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¿Qué fue del paloduz?

Una de las golosinas más consumidas épocas atrás conserva aún cierto protagonismo en Sevilla

Un vendedor de paloduz, en su habitual punto de venta en La Campana J. M. Serrano

Álvaro Galván

«Íbamos de niños a cogerlo. Unos nos lo comíamos y otros lo vendían en la puerta del cine o del fútbol», recuerda un viandante a su paso por La Campana , transitando por delante de uno de los pequeños puestos de paloduz situados en el Centro de Sevilla, una de las golosinas más clásicas durante la infancia de aquellos que ronden o hayan superado ya la cincuentena.

A modo de contexto, para los integrantes de la « generación Z » (también conocidos como posmillenials), se llama paloduz a la raíz del regaliz, caracterizada por su sabor dulce. A simple vista, no parece más que un pequeño palo; sin embargo, fueron varios los que encontraron en esta rama la chuchería que marcaría su infancia.

Y es que, a pesar de tratarse de un dulce de otra época, hoy en día aún quedan algunos vendedores de paloduz que colocan sus pequeñas mesas en las zonas más transitadas del Casco Antiguo sevillano, como Francisco , que es el que ilustra este reportaje, y Manuel .

Este segundo es un señor que ronda la sesentena y que lleva más de diez años dedicándose a la venta del paloduz. Con su mochila y su mesa, en la que expone los manojos, se coloca en la plaza de La Campana, frente a los comercios de ropa y negocios de comida rápida, a la vista de miles de sevillanos y turistas que frecuentan esta zona cada día.

«Yo me dedicaba a vender castañas, pero el dueño dejó de venderlas porque ya es mayor y los hijos lo ingresaron en una residencia. Y ahora, como no tengo trabajo, me dedico a estas cosas», señala, mientras atiende su puesto y observa sosegadamente el panorama.

Con respecto al lugar en el que encuentra el paloduz, Manuel cuenta que se desplaza hasta el río, «para ser concretos, junto al Puente del Centenario —matiza en la parte de Tablada. Allí es donde se ha cogido siempre». El vendedor explica su forma de proceder: «Me llevo un carrito y, cuando tengo bastante, lo corto para meterlo en el carro en forma de manojo. Al llegar a mi casa lo lavo y lo corto a cachitos, como están ahora en la mesa».

Asimismo, Manuel no duda en compartir su parecer sobre el motivo que hizo que esta golosina causara tanta sensación épocas atrás: «Las personas, antiguamente, sabían que esto era una raíz que, además de servir de dulce, valía para los enfermos. Se usaba en jarabes. Los bronquios los limpia el paloduz , al igual que las úlceras del estómago. Esto servía de medicamento, pero más todavía les gustaba a los chiquillos esta chuchería». Este sevillano rememora cuando comenzó a dedicarse a vender paloduz en los colegios asegurando que «iba a San Jerónimo . Me ponía en la puerta de una escuela y los chiquillos me compraban. Los maestros me preguntaban si iba a ir al día siguiente. Yo les respondía que siempre que ellos me dejaran. Y me dejaban que fuera cuando quisiera».

Por último, sobre la rentabilidad de la venta de paloduz hoy en día, Manuel afirma que, en ocasiones, sí tiene éxito. «Todo el mundo sabe lo que es el paloduz. La gente pasa por aquí y recuerda cuando lo comía de pequeño y además es bueno para la salud. También ayuda a dejar del tabaco ». El vendedor vuelve a recalcar los beneficios de este regaliz, insistiendo también en que «los más jóvenes se paran» a comprar algún manojo, que vende a dos euros, un precio que está muy lejos de las dos y hasta cinco pesetas que llegó a costar en su día.

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