Pabellones de Guinea y Marruecos
Pabellones del 29 de Sevilla: Exóticos memoriales de África
En los edificios de las posesiones africanas de Guinea y Marruecos se mostraron dos versiones de la política colonial
Era el territorio más exótico de la Exposición, el lugar donde se mostraban los paisajes coloniales africanos y donde los visitantes creían ver los atardeceres más largos. Eran los pabellones de Guinea y de Marruecos, África en el corazón de la Sevilla de 1929 . Dos edificios que se levantaban en la Avenida de Moliní y que rescataban la memoria de la presencia española en el continente africano frente al legado de ultramar de los pabellones hispanoamericanos.
El Pabellón de la Guinea Española, que fue realizado por la Dirección de Marruecos y Colonias, era obra del arquitecto José Granados de la Vega quien contó con la colaboración del ingeniero Emilio Gómez Flores . El edificio, que se encontraba donde hoy está la sede de la Autoridad Portuaria, reproducía las típicas viviendas indígenas hechas con maderas maderas de caoba, teka, el bocakí, cedro, ébano y ceiba.
En el interior se podía ver una curiosa muestra de herramientas indígenas, jardines con plantas tropicales y animales disecados. Pero lo más sorprendente -y que no ocurría en ningún otro pabellón- era que en las chozas vivía un grupo de indígenas que todas las noches ofrecía un espectáculo de danzas típicas .
En la inauguración del certamen los Reyes visitaron este pabellón el sábado 11 de mayo y fueron recibidos con la guardia de dos pamúes «desnudos de cintura para arriba» , mientras indígenas del continente y de Hannobon interpretaron sus danzas al son de «instrumentos primitivos». Los grupos de pamúes, corisqueños y habitantes de Hannobón les presentaron sus respetos.
Esta exhibición de exotismo colonial ‘vivo’ que hoy nos resulta trasnochado era habitual en las exposiciones universales como se demostró en el certamen de Ámsterdam en 1883 y más tarde en el de París y Chicago. Y en Sevilla también se reprodujo esta moda etnográfica.
Sin embargo, en el Pabellón de Marruecos la visión colonialista era diferente. La relación con Marruecos -el Protectorado Español de Marruecos desde 1912- había sido más amarga, ya que la memoria reciente estaba llena de episodios como el desastre del Barranco del Lobo en 1909 , ocurrido precisamente el año en el que el militar Luis Rodríguez Caso impulsa la idea de la Exposición Iberoamericana. Y apenas habían pasado ocho años de la derrota de Annual en 1921 , el conflicto que propició la dictadura de Primo de Rivera. Ese imaginario terrible que narró Arturo Barea en su excepcional obra autobiográfica «La forja de un rebelde».
El Pabellón de Marruecos mostraba otra etapa del colonialismo , la que inicia Primo de Rivera con la pacificación del protectorado marroquí. El llamado Pabellón Colonial de Marruecos, que también se encontraba en la Avenida de Moliní, evocaba en el exterior una mezquita y en su interior una lujosa residencia marroquí.
El edificio, que es la actual sede del Área de Parques y Jardines, fue obra del arquitecto José Gutiérrez Lescura quien contó con la colaboración del pintor orientalista Mariano Bertuchi . Además, la decoración del edificio se hizo en la Escuela de Artes y Oficios de Tetuán . El paisaje interior estaba lleno de patios típicos con surtidores, arcos de herradura, tejas vidriadas, yeserías, capiteles de avispero y salones moros con tapices y muebles con taracea.
Otra de las sorpresas del pabellón era el bazar que se mostraba en unas dependencias cercanas donde varios artesanos trabajaban a la vista del público en una especie de bazar marroquí. También se podía visitar un café que era descrito así por la guía oficial de la Exposición Iberoamericana: «Entre las instalaciones que comprenden la tercera parte del pabellón, hay un gran café estilo marroquí , decorado ricamente con ‘haitis’ (tapices), colchonetas, cerámicas y armas del país, repisas y mesas de maderas morunas».
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