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500º aniversario primera circunnavegación

Primera vuelta al mundo: Sanlúcar de Barrameda

Primera vuelta al mundo es una serie de artículos en la que el marino Ignacio Fernández Vial recreará cada sábado el viaje de Magallanes y Elcano

Sanlúcar de Barrameda en el siglo XVI

Ignacio Fernández Vial

La Armada de la Especiería llega a Sanlúcar de Barrameda el 12 de agosto de 1519, donde permanece 41 días fondeada frente al castillo del Duque de Medina Sidonia. Ya sin faena, muchos de sus tripulantes se ven obligados a pasar buena parte del día a día a bordo de sus naves. Han recibido sus dos primeras escasas pagas, que apenas les alcanzan para saltar a tierra y gastar sus salarios. «Y peréceme que nos quedemos en la nao donde no nos faltará la comida ordinaria. Y no vamos ahora al pueblo de Sanlúcar, que es uno de los más costosos que hay en el mundo, especialmente cuando van y vienen las flotas, porque en él consumen los hombres sus haciendas». Aquellos que se lo podían permitir, una vez finalizada la faena diaria, desembarcaban para su solaz en tierra. Los había que tenían familia en la ciudad, pero otros, los más, pasaban los ratos libres en las tabernas, bebiendo el buen vino de la tierra, y por supuesto divirtiéndose en las dos mancebías locales, ambas propiedad del duque de Medina Sidonia , y que abrían sus puertas en las por entonces céntricas calles Alcoba y Tenerías.

«Algunos días después, el capitán general y los capitanes de los otros navíos vinieron de Sevilla a Sanlúcar en chalupas y se acabó de aprovisionar a la escuadra. Todas las mañanas se saltaba a tierra para oír misa en la iglesia de Nuestra Señora de Barrameda , y antes de partir, el capitán ordenó que toda la tripulación se confesara; se prohibió además rigurosamente que embarcase en la escuadra ninguna mujer». Estas jornadas de estancia se aprovechan para llenar las pipas y toneles de agua dulce, vinagre y vino de esta generosa tierra y en aprovisionarse de carne recién salada y verduras frescas. En el Archivo General de Indias se custodia un documento que nos da el número de animales que se adquieren en Sanlúcar. Parte de ellos, aquellos que estaban destinados a ser llevados a bordo, se entregaban a los maestres de cada nao, ya sacrificados y su carne salada. El resto, se iban sacrificando a medida que los tripulantes la fueran consumiendo durante los días que permanecieran fondeados en Sanlúcar de Barrameda. «Diez y siete mil setecientos treinta y cinco maravedíes, los 14.000 que costaron siete vacas que se compraron en Sanlúcar para el viaje, y 1.180 que costaron tres puercos; 2.560 maravedís que se gasto de carne con la gente cuando bajaron las naos a Sanlúcar y en Sanlúcar según mas largo paresçe por el libro de la armada».

41 Días son muchos para tan corta operación, por lo que lo más probable es que el prolongar durante más de un mes la estancia en las cercanías de la barra del río, se debiera a otra causa. Y ésta no era otra que el poder observar con atención los movimientos del rey de Portugal, que se presumía que podría seguir empecinado en impedir que la Armada saliera a la mar. Así nos lo dice el cronista Antonio de Herrera . «Partió tarde esta Armada, porque el Rey de Portugal hizo eficaces oficios con el Rey en Barcelona, para que no la enviase. Decían los Portugueses que el Rey de Castilla perdería el gasto, porque Hernando de Magallanes era hombre hablador y de poca sustancia y que no saldría con lo que prometía».

Mucho se ha puesto en duda esto que nos ha contado Antonio de Herrera , pero si analizamos la forma de actuar del monarca portugués, es fácilmente creíble. Veamos de manera muy breve, algunas de las actuaciones del monarca portugués que obligan a la Casa de la Contratación de Sevilla a tomar toda clase de precauciones.

Lógicamente, se temía que la corte lusitana pudiera enviar una escuadra con el fin de avistar a las naves españolas una vez en la mar para abordarlas y tratar de abortar de raíz la expedición que por la vía diplomática, e incluso con amenazas personales, no se había podido evitar que zarpara de los muelles de Sevilla.

Durante los preparativos de la armada, Portugal provoca a través de un enviado procedente de Lisboa, lo que pudo ser un grave incidente, el llamado de las banderas, con el único objetivo de ir creando en Sevilla un ambiente hostil hacia Magallanes, al que incluso se dirige personalmente, para decirle que los oficiales de la Casa de Contratación le tienen inquina por el simple hecho de ser portugués. En la corte española, el embajador portugués había mediado ante Carlos I para que suspendiera la expedición, y llega a correr el rumor de que la corte de Lisboa había dado orden de acabar con la vida de Magallanes y Falero : «dícese que andaban por matar a él y al bachiller Ruy Faleiro, y así andaban ambos a sombra de tejado, y por esto el obispo de Burgos, enviaba a gente de su casa, que hasta su posada le acompañasen». Lisboa trama una última artimaña, destinada a demostrarle a Magallanes que Portugal estaba dispuesta a utilizar cualquier procedimiento con tal de que abandonase el proyecto. Para ello se acusa de haber asesinado a un juez a los hermanos de Magallanes, bajo amenaza de a condenarlos a muerte y a la pérdida de todos sus bienes. Únicamente Fernando de Magallanes podría abortar esa infamia regresando a su ciudad natal. Pero por suerte para sus hermanos y para él, la justicia lusa cometió un error, ya ambos en esos momentos estaban en ese momento en Sevilla y por supuesto allí se quedaron.

Lo que sí está claro, es que Sanlúcar de Barrameda fue el enclave ideal para acabar de aprovisionar la armada destinada a tan ambiciosa travesía. Había comenzado a crecer gracias al Duque de Medina Sidonia , que «pobló la villa de gente y para que mejor se poblare, hízole el rey de le franquear en Sanlúcar dos ferias, en cada un año que llaman las vendejas, donde por razón del trato de muchos navíos que concurren con mercaderías de muchas partes, en el tiempo de estas vedejas o ferias, especialmente bretones, flamencos e ingleses, y otras naciones que a estas vendejas vienen, con sus lienzos, paños, maderas, y otras muchas mercaderías, por esto se pobló mucho Sanlúcar… y con esto acudieron muchos sujetos de toda Andalucía, y de otras partes, y especialmente de la ciudad de Sevilla vino mucha gente noble, y se avecindaron y quedaron en Sanlúcar».

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