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Aniversario

Medio siglo de la muerte de Romero Murube, la gracia pura de Sevilla

El 15 de noviembre de 1969 falleció el escritor, uno de los mejores articulistas de la historia de ABC

Joaquín Romero Murube apoyado en la baranda de la fuente de Mercurio del Alcázar ABC

Julio Mayo

Justo medio siglo después de su marcha definitiva, los poemas, prosarios y artículos periodísticos del escritor Joaquín Romero Murube , que falleció en el Alcázar sevillano el sábado 15 de noviembre de 1969 , continúan en plena vigencia y conectados a la actualidad. Tan frescos y renovados como él mismo definió que debía ser la poética, según el manifiesto inaugural que redactó para la revista literaria Mediodía, en 1926. Moderna su prosa, como la de Gabriel Miró, con ecos líricos juanramonianos y del propio Bécquer, aún sin desprenderse de los conocimientos que asimiló de sus profesores universitarios aquí en Sevilla, Jorge Guillén y Pedro Salinas.

Se mantuvo apegado al quehacer retórico de escritores sevillanos coetáneos, pero también a las corrientes vanguardistas de Francia y otros países europeos. Manuel Díez-Crespo dijo de él que «pensó en sevillano con aire universalista y no cosmopolita» . El Nuevo Periodismo de Tom Wolfe no sorprendió a su estilo, que también había mamado ya muchos recursos técnicos y estilísticos de grandes maestros sevillanos, como el propio Manuel Chaves Nogales. Los trabajos de Romero Martínez y José María Izquierdo le despertaron el gusto por la tradición, pero sin descabalgar de la modernidad, y entonces descubrió nuevas definiciones de conceptos sobre la esencia de nuestra ciudad, hasta que toda Sevilla entró en Joaquín Romero Murube. Así se hizo escritor vanguardista y universal.

Fallecimiento

La noche del viernes 14 de noviembre de 1969 se desplazó desde el Alcázar con su mujer, doña Soledad Murube y Cardona, a un piso del barrio de Los Remedios . Allí cenó en el domicilio del catedrático don Jaime García Añoveros, que luego llegaría a ser ministro. A la invitación asistieron también con sus respectivas esposas don Pablo Atienza, marqués de Salvatierra, y don Manuel Olivencia, igualmente catedrático de Derecho de la universidad hispalense. En la mesa, un asunto: el objetivo de elaborar un trabajo enciclopédico sobre Sevilla , que contaría con la participación conjunta de diversos autores de gran nivel, el concurso del propio Romero Murube y la financiación del banco Urquijo, a cuya entidad se encontraba apegado el poeta José Antonio Muñoz Rojas, colaborador estrecho también del proyectado trabajo.

Tras el encuentro nocturno, el matrimonio regresó al Alcázar al filo de la medianoche. Se acostaron y, en torno a la 1.30 de la madrugada, doña Soledad se percató que Joaquín respiraba muy fatigado. Estaba dormido e inconsciente. El sueño ya era eterno . Vino un médico a tratar de reanimarlo, pero había caído fulminante. Un puñetero infarto de miocardio terminó con el cantor más fino de Sevilla. Eran las primeras horas del sábado 15 de noviembre. Y de inmediato, voló la noticia , que llegó a los periódicos casi a la hora del cierre. Esta es la razón por la que los rotativos sevillanos pudieron anunciar el deceso en la edición del mismo día fatídico. Joaquín tenía prohibido fumar, pero, ¡ay!, los cigarritos. Desde varios meses antes de fallecer, también le habían diagnosticado un cáncer de colon .

Varios meses antes de fallecer le habían diagnosticado un cáncer de colon

Pese a ello, en el verano de 1969 tuvo fuerzas para simultanear días de descanso en la huerta de la Noria de Los Palacios con otros en las playas de Conil y Zahara de los Atunes, donde solía hospedarse en el cortijo de la Plata , cerca de la Punta de los Alemanes . Joaquín acusaba una lesión coronaria desde hacía seis años (1963), que fue cuando padeció su primer infarto de miocardio, y no pudo superar la crisis mortal de aquel día central de noviembre, cuando contaba con 65 años y, ni tan siquiera, le había dado tiempo de jubilarse. Aquel año, que llegó el hombre a la luna, Sevilla fue zarandeada por un gran terremoto, la noche del 27 al 28 de febrero. Pero la conmoción de la muerte de Joaquín, en la esfera cultural, fue quizá más desmedida que la del temblor.

