio no mayor que la palma de la mano, con surtidores de agua y canales. En mi vida he visto un jardín tan extraordinariamente concentrado y feraz como en España. El parque inglés es un paisaje refinado; el jardín español es un paraíso artificial. El parque francés es una construcción monumental; el jardín español es un sueño íntimo".

La visita de Capek debió producirse durante un mes de junio, pues dejó constancia del regreso de las carretas del Rocío y presenció al menos un par de corridas en la Mestranza. Sin embargo, sus notas acerca del flamenco se me antojan más interesantes. Con respecto al baile escribió: "Es algo parecido a un baile popular eslovaco o al cake-walk de los negros, al tango du rêve, al baile ruso kazachok, o al de los apaches; el arrebato, la fornicación manifiesta y otros movimientos frenéticos, todo ello hasta ponerse al rojo vivo, tocando las castañuelas y dando voces". Sobre las connotaciones sexuales del flamenco volvió a insistir más adelante: "La de los bailes españoles alcanza toda clase de suertes, desde el juego amoroso hasta el espasmo, pero siempre, incluso en la contradanza más digna, se trata de una erótica un tanto provocativa, no como la entregada del tango, sino que excita, escapa y seduce, provoca, amenaza y se burla un poco. Son unos bailes diabólicos y amorosos, y nunca les falta el metálico resorte del orgullo".

Disponemos de una edición española de Viaje a España (1989), aunque prefiero la edición inglesa titulada Letters from Spain (1931). Los dibujos de Karel Capek, para nada recuerdan al creador de los robots.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación