Pasión en el museo
Nacer de nuevo
El protagonismo se lo lleva Nicodemo, cargando sobre la espalda el cuerpo sin vida del crucificado, mientras baja los peldaños de la escalera

Las atribuciones en la historia del arte son como un alumbramiento. En cierto modo, las obras nacen por segunda vez cuando se atribuyen a otro artista diferente al que se venía haciendo por inercia, porque entonces se las ve con ojos nuevos, se ... abandonan los viejos vicios intelectuales y las abraza un espíritu de descubrimiento. En esta tabla, parte de dentro a la derecha de un 'Tríptico del Calvario', se ha obrado el prodigio de nacer de nuevo del que hablaba Nicodemo en el capítulo tercero del Evangelio de San Juan : «¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?»
Frans Francken el Viejo bien lo pudo hacer. Durante siglos, este artista flamenco de una ilustre saga de pintores, no existió como autor de esta obra. Ceán Bermúdez se la atribuyó a Francisco Frutet en 1800 en su 'Diccionario de los más ilustres profesores de Bellas Artes de España'. Frutet se mencionaba como autor de un retablo de la 'Adoración de los Reyes' que guardaba similitudes estilísticas con este otro que colgaba en el antiguo hospital de las Bubas (San Cosme y San Damián era su nombre exacto), que ocupó el inmueble que hoy es asilo de la orden hospitalaria de San Juan de Dios en la plaza del Salvador.
De aquel hospital de las Bubas (por la epidemia de peste de finales del siglo XV) pasó a los fondos del Museo de Bellas Artes cuando la Desamortización de Mendizábal en la década de 1840, pero atribuido erróneamente a Frutet . En realidad, nunca existió un pintor ni flamenco ni cabal con ese nombre. El 'Tríptico del Calvario' pasó por casi todos los discípulos flamencos de Frans Floris . La colonia flamenca en la Sevilla del Quinientos era numerosa, atraídos por la riqueza que comenzaba a afluir a la ciudad proveniente de América: Juan Díaz, Simon Pereyns, Hernando de Esturmio y Pedro de Campaña son algunos nombres reconocibles de aquella embajada artística.
El tríptico del hospital de las Bubas volvió a verse como si hubiera surgido de otra paleta artística a finales del siglo pasado, cuando se fue abriendo paso la atribución correcta a su verdadero padre, Frans Francken el Viejo , hermano de Jerónimo Francken I , padre de Frans Francken el Joven , tío de Jerónimo Francken II y abuelo del tercer Frans Francken que reseñan las enciclopedias de arte. Con su exacta atribución, Francken volvió a nacer como Nicodemo , al que se aprecia en esta tabla cargando con el cuerpo inerte de Cristo, recién descolgado de la cruz.
Ni siquiera le vemos el rostro a Nicodemo , acaso el personaje más inquietante de cuantos pueblan los evangelios. Aparece sólo en el de San Juan, como fariseo y sanedrita, alguien de posición elevada que visita de noche a un tal Jesús de Nazaret atraído por los prodigios que dan cuenta de sus poderes sobrenaturales. Vuelve a aparecer de nuevo en la reunión del sanedrín tratando de salvar a Jesús con objeciones procedimentales como el trámite de audiencia al acusado a que obligaba la ley. Y, finalmente, lo encontramos en el descendimiento y el traslado al sepulcro, codo con codo con José de Arimatea , el dueño del huerto donde está el sepulcro por estrenar donde se deposita el cadáver de Cristo.

El arte religioso de todos los tiempos ha dejado muestras valiosísimas de estos motivos iconográficos. El que nos ocupa no tiene el dramatismo evidente del vanderweyden del Prado o la fuerza emocional que destila el caravaggio del traslado al sepulcro , por citar sólo dos lienzos muy reconocibles por el gran público. Pero tampoco carece de interés.

Quizá lo más interesante, desde el punto de vista compositivo y los sentimientos que desencadena, sucede en la parte baja de la tabla, al pie de la cruz donde está la madre. Desmayada, pálida, como muerta en vida, si se la compara con la figura erguida de la tabla central del retablo. La Magdalena la sostiene . Es fácilmente reconocible porque va vestida de cortesana, con el pelo sin toca y una blusa de lino bordada en la bocamanga. Se aprecia mejor en la tabla anterior. El evangelista Juan aparece vestido de rojo con mantolín rosa , obviando los colores iconográficos acostumbrados. Las otras marías arropan a la madre de Jesús.
José de Arimatea, presentado como un rico propietario, reúne en la mano derecha los tres clavos que la visión de Santa Brígida consideraba como los que habían traspasado la carne de Cristo. Hay un asomo de paisaje urbano al fondo, mucho más visible en la parte central del interior del tríptico. Y un detalle muy significativo en la tabla de dentro a la izquierda: las grímpolas enarboladas en las lanzas en ristre lucen el cuarto creciente y tres estrellas característicos del Islam sobre un fondo encarnado.
El detalle es anacrónico, claro está, porque en la Palestina de los tiempos de Jesús no había musulmanes, cuya época comienza a contarse a partir de la Hégira, la fecha del año 622 de la era cristiana en que el profeta Mahoma huyó de La Meca a Medina . Pero en el imaginario colectivo de la Cristiandad de mediados del siglo XVI, los sarracenos que se habían plantado a las puertas de Viena poniéndole sitio eran el enemigo y como tal convenía representarlos como partícipes de la tortura pasional de Cristo.
El protagonismo se lo lleva Nicodemo, cargando sobre la espalda el cuerpo sin vida del crucificado, mientras baja los peldaños de la escalera. Tiene ayuda en el personaje que maneja los lienzos con que se está descolgando el peso inerte para que no se caiga.
El novelista polaco Jan Dobraczynski compuso en su libro 'Cartas de Nicodemo' la hipotética experiencia vital del sanedrita. Esta es su monólogo interior del sábado, una vez depositado el cuerpo en la tumba: «¡Él murió para demostrarme que está dispuesto a hacerlo todo por mí! ¡La cruz en que lo clavaron era mi cruz! ¡Mi cruz! ¿Y la de él? ¿Qué he tomado sobre mí? ¡Nada! ¡Nada! ¡Nada! Simón cogió una espada. Judas dicen que corrió a ver a Caifás y le arrojó a los pies el dinero que le habían pagado por traicionar al Maestro. ¿Y yo? ¿Yo, qué? ¡No he hecho ni esto siquiera! ¡No he hecho nada! Quería solo observar… He guardado para mí mis temores, mis penas… ¡Ya sé qué soy yo! ¡Una tierra estéril! No volveré a nacer ».
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