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PREMIO NACIONAL DE DANZA 2015

Rubén Olmo: «Mi madre limpió muchas escaleras para pagarme la carrera de danza»

El bailarín sevillano reivindica que las compañías privadas estén subvencionadas, como lo está el Ballet Nacional de España

Rubén Olmo en el Centro Andaluz de Danza VANESSA GÓMEZ

M. J. PEREIRA

Rubén Olmo (Sevilla, 1980) nació en Las Tres Mil viviendas y, contra todo pronóstico, estudió la carrera superior de Danza. A los 9 años se fue a vivir al Cerro del Águila. «Mi infancia en Las Tres Mil fue feliz. No tengo malos recuerdos del barrio, quizá porque entonces no era tan inseguro y porque yo no era un niño que jugara en la calle, ya que con 8 años empecé a ir al Conservatorio de Danza», señala este bailarín y coreógrafo, que con 18 años ya era primer bailarín del Ballet Nacional de España . Exdirector del Ballet Flamenco de Andalucía y hoy maestro en el Centro Andaluz de Danza , afirma que «las mañanas las dedico a la pedagogía y las tardes a mi compañía y a mi formación física en mi estudio. Hay días que bailo hasta diez horas». Cuando no baila pinta naif «porque —dice— me calma los nervios y para mí es terapéutico».

—A qué edad empezó a bailar?

—Yo recuerdo haber bailado desde pequeño. En mi familia no había artistas pero vieron que me encantaba bailar. Salía Antonio Gades en la tele y me quedaba embobado. A los cuatro años mi madre me llevó a una escuela de danza en el Cerro del Águila. Mis juguetes más preciados eran unos palillos que me regaló mi abuela.

—¿Su familia le apoyó para dedicarse profesionalmente a la danza?

—Mi madre me apoyó desde un primer momento, y también mi padre, que era carpintero. Mi madre era ama de casa al principio pero después tuvo que limpiar muchas escaleras para pagar mi carrera porque con el sueldo de mi padre podíamos vivir perfectamente pero no daba para pagar la carrera de un bailarín. Las botas y las zapatillas son caras; no te puedes quedar sólo con la carrera y necesitas dar cursillos y master class con los grandes maestros. Tengo a mis padres en un pedestal porque han vivido para que yo pudiera formarme como bailarín. Ellos hicieron un gran sacrificio y también mi hermano mayor, que sufrió por el hecho de que mis padres estuvieran demasiado ocupados conmigo. Por esa razón, mi último espectáculo, «Las tentaciones de Poe», es un homenaje a mi hermano porque él fue quien me acercó a Edgar Allan Poe, ya que siempre tenía en las paredes pósteres de sus cuentos de misterio.

—Los niños son crueles. ¿En alguna ocasión de pequeño sufrió burlas por decir que quería ser bailarín?

—Sí, en el colegio, porque sabían que bailaba, era muy sensible... bueno, sigo siéndolo. Hoy han cambiado las cosas pero aún no se comprende que lo que hacemos los bailarines por la cultura es algo grande. En Rusia hay más niños que niñas en las escuelas de danza. Allí su manera de ser alguien es llegar al Bolshoi. Para ellos es un orgullo que de sus casas salga un bailarín.

—¿En España hay más facilidades para que un niño sea futbolista que bailarín?

—Sí, mucho más, y eso que a nivel físico es más deportivo el ballet clásico o la danza española que el fútbol. Con dos horas al día de entrenamiento los futbolistas tienen suficiente. Un bailarín necesita de tres a cinco horas diarias.

—¿Hay hoy oportunidades en España para los bailarines?

—Aquí en España tenemos un escaparate de bailarines con un gran nivel y es una pena que al final tengamos que irnos a Berlín, Londres o Nueva York. Afortunadamente van cambiado las cosas.

—¿La danza está suficientemente remunerada en España?

—No, siempre estamos como los pobrecitos de las artes escénicas.

—¿Se puede vivir de la danza en España o se malvive?

—Se puede medianamente vivir pero la juventud tiene un problema porque ahora hay menos compañías privadas por la falta de ayudas para mantener en nómina a treinta bailarines, como hacía Antonio Gades.

—¿Qué le gustaría hacer en el futuro?

—Me gustaría coreografiar ópera, musicales... Me gusta la fusión de ópera, música y danza.

—Muy pocos españoles van al teatro a espectáculos de danza. ¿Es por culpa del público o de los políticos?

—Los políticos podrían hacer algo para bajar el precio de los teatros, por ejemplo reduciendo el IVA cultural, y dar facilidades al espectador porque las entradas al teatro son caras. No todo el mundo tiene 80 euros para ir con su pareja al teatro. Igual que los miércoles el cine te cuesta tres euros, tendría que haber un día de la danza.

—¿Debe subvencionarse la danza?

—Sí porque las compañías no son rentables. No podemos mal pagar a los bailarines porque parece que nosotros comemos de la danza, pero no, comemos de la nevera. Hay ayuntamientos tiesos que te pagan a los nueve meses, pero claro, necesitamos cobrar para pagar a los músicos, a los bailarines...

—Las compañías privadas creen que el Ballet Flamenco de Andalucía les hace la competencia porque producen con medios públicos.

—En cierto modo sí. Ese ballet vende sus entradas al mismo precio que las compañías privadas, cuando éstas últimas no reciben subvenciones. Eso pasa también con el Ballet Nacional de España. Por eso pienso que las compañías privadas deberían recibir subvenciones.

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