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Luis Ramos Paúl: «El mejor museo de enganches es la Feria de Sevilla»

Luis Ramos Paúl encandiló al público con su pregón. Díaz Japón

SEVILLA. El Museo de Carruajes, situado en la Plaza de Cuba, fue escenario ayer del II Pregón al Paseo de Caballos y Enganches de la Feria de Abril de Sevilla que pronunció el maestro de jinetes Luis Ramos Paúl y Dávila.

Profesionales y aficionados del mundo del caballo -entre ellos la Duquesa de Alba- y el delegado de Tráfico, Blas Ballesteros, como representante del Ayuntamiento de Sevilla, se dieron cita en un acto preludio de la XVII Exhibición de Enganches que tendrá lugar el próximo domingo día 14 y de nuestra Universal Feria de Abril que comenzará a la semana siguiente.

Dio la bienvenida el presidente del Real Club de Enganches de Andalucía, Rafael Álvarez Colunga, y resaltó que el paseo de caballos es un orgullo de la Feria de Sevilla que debemos preservar.

Después, Fernando de Parias Merry, presentó al pregonero, con unas palabras muy cariñosas y certeras de la infancia y mocedad de ambos pues, no en vano, sus madres eran primas y estaban muy unidas.

Lo definió como un «jinete de gran categoría, maestro de jinetes, metafísico de la equitación, con un bagaje de conocimientos de todo lo que es el caballo en el campo como pocas personas y, por encima de todo, un hombre modesto».

Luis con Victorioso

«Recordaré siempre a Luis -dijo- con Victorioso, que se lo traían de la mano a la pista, preparado, como si fuera a salir a un gran premio. Lo trabajaba sin público, sin objetivo de ganar más premios, pero preparados ambos para ello. Pienso que Luis, mientras trabajaba con tanto arte a Victorioso, estaba diciendo con Machado: «Nunca perseguí la gloria ni dejar en la memoria de los hombres mi canción». Y cuando hacía el piaffe, con el sólo contacto del peso de las riendas e imperceptibles ayudas de su abundante humanidad, musitaría: «Amo los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles, como pompas de jabón»».

Cerca de un hora duró el pregón que pronunció Luis Ramos Paúl con la naturalidad que le caracteriza, volcando en él todos sus sentimientos y sabiduría y, en una palabra, encandilando a un público que, cuando terminó, le pedía por escrito sus palabras. «¡Esto es digno de publicarse!», decían arremolinados intentando llegar a él para felicitarle.

Nosotros no podemos transcribirlo entero pero vamos a intentar resumir esa lección magistral del maestro de jinetes, verdadero manual de consulta para profesionales y aficionados y toda una revelación para los profanos en una materia que encierra todo universo de costumbres, reglas, tradiciones, colores, sonidos y olores. Empezó prologando el pregón con la Feria abrileña, con sus orígenes como mercado ganadero que conforme entraba el siglo XX se convertía en una feria festiva y las cuatro puertas de la ciudad -la de la Macarena, la de Carmona, la Puerta Real y la Puerta de Jerez- «por las que pasaba un trajín de coches y caballistas con estilos y características diferentes, el flujo de carruajes y caballistas para la Feria de Abril».

El lujo de Orleáns

Respecto a los enganches, diferenció entre las épocas anterior y posterior a Montpensier. «Antes sólo se enganchaba a la calesera y, sobre todo, mulas; luego, Antonio de Orleáns, que estableció su corte en Sevilla, la llenó de lujo y fastuosidad. Entonces aparecieron las guarniciones continentales negras, con profusión de charoles, hebillajes plateados... la elegancia del cocheros con librea abotonada de chatones dorados... corrección, brillo y lujo en ese mejor museo viviente de enganches del mundo que es en la actualidad la Feria de Abril».

Se detuvo en el hombre del campo que se adentra en la Feria, «trabajador de sol a sol que ensilla su caballo al amanecer hasta que no se veía, pero que nunca está sólo» porque oye, huele y contempla toda la naturaleza que ofrecen la Sierra, la Campiña o la Marisma. Describió el atuendo del jinete campero y advirtió: «No se trata de echarle dinero ni al jinete ni al caballo, como se ve a menudo en señores que se gastan una fortuna. El jinete campero debe aparecer con una estampa sencilla, natural pero con empaque y señorío».

Citó los versos del poeta gaditano José Carlos de Luna «que es quien mejor describe el traje andaluz de campo» y al poeta palaciego, Felipe Cortines Murube, con sus versos de 1910 sobre la vida de esos «jinetes de otros tiempos». Tanto nos metió en ambiente Luis Ramos Paúl que el «chapoteo» del agua que caía fuera se nos antojaba a veces el paso, otras el trote y un poco el galope del caballo, según la intensidad de la lluvia. No pasó por alto en su magnífico pregón a la mujer a la vaquera, el atuendo de amazona y cómo va y debe ir a la grupa y pasear, «la manera más bonita de marchar juntos un hombre y una mujer». Tras esta otra estampa de Feria con la que se han escrito muchas historias terminó su intervención no sin antes despedirse: «Y pregonarles a todos aquellos viajeros -concluyó- que en estos días transiten por las angostas calles de Sevilla que, cuando oigan a sus espaldas el sonido rítmico y cadencioso de las pisadas de un caballo sobre los adoquines que, respetuosamente se echen a un lado, inclinen su cabeza y lo dejen pasar, porque pasa parte de la historia de Sevilla».

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