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La nieta sevillana de Agustina de Aragón

La nieta sevillana de Agustina de Aragón

Gracias al investigador sevillano Juan Antonio Bertomeu, que nos facilita fotocopia de la entrevista que El Liberal le hace a doña María de los Remedios Roca y Jurado el quince de enero de 1919, descubrimos la campaña solidaria que, tanto el Heraldo de Aragón, como El Liberal sevillano que entonces dirigía el destacado periodista don José Laguillo, suscriben para aliviar las duras condiciones en las que sobrevivía la nieta de Agustina de Aragón.

Doña María de los Remedios Roca y Jurado tiene entre setenta y dos y setenta y cuatro años cuando concede esta entrevista. Vive en una habitación alquilada de una casa de vecindad de la calle Alcázares, a las espaldas de la Encarnación y entre la actual calle Sor Ángela de la Cruz. Es un edificio alto y antiguo, la citada habitación está ubicada en la azotea, junto a un gallinero y a un cuarto de trastos donde se almacenan las esteras y los muebles vencidos por el tiempo. No debía de ser su «apartamento» lo suficientemente visitable porque se evita como lugar de encuentro para realizar la entrevista. Que, según nos cuenta el entrevistador, que no la firma, se realiza en el piso de abajo, en casa de una vecina que es muy amiga de doña María de los Remedios. En la planta baja del edificio, en el patio, abría sus puertas un colegio de señoritas llamado San José.

Doña María de los Remedios era sevillana. Nació del matrimonio habido entre don Juan Roca y Zaragoza y doña Rita Jurado. Don Juan era hijo de Agustina de Aragón (nacida en Fullera, Lérida y bautizada en Santa María del Mar, Barcelona, en 1786) y se afincó en Sevilla, según recuerda la entrevistada, cuando Espartero la sitió y la bombardeó. Para que Sevilla, en una de sus más perplejas decisiones, le concediera su nombre a la plaza del Duque. Quizás en recuerdo de las bombas con las que nos asoló.

El padre de doña María de los Remedios fue médico. Y del matrimonio con doña Rita nacieron dos hijas: Elena y María. Elena, aunque doce años más joven que María, murió en abril de 1913. Por entonces, ambas nietas de Agustina de Aragón, ya vivían de una pensión muy modesta del Ayuntamiento zaragozano: una peseta diaria para cada hermana. En la entrevista, doña María de los Remedios, retrata sus duras condiciones de vida diciéndole al periodista que «cuando muere mi pobre padre se lleva la llave de la despensa». La muerte del hijo médico de Agustina de Aragón en Sevilla se convierte en un hecho de cierta trascendencia nacional al glosar su figura otro periodista de raza: Peris Mencheta. En el obituario Peris Mencheta llama la atención sobre el desamparo en el que quedaban las hijas de don Juan Roca y tocaba a las puertas de la solidaridad municipal zaragozana para que sufragara una pensión. Es con esa pensión con la que sobreviven ambas al desamparo de su situación y a la gloria de su ascendencia…tan escasamente valorada. A los pocos años, el Ayuntamiento de Zaragoza solicita a las Cortes españolas que esta pensión la sufrague el Estado. Se aprueba la moción por unanimidad percibiendo ella y su hermana Elena dos pesetas diarias. Con la muerte de su hermana Elena, la pensión se vería recortada y entre el recorte y los impuestos que doña María de los Remedios tuviera que afrontar, la peseta diaria que le daba el Estado se quedó, según sus propias palabras, en «siete reales». De esos siete reales diarios tenía que pagar los tres duros y medios del alquiler de su habitación en la calle Alcázares, los vestidos, los zapatos y la comida.

Para aliviar esta situación, tanto el El Liberal como El Heraldo, firman una campaña de solidaridad con la descendiente de uno de los personajes históricos más celebrados en nuestra historia contemporánea. En ese marco solidario hay que entender la entrevista del periódico sevillano y la adhesión inquebrantable de su director, José Laguillo. Dicha campaña termina felizmente con un comunicado de la municipalidad zaragozana con fecha del tres de abril de 1919, donde se informa que «aunque modestamente, el Ayuntamiento de Zaragoza, contribuye a mitigar la aflictiva situación de la descendiente de la heroína de los memorables sitios de Zaragoza». Viene firmado por Pablo Calvo, presidente de la corporación zaragozana. La modesta pensión «complementaria» que libró el Ayuntamiento maño alcanzaba la suma de 547,50 pesetas anuales. O sea, una peseta y media diaria. Lo que, sin dudas, contribuyó a mejorar las duras condiciones de vida de los últimos años de la nieta sevillana de la patriota maña.

Lo curioso del caso es que el Ayuntamiento sevillano no dice ni pío al respecto. No se mueve. Ni amaga. Pasa en silencio absoluto sobre el caso siendo como es la nieta de Agustina de Aragón sevillana por casi sus cuatro costados. Bien podría haber colaborado con la misma pensión que el Ayuntamiento de Zaragoza. Pero no lo hizo. Quizás porque ya entonces apuntaba maneras futuras. O porque la parálisis actual ya nos viene de antiguo. En cualquier caso no está de más recordar, gracias a la sensibilidad investigadora de Juan Antonio Bertomeu que, doscientos años después del ejemplo patriótico de Agustina de Aragón, descubramos que Sevilla fue cuna y sepultura de dos nietas de la heroína. A la que queremos recordar, entre los fastos del bicentenario de nuestra Independencia, poniendo en valor su vinculación sevillana que gracias a Zaragoza tuvo final feliz.

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