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El Rincón de...

Lalo Tejada de los Santos: «Távora le dio identidad andaluza y categoría escénica al teatro andaluz»

En los pilares de la tierra que pisan sus tacones se ven las huellas de sus maestros: Mario Maya, Antonio Gades y Salvador Távora. Lanza un SOS para las peñas y los tablaos

Lalo Tejada de los Santos posa sonriente en la Plaza de España de Sevilla Rocío Ruz

Félix Machuca

Asegura que el flamenco es una forma de vivir y expresarse, que no tiene raza ni fronteras. Ha bailado en todos los festivales flamencos de la geografía nacional y en los escenarios internacionales más potentes del mundo.

Voces intratables como las de Fosforito, Camarón, Meneses, Calixto Sánchez, Chocolate, Mercé, Pansequito, El Lebrijano, Tomasa, El Tele y otras exquisiteces más le cantaron para que Lalo embobara al público. Estudió Arte Dramático y Danza Española. Y es una de las grandes del género.

Se conoce medio mundo y dice que Sevilla es una de las ciudades más hermosas que ha visto. En la Plaza de España o a los pies de la Giralda tiene sus rincones favoritos, donde, asegura, se llena de energía.

Usted mantiene que las peñas y los tablaos son la universidad del flamenco. ¿Por qué?

Porque se tocan, cantan y bailan todos los palos del flamenco con diferentes compañeros y cada día cambia el repertorio. Así se aprende sí o sí.

No hay que ser un lince para entender que usted pasó por esas universidades…

Afortunadamente sí. Tuve la suerte de trabajar en los tablaos más afamados de Sevilla, El Arenal, Los Gallos, El Patio Sevillano, y en Barcelona en El Cordobés y en el Carmen Amaya. La lista es interminable.

En su aprendizaje inicial aparecen profesores como Caracolillo, Manolo Marín, Matilde Coral…

Con ellos comencé mi camino dentro del flamenco y han sido fundamentales para mi carrera. Gracias a Manolo Marín conseguí el Premio Nacional de Córdoba, La Malena, y el Giraldillo del baile joven en la quinta bienal de Sevilla.

Su familia nunca quiso que usted dejara los estudios para dedicarse en exclusiva al baile…

Así es. Saqué notable de nota media en bachiller porque yo decía que si no sacaba una buena nota no sería una gran bailaora. Siempre tuve el apoyo familiar. Pero entendí que si no llevaba los estudiados para adelante tampoco lo haría con el baile.

Se dice que hoy esas universidades, las peñas y los tablaos, no pasan sus mejores días. ¿Usted qué opina?

Es cierto que hay que ayudar a los tablaos y a las peñas. No se pueden mantener solo con las cuotas de los socios. La pandemia ha restringido por razones sanitarias el aforo de estos espacios al sesenta por ciento. Y eso no cubre gastos.

Su camino hacia la excelencia del arte ha sido largo y exigido. Seis meses se llevó usted en Japón con Yoko Komatsubara. Creo que hasta le fotografiaron la trenza de su pelo.

Era increíble el amor y el respeto de los japoneses por el flamenco y lo español. No solo intentaban clonar el vestuario y el baile. También fotografiaban la forma de maquillarte, de peinarte, cómo te colocabas los peinecillos.

Y con Antonio Gades, en La Habana, la tomaron por cubana y no la dejaron entrar en su hotel.

Tuve que decirle que era una de las bailaoras de la compañía de Antonio Gades para que me dejaran entrar. Yo, por mi físico, pasaba perfectamente por cubana. Y los cubanos, entonces, tenían prohibido el acceso a los hoteles internacionales.

Con Mario Maya se llevó dos años de gira. Cuando dice que de él aprendió la flamencura a qué se refiere concretamente.

A la disciplina que tienen también los flamencos dentro de los teatros. Tenemos un concepto equivocado de que los flamencos, los gitanos, es todo improvisación y ajeno a la disciplina. Y eso no es cierto. Mario Maya llevó la disciplina y el flamenco a los más grandes escenarios internacionales.

Recuerdo haberla visto rozar lo sublime con Salvador Távora en «Carmen». ¿Salvador le dio dimensión intelectual al flamenco?

Salvador le dio identidad andaluza y categoría escénica al teatro andaluz.

Dígame que aprendió de Maya, Gades y Távora que hayan conformado su perfil artístico.

De Mario Maya la flamencura; de Gades, el mejor director de danza en mi opinión, la disciplina, escenografía y coreografía, al más mínimo detalle. De Salvador la dirección teatral y la libertad de expresión y hacer de Andalucía una bandera.

En septiembre es un pecado no hablar de la Bienal. Pese a que no podrá ser la Bienal de siempre por la pandemia.

Será una Bienal atípica, como todo en este año, donde intentaremos ir al máximo de espectáculos flamencos, para apoyar nuestra cultura y, sobre todo, para que el artista pueda seguir trabajando en estos momentos complicados y difíciles que nos toca vivir.

El director de la Bienal dice que hay artistas que no vienen porque la crítica sevillana es muy exigente. ¿Es así?

Yo creo que Sevilla es exigente en todo: toros, cultura, flamenco. Para cualquier artista trabajar en Sevilla es una responsabilidad. Pero también un trampolín al mundo entero.

En cualquier caso la crítica debe ser exigente, más que nada como garante de la calidad del espectáculo.

La crítica siempre construye y tenemos grandes críticos del flamenco que desde su libertad opinan de lo que ven.

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