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María Regla Jiménez: La genuina vocación de servicio público

Su enseña es el servicio público desinteresado, gestado en detalles que hacen irrepetible su labor como alcaldesa. Entre sus manos y su empeño ha modelado Espartinas para convertirla en uno de los pueblos más ricos de Andalucía. Ni un cabo sin atar tiene María Regla Jiménez en esa casa grande que organiza maternal y férreamente desde hace dos décadas.

María Regla Jiménez en la plaza donde se ubica el Ayuntamiento espartinero. Rocío Ruz

ESPARTINAS. A primera hora de la mañana, en Espartinas es cotidiana la imagen de la alcaldesa a bordo de su coche, desde el que sobresalta a los madrugadores, que saluda a golpes de un estruendoso claxón, mientras recorre las calles del pueblo para apuntar aquello que no está en su sitio: una bolsa de basura aquí, un desconchón allá, un husillo atascado, una queja, los restos de un desaguisado nocturno. Frasco, el sempiterno jefe de Mantenimiento, recibe después la concienzuda lista a las puertas del Ayuntamiento para emprender la tarea diaria. Luego, María Regla Jiménez le habla a su Virgen del Loreto a los pies del Santuario, da media vuelta y se sumerje en el Consistorio.

La férula maternal, cercana, pero fuerte y estricta, de María Regla Jiménez, se deja ver en cada rincón del pueblo, espejo de su casa, en el que los vecinos son también su familia. Limpia como una patena reluce Espartinas, cuajada de flores en cada hueco, como una inmensa casa familiar en la que cada objeto ocupa su lugar y cada persona se sabe miembro.

Cuando en 1983 María Regla Jiménez entró de alcaldesa, tras una votación privada entre los miembros locales de AP, que sentó mal al por entonces alcalde, el presupuesto del municipio era de poco más de veinte millones de pesetas. Dos décadas han pasado para que el actual sea de más de 2.000 millones. Tiempo en el que Espartinas ha despegado económica y socialmente para convertirse en uno de los municipios más ricos de Andalucía de la mano de una regidora matriarcal que asume la gestión municipal como asunto personal e insoslayable, como si de levantar la propia casa derruida se tratase, de poner orden en los asuntos domésticos, en la organización hogareña para que todo funcione como un reloj no sólo ya en el presente sino en el devenir futuro.

Dos décadas

La acaldesa, desde su diáfano despacho, en el que se repliega en una esquina, recibe desde avisos de cortes de luz a espartineros con problemas particulares que son escuchados como pequeños plenipotenciarios de mínimos feudos. «No sé por qué me quieren tanto -dice-, desde chica me he relacionado con todo el mundo, con todas las clases sociales. Desde siempre he tenido un cariño especial a mi pueblo, a mis vecinos, y ellos a mí».

Pero sus dos décadas de mandato, al margen del cariño de sus vecinos, vienen jalonadas por detalles como los viajes que paga de su propio bolsillo a los pensionistas «cuando son demasiado costosos -indica- como a Lourdes, Italia, donde fuimos recibidos en audiencia por el Santo Padre, a Fátima- el Ayuntamiento paga la mitad y yo el resto», o que se financia ella misma las campañas electorales «no el partido, ni por supuesto el Ayuntamiento».

La política, que «es un gusanillo que no te deja tranquila», ha dejado en su piel muchos sinsabores y muchas heridas con ataques y denuncias «me han llegado hasta el Juzgado, calumniándome, y me procesaron por cosas que decía la oposición por las que le pedía la muerte a Dios antes de hacer. Antes que todo tengo unos principios y un alma, y aunque se rían de mí lo digo, y eso es lo que tengo que defender». Acaba de recibir un dossier del Juzgado declarando su inocencia en todos los casos en los que había sido acusada. Y eso, además de llenarla de alegría, la hace exclamar que «han hecho justicia», y las palabras se oyen con mayúsculas en su voz.

«Voy a seguir, y luchar. Un día me comprometí con mi municipio y eso es lo que me mantiene en pie. He estado enferma, y por eso me dolió cuando la oposición me dijo que por qué no me retiraba». Con humor le dijo a su oponente «por que voy a ver si te quito que tú entres»,

«Cuando va a acabar la legislatura siempre pienso: «no me presento más». Y entonces se me viene a la cabeza este u otro proyecto, aquellas obras... ¿cómo me retiro? ¿y cómo voy a dejar de servir a mi pueblo, y de estar en el despacho e intentar ayudar al que llega».

Las elecciones

María Regla Jiménez ha dado ya las últimas puntadas a la candidatura para las municipales del próximo año, y en su programa lleva un parque tecnológico empresarial que dará cumplido deseo a su máxima de crear riqueza y puestos de trabajo, viviendas sociales o el centro comercial, y continuar con los proyectos ya comenzados, nuevas plazas, fuentes «porque alegra mucho pasar por un pueblo y ver agua», la plaza de toros o el Instituto de Secundaria, por el que ha luchado denodadamente.

La casa

Viuda y con seis hijos, María Regla Jiménez, compagina proverbialmente la casa, organizardo su cocina y dejando sus guisos preparados, con las tareas de Gobierno entredeslizando sus aficiones que pasan por los toros, álgún partido importante de fútbol, las novelas del oeste y las plantas, la naturaleza que resume para ella la grandeza de Dios, y sin apartar de su pensamiento «la espina del dolor de los problemas del mundo, las guerras, los niños, el abandono por parte de los Gobiernos, la juventud y la droga...»

Los vecinos han atravesado desde siempre el caserío antiguo donde vive la alcaldesa, sin horas ni impedimientos, para acortar el camino entre la Avenida Leal Castaño y la conocida como la travesía -avenida que lleva el nombre de María Regla Jiménez-, pintando de realidad una metáfora que refleja el irrepetible talante de la regente.

En cuatro miradas

Un recuerdo. Mis primeros contactos con la educación con mis amigas. Ya desde el colegio, las compañeras ponía la confianza en mí para hablar con las profesoras. También recuerdo a una profesora que se llamaba Cristobalina.

Un sitio entrañable. Mi parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, donde se casaron mis padres, me bauticé y me casé.

Un personaje. Don Antonio Leal Castaño, médico de Espartinas que siempre tuvo un cariño especial por su pueblo y luchó por él hasta su muerte. A él le debo parte de mi vida después de a Dios.

Un acontecimiento. El día en que repararon el campanario de Nuestra Señora de la Asunción y escuché voltear de nuevo sus campanas. Dijero que me había quedado con el dinero para su reparación y cuando escucharon las campanas tuvieron que darme la razón.

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