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María Caballos y Cristina Borrero: «La obra de la Torre del Oro no sirve de nada si no hay mantenimiento»

Las arquitectas junto a un paño de sebka de la torre almohade. ARCHIVO

Desde que retiraron la loneta de colores, la Torre del Oro se ha llenado de espías y curiosos que merodean a su alrededor. Lo miran todo, de arriba abajo, desde la base hasta el cupulín. Los hay que pagan la entrada una y otra vez, primero con una gorra, luego con gafas de sol muy grandes de las que ya no se llevan, y al rato se les ve asomando la cabeza por la almena. Habría que preguntar en la taquilla si las visitas han aumentado. Los noctámbulos aprovechan los focos tenues para efectuar un análisis más íntimo: pasan la mano, aspiran por si les llega alguna pista aromática: algo, aunque sea mínimo; y finalmente apuntan con cara de sorpresa. Otros sacan con disimulo una lupa y la mueven despacio por el muro hasta que los nervios se revelan. Se han visto lupas machacadas en el suelo ¿Qué buscan? Cómo las conversaciones hace tiempo que pasaron a ser patrimonio de todos, a las 2,30 de la madrugada, alguien que está en la parte trasera de la torre le dice a un móvil: «Nada de nada. La huella no aparece. No hay improntas que resalten el siglo XXI. Todo parece del XIII».

Esta conversación, oída sin esfuerzo en la puerta de la torre, en el lugar que ocupaba uno de los cañones, es el mejor elogio que se les puede hacer a María Caballos (M.C.) y a Cristina Borrero (C.B.), las arquitectas autoras del proyecto de restauración de la 2ª torre en importancia de Sevilla. Sobre la mesa del estudio (casa del siglo XVIII) y junto a multitud de detalles de buen gusto y muchos libros de arte muy trabajados, la memoria del proyecto de la torre del Oro resalta las palabras «conservación y limpieza». Pero no aparece ni la de rehabilitación y quizás tampoco la de restauración.

-Entonces, ¿es posible que no hayan caído en la tentación de añadir algo de diseño contemporáneo?

-M.C.: No, en absoluto, el monumento está muy hecho y sería gratuito añadirle algo.

-¿Cuál ha sido la principal dificultar al abordar la restauración de la torre?

-M.C.: Resolver todos los problemas de la limpieza sin alterar su imagen. C.B.: El exterior de la torre presentaba todo tipo de materiales posibles: ladrillo con todos sus problemas, en la parte alta, y tapial entre la piedra. M.C.: Hemos hallado diversas patologías que estaban alterando el edificio, sobre todo en la base, que se encontraba absolutamente machacada. La razón es que esta es la zona más próxima a la gente y eran apreciables las pintadas y los destrozos de los parachoques de los coches.

-¿El tiempo pinta o ensucia?

-M.C.: Depende de la calidad de la obra de arte. La torre del Oro es un monumento muy bello y tiene una geometría precisa. Cuando una cosa es hermosa luce bien siempre. Hemos eliminado todo aquello que era agresivo y perjudicial para el monumento. C.B.: El tiempo pinta pero la mano del hombre, desgraciadamente, no.

-El profesor Paolo Torsello dice que a la expresión «conocer para conservar» habría que adjuntar la de «conservar para conocer». ¿Están de acuerdo? ¿Qué les ha enseñado la torre?

-M.C.: En este caso nos hemos encontrado que se han cumplido todas las expectativas que teníamos. La torre del Oro es un edificio agradecido. Todos lo son cuando se les mima. C.B.: Me quedo con la frase de «hay que conocer para conservar» M.C.: Ha sido muy importante sacar a la luz el lienzo de muralla. Hay que explicar a la gente que a la torre se llegaba por la parte alta de la muralla.

-¿Se ha protegido el sillar que ahora se ve en el rebaje de la base de la torre como resultado de haberse eliminado los añadidos?

-M.C.: Igual de consolidados que los de arriba. Lo que se ve abajo es el sillar original de 1220. Este caso responde más a la frase «conservar para conocer». C.B.: Prefiero ver el sillar que pusieron los almohades.

-¿Tratamos bien la piel de nuestros monumentos?

-C.B.: Realmente se trata mal. M.C.: La obra de la torre del Oro no sirve de nada si no se hace un buen mantenimiento. Debe tenerse un libro de mantenimiento y periódicamente hay que tratar los paramentos con hidrofugante y consolidante.

-¿Es difícil reconocer la verdadera pátina?

-M.C.: Es muy difícil, sobre todo en un edificio como la torre del Oro, donde de hecho puede haber muchas. Los elementos pueden ser muy diversos: está el cemento y unos líquenes que se comen la piedra. Para nosotras ha sido muy costoso defender la autenticidad de la torre del Oro.

-¿Están de acuerdo en que suba el Giraldillo original?

-(Ambas arquitectas no están de acuerdo) Lo lógico hubiera sido dejar el antiguo para que se viera, pero en vez de eso se ha restaurado la figura de una manera poco adecuada. Ya que han machacado la escultura, con lo delicada que era, que hagan lo que quieran. Ojalá no pase nada, pero subirla conlleva unos riesgos muy grandes.

María Caballos y Cristina Borrero dicen que las prisas van contra la conservación del patrimonio. Ellas tienen una gran experiencia en la restauración de casas antiguas y haciendas, pero también han trabajado en bienes de interés cultural, como la torre del Homenaje de Morón con su muralla y la plaza de Toros de Ronda.

De vuelta a casa hay que fijarse en la torre del río y en esos arquillos lobulados que el cemento no dejaba ver. Las placas de nivelación están donde siempre y las lápidas se guardan dentro: la más fea, la del vapor, dañaba a la torre.

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