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Integración laboral

Una lavandería única en Sevilla con empleados que lloran, ríen o no quieren irse de vacaciones

La casi totalidad de la plantilla de la empresa creada por la Orden de San Juan de Dios son discapacitados que cumplen a la perfección con todos sus encargos y procesan unas quince mil prendas cada día

Una de las zonas de la lavandería situada en Alcalá de Guadaira J.M.SERRANO

Jesús Álvarez

La Orden de San Juan de Dios en Sevilla es pionera en la integración socio-laboral de personas discapacitadas en sus hospitales , sobre todo de personas con secuelas de la polio, enfermedad de la que sus centros de salud fueron referencia en el siglo XX.

El mejor ejemplo actual, aplicado con éxito en otras ciudades y regiones, es la lavandería situada en Alcalá de Guadaira , que trabaja para los hospitales de Sevilla, Bormujos, Granada, Jerez y Córdoba y cuya plantilla está formada casi enteramente por discapacitados intelectuales. Buena parte de ellos, como Elena, de 25 años, Ángel (41), o Mariluz (47), mantienen con su sueldo a sus familias. La mayoría viven con ellas y continuarán haciéndolo mientras vivan.

Ernesto Ollero , 41 años, encargado de esta singular empresa desde hace una década, no había trabajado antes con este tipo de empleados. Su experiencia con la discapacidad es muy positiva pero reconoce que ha tenido que ir desarrollando un master en psicología en su puesto de trabajo, no apto para cualquier profesional.

Algunos de sus empleados no saben leer ni escribir y eso no debe ser un obstáculo para sacar adelante el trabajo. En varias pantallas de la nave se visualizan con distintos colores el tipo de ropa que se está procesando (verde , quirófano; rosa , colchas; naranja , sábanas...) y el hospital al que pertenece cada prenda (las marcas azules corresponden al de Jerez , las amarillas al de Bormujos , las rojas al de Granada, las marrones al de Córdoba ...).

Desde estos dispositivos se controla en todo momento lo que sucede en un túnel de lavado del que salen todos los días más de tres mil sábanas y cuatro mil quinientas toallas. También se lavan centenares de colchas, entremetidas, fundas de almohada, pijamas, camisetas, pantalones y chaquetillas de los quirófanos, en total, unas quince mil prendas diarias. Sólo al hospital de Bormujos se envían unas 550.000 sábanas al año.

Con sus conocimientos y habilidades los 44 empleados de esta lavandería logran procesar 6.500 kilos de ropa limpia al día . « Sé que estamos lavando un poco más caro que el resto de lavanderías hospitalarias pero nuestro principal objetivo es la integración sociolaboral de estas personas y que puedan hacer una vida plena», dice Ollero . Trabajan para siete hospitales y centros andaluces y hacen trabajos ocasionales para el Virgen del Rocío y otros centros del SAS.

Órdenes y contraórdenes

La principal diferencia con otro centro de trabajo es que aquí hay que reiterar las órdenes con frecuencia y saber modular la exigencia a los empleados para que al día siguiente no haya bajas . Ollero explica que «no todos tienen la capacidad de interpretar que una orden recibida , por ejemplo, dejar la ropa en un contenedor, se termina en cuanto se cumple, de modo que en cuanto eso sucede tienes que dar a vedes una contraorden para que no todo acabe allí».

Su rendimiento, no obstante, es muy bueno: « Nuestros encargos se cumplen a diario y ellos son muy agradecidos y te lo devuelven todo multiplicado por cinco». El encargado no cree «sinceramente» que personas sin discapacidad lo hicieran mejor que ellos. « Es un cometido muy repetitivo y seguramente se cansarían antes» , dice.

No hay vigilancia específica pero Ollero sabe qué puede hacer o no hacer cada uno y su cometido en la cadena se adapta a esa capacidad. Una joven empleada que sufre ataques epilépticos se ha desplomado en el último mes varias veces junto a una de las máquinas.

«Le han dado casi todas las crisis hacia la una de la tarde y sus compañeros más cercanos se ponen vigilantes a la una menos cuarto para ayudarla si le vuelve a dar. Ya han evitado que se caiga y se lesione. Son buenos compañeros», cuenta. Otros podrían sufrir en algún momento un brote psicótico pero no es algo frecuente, comenta.

Sí pueden pasar otras cosas más propias de una clase de Primaria. Enrique , uno de los trabajadores más concienzudos, se puede poner a llorar si le cambias de lugar. Muchos tienen retraso madurativo y actúan a veces como niños si los cambias de lugar. Otro, muy a gusto con este trabajo («los que no tienen familia es lo único que tienen») entra en depresión cuando se tiene que ir de vacaciones, aunque su compañero de fila lo consuela y le pide que no llore: « Si es por eso, yo me voy en tu lugar », le dice.

