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EL RINCÓN DE... JUAN ANTONIO HUGUET PRETEL

«El ninguneo a Murillo comienza con un presunto progresismo plástico»

Profesor de Bellas Artes, pintor y cartelista, Huguet Pretel ha protagonizado la pasada semana un acto de divulgación sobre la grandiosa obra de Bartolomé Esteban Murillo

Huguet Pretel en el puente de Triana, su rincón favorito M. J. López Olmedo

Félix Machuca

Si Sevilla tiene un color especial, la luminosidad del puente de Triana, su rincón favorito , no se queda atrás. Asegura sentirse especialmente ligado a las sensaciones plásticas que le trasmite ese puente, porque siempre espera al final, en ambos sentidos, el mismo bullicio, la misma alegría, mientras te baña una luz única.

Hermano del Museo, pintor y cartelista, se define como un artista figurativo y un tanto simbolista . Ha firmado los principales carteles: el de la Semana Santa, el de la Macarena, el de la cabalgata de Reyes Magos, el del Rastrillo... Es un entusiasta de la vida y obra de Murillo y cree que la efeméride ha venido a situar al gran artista sevillano en el podium que siempre tuvo.

Asegura usted que la primera vez que se pinta un tomate en el viejo mundo lo hace Murillo. ¿Es así?

Parece ser que sí. No hay otros precedentes. Aparece en cuadro «La cocina de los ángeles», que es un serial de quince obras, el primer encargo, profesionalmente importante para Murillo, que le hacen los franciscanos.

Y también es frecuente ver en sus cuadros el pan moreno, las aceitunas, el queso...

También las frutas, como el célebre cuadro de «Los niños comiendo uvas y melón».

Pero nunca pintó grandes banquetes, ni mesones pantagruélicos.

No, de ninguna de las formas. Las únicas mesas amplias que pinta son «La Santa Cena» para la iglesia de Santa María la Blanca. Y «Las bodas de Caná».

¿Se lo dictaba su moral católica?

Yo creo que era su sencillez y humildad que lo acercaba a la cocina más popular, alejándolo de las grandes escenografías mundanas, propias del barroco. Pese a ser un gran representante del barroco según Murillo.

En otro cuadro parece pintarnos un gazpacho. ¿Es un gazpacho, verdad?

Sí, y nos volvemos a remitir al serial de «La Cocina de Los Ángeles», donde aparece esta vez, un ángel con un mortero con todos los condimentos del gazpacho, incluyendo el tomate.

¿De quién ha sido la tarea de investigar estos aspectos gastronómicos?

Del estudio Buenavista que ha hecho un trabajo admirable por encargo del grupo hostelero Salas y el restaurante El Cairo. A partir de esas investigaciones se han elaborado menús de la época del pintor.

¿Lo de la maldición de la gitana cómo fue?

Es una leyenda. En algún momento de su vida una gitana le predijo que moriría en un casamiento.

Qué mal gusto…

(risas) Sí. Pero parece que a raíz de este posible hecho el pintor no asistió nunca más a una boda.

Al final, en Cádiz, pintando los esponsales místicos de Santa Catalina, se cayó y murió, días después, víctima del accidente…

Así es. Y en el aire dejamos lo que le dijo la gitana...

La Sevilla que vive Murillo es la posterior a la gran peste de 1649. ¿El realismo social que nos anticipa con sus cuadros de pobres, mendigos y enfermos es consecuencia de aquello?

Desde el principio su obra ya muestra interés por esa clase de temas que no solamente los veía y pintaba. Sino que los sentía. Fue hermano de la Santa Caridad. Quizás impulsado por el ejemplo de su amigo Miguel de Mañara.

«La Sevilla que vive Murillo es la posterior a la gran peste de 1649. ¿El realismo social que nos anticipa con sus cuadros de pobres, mendigos y enfermos es consecuencia de aquello?»

Durante casi doscientos años Murillo es un pintor de referencia en España y Europa.

Hay obras suyas en Rusia, Alemania y Estados Unidos. Y por encargo directo al pintor su obra se extiende por la América española.

De hecho el mariscal Soult, en sus actos de rapiña en Sevilla, buscaba como loco obras de Murillo.

Esa inclinación es indudable. Casi todo lo que rapiña es de Murillo.

Una de esas obras pertenecía a la Hermandad del Museo y ahora está expuesta en el Archivo de Indias, aunque pertenece a la Academia de San Fernando.

Es el cuadro denominado «La resurrección de Cristo», desde que el artista lo pinta hasta que se lo lleva el mariscal permaneció en su lugar en la capilla de la Hermandad del Museo.

¿Se quedará definitivamente ese cuadro en Sevilla?

Yo abogo por que el cuadro regrese a Sevilla y no se quede en Madrid. Los franceses lo devolvieron pero a Sevilla no llegó.

¿Usted es hermano del Museo?

De toda la vida, más de 60 años.

Imagino entonces que le encantaría que ocupara su lugar primitivo que, incluso ahora, sigue vacío, como esperando el cuadro...

La hermandad no deja de hacer gestiones así como otras instituciones. Si el cuadro no viene a la hermandad al menos que regrese a Sevilla.

Por qué determinada política cultural andaluza fue displicentemente con el pintor.

El ninguneo a Murillo comienza con el presunto progresismo plástico y fuimos muy pocos pintores los que permanecimos leales a su figura y a su obra.

Cómo se pudo llegar a contemplar a Murillo como el pintor de las latas de dulce de membrillo.

Con ignorancia y osadía. Las reproducciones que se hicieron de sus obras para decorar aquellas latas eran de bajísima calidad. Faltó formación a los que así opinaban confundiendo la realidad con la reproducción.

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