Se instaló la capilla ardiente en el dormitorio de su domicilio, dentro del monumental palacio. Allí se hallaba el féretro que acogía el cadáver del poeta, amortajado con la túnica de nazareno de su Virgen de la Soledad . El funeral a primera hora de la tarde del mismo sábado 15 de noviembre, en la parroquia del Sagrario , junto a la catedral. Luego, la obligada visita a la parroquia de San Lorenzo, donde se rezó un responso ante su queridísima Virgen de la Soledad, con cuyo manto bordado en oro se cubrió el ataúd. Ya por la tarde, los restos mortales fueron depositados en el cementerio de San Fernando . Al pie de la tumba, José Gómez Salvago declamó los primeros párrafos del libro que el finado dedicó a José María Izquierdo y Sevilla en 1934. El martes 18 de noviembre, nuestro periódico publicó las fotografías del cortejo fúnebre saliendo del Alcázar y el último paseo, a hombros, de Joaquín Romero Murube por el patio de Banderas.

Articulista de ABC

El 9 de mayo de 1930 , ocho meses después de la fundación de nuestro periódico en esta ciudad, publicó su primer artículo . Era la Sevilla literaria de los hermanos Álvarez Quintero, y su primera preocupación periodística se detuvo a analizar el problema del Guadalquivir . Las continuas inundaciones, que tanto daño causaban, únicamente podían evitarse definitivamente con las obras de la dársena . Pero Joaquín se oponía a la corta del cauce. Defendía que el Guadalquivir atravesase la ciudad, a la que tanta ganancia y prestigio histórico le había dado. Este no fue el único diario en el que publicó, pues desde muy joven también lo hizo en El Noticiero Sevillano, El Liberal, El Correo de Andalucía, algunos otros sevillanos y de ciudades foráneas como Madrid. La calle cobró para él una especial significación porque en ella encontraba la auténtica realidad, que no en el deleite de la lírica. Era predilecto de lo sencillo, lo humilde y el encanto de la cotidianidad . Sus análisis se centran mayormente en focalizar la generalidad de lo real, o del común de la población, pues la elite siempre es una minoría.

Se convirtió en un fijo y en toda una seña de identidad de este medio. ABC no podía entenderse sin su firma. Desde el primer día hasta el último, firmó siempre como Joaquín Romero y Murube, cuando no empleó seudónimos como el de «Madame de Rathimen» . Quería equiparar el Romero de su padre, don Rafael, que llegó a ser presidente de la Diputación y la Sociedad Económica de Amigos del País, con el de su madre Nieves Murube, de Los Palacios.

Después de la Guerra Civil , fue adquiriendo un gran compromiso con todo lo que le rodeaba, en un periodo complejo de la historia de España. Le preocupaba Sevilla, pero no solo en el terreno patrimonial. También mostró grandes inquietudes por otras cuestiones latentes, relacionadas con la conciencia cívica y social de aquellos momentos del tardofranquismo . En una carta remitida a Florentino Pérez Embid, nada más ser nombrado aquel director general de Bellas Artes, le expresa Joaquín que su empeño es el de «descubrir e inculcar a los prójimos el concepto de Sevilla, gran ciudad histórica y artística, cuna de América».

Se convirtió en un fijo y en toda una seña de identidad de ABC de Sevilla

Sus continuos viajes a otras ciudades españolas, capitales europeas y diversos lugares del mundo , le habían hecho acreedor de un conocimiento realmente asombroso, que abarcaba múltiples facetas del avance y el desarrollo social. Como hombre de prensa, escribía para despertar la conciencia de la ciudadanía y crear una opinión. Su estilo, tan novedoso, reúne mágicos equilibrios. La densa sustancia conceptual va esgrimida con una original prosa, perfectamente entendible, elegante, poética y agraciada de una ironía inalcanzable. Trataba de no dejar zanjada la cuestión, sino de mantenerla abierta, de par en par, a fin de que los lectores interactuasen e hiciesen llegar sus opiniones al mismo periódico.

Las continuas respuestas de vecinos y colectivos sevillanos a artículos suyos, en secciones como la de «Cartas al director» , no hacían más que confirmar la importante resonancia de sus reflexiones. Buena parte de la producción literaria de Joaquín Romero Murube está desperdigada por las páginas de este periódico, gracias al cual alcanzó una notoria popularidad. Después de varios malentendidos con el entonces director, don Joaquín Carlos López Lozano, cuando el Corte Inglés estaba ya a punto de inaugurar sus almacenes de la plaza del Duque, dejó momentáneamente las páginas de este periódico en 1967, durante dos años. Pero regresó. Tras reconciliarse con el director, con quien mantuvo siempre una gran amistad, volvió en 1969 con un artículo titulado « El acendrado» . Romero Murube, cuya labor mejoró la prensa sevillana y también mejoró nuestra ciudad, falleció siendo articulista de este periódico.

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