Hace tiempo uno pidió que le pusieran al lado a su pareja y le explicaron que en un trabajo no se puede elegir eso; otro se quejó de que no podía hablar con su compañera más próxima y que se «aburría» . La empleada de la que se quejaba era sordomuda.

Pedagogía

El absentismo es superior al de una empresa sin discapacitados pero se ha logrado reducir hasta niveles muy parecidos con pedagogía y disciplina. « No es habitual pero si vemos que alguno se porta de forma extraña o se le cambia la cara , hablamos con él o con ella y se le deriva a un psicólogo o a un médico, si es necesario. Vas viendo lo que pasa y tratas de anticiparte ante de que salte la chispa y surja algún conflicto. A veces le digo a alguno que se vaya a tomar fuera una coca-cola y que vuelva luego», dice Ollero.

Como en cualquier otra empresa, algunas veces alguien se queja de que el que tiene al lado no hace nada, « Aquí no todos tienen la misma discapacidad ni las mismas competencias y los que se quejan no entienden eso. Todos dan su cien por cien pero el cien por cien de uno puede ser el cincuenta por ciento de otro. No se les puede exigir lo mismo a todos, pero funcionan como un equipo y hacen su trabajo de forma muy satisfactoria », insiste Ollero.

Se procesan unos seis mil quinientos kilogramos de ropa al día que entran a partir de las 7 de la mañana, cuando se inicia la actividad en esta lavandería, en la que se trabaja hasta las 3 de la tarde, salvo los viernes, que se cierra a las 2.

« Primero se clasifica la ropa para que el proceso sea lo más efectivo posible. Se separan sábanas, fundas, colchas, pijamas, toallas y vestimenta sanitaria y cada una tiene un tratamiento químico diferente en el túnel de lavado », cuenta Ollero. Uno de los que ayuda en mantenimiento es un auténtico manitas que lo arregla todo. «Es como MacGyver» , comenta uno de sus compañeros.

La mayoría de los empleados, de los que un cuarenta por ciento son mujeres, no tendrían salida en el mercado laboral. Algunos son conscientes de eso y se muestran agradecidos por la oportunidad única que se les brinda aquí.

Los inicios

La lavandería de San Juan de Dios en Alcalá de Guadaira arrancó hace casi quince años con un vieja furgoneta y cuatro o cinco personas que iban a cargar todos los días la ropa sucia del hospital de Bormujos. Una de ellas era Germán Moreno , 70 años, actual coordinador de centros especiales de empleo y promotor de la empresa sevillana que ahora cuenta con dos grandes camiones que recorren a diario media Andalucía y casi una cincuentena de empleados.

Su fórmula, que luego aplicó con éxito en Ciempozuelos (Madrid) y otras zonas de España, les dio a estas personas un sitio en el mundo y una independencia económica que el mercado laboral no les hubiera proporcionado. «Algunos estudiaban con nosotros hasta los 21 y los formábamos en t alleres de carpintería, jardinería, limpieza, etcétera, pero luego ninguna empresa los contrataba», comenta Moreno a ABC.

El proceso no fue fácil porque se tuvo que sustituir a las empresas que lavaban la ropa de cada hospital por la nueva compañía de Alcalá de Guadaira , formada casi exclusivamente por discapacitados. «Hubo que despedir a algunas personas, lo cual provocó conflitos, pero a nuestros trabajadores nadie los contrataría fuera»,dice.

San Juan de Dios tienen cien empleados contratados en Andalucía y unos cuatrocientos en toda España. En Andalucía la Orden da trabajo a tres mil trescientas personas.

Los centros especiales de empleo, subvencionados parcialmente por la Administración, deben contar en su plantilla con un treinta y tres por ciento de discapacitados como mínimo. En las de San Juan de Dios superan el 90 por ciento.

El modelo de Sevilla se exportó con buenos resultados a Madrid y a otros centros especiales que realizan cometidos de a gricultura, jardinería, limpieza e higiene. La ONCE tiene más de veinte lavanderías industriales en España, algunas anteriores a la de Alcalá de Guadaira. « No se trata tanto de que salgan los números, porque nuestra empresa no busca beneficios económicos , como de promover la integración de la discapacidad en nuestra sociedad y para eso enseñamos a estas personas cultura del trabajo, la responsabilidad y de la disciplina» , cuenta orgulloso Moreno.

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