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Sevilla

Las mujeres de la mina: ocho historias que dinamitan los tópicos del sector

La planta de Gerena es la primera de España en haber puesto en marcha un plan de igualdad, que está derribando el caduco concepto de «empleo de hombres»

Ocho trabajadoras de Cobre las Cruces, en el fondo de la corta Juan Manuel Serrano

Eduardo Barba

La ardua travesía de las mujeres en busca de una igualdad real en el mercado laboral encuentra cada cierta distancia de ese agotador recorrido un obstáculo que complica la peripecia. Una vez, y otra, y otra más... Si además han de enfrentarse a esas trabas en Andalucía, donde los índices de desempleo general y femeninos en particular se mantienen en niveles dramáticos, esa peripecia se convierte en compleja pirueta. Pero si, en paralelo, ese camino se pretende cubrir en sectores tradicionalmente vinculados a los hombres, la pirueta es ya un triple salto mortal por encima de conciliaciones, prejuicios y clichés. Ocurre en el Ejército, en las Fuerzas de Seguridad, en el transporte pesado, en la pesca... y en la mina . Allí, en un agujero donde el techo ha sido siempre suelo de cristal, la mujer también se abre paso. Con máquinas, con explosivos, con probetas y con ordenadores, pero también con mucha preparación y un enorme valor añadido para superar barreras, integrarse en un «mundo de hombres» y aclarar que el trabajo no tiene sexo . Ni el mérito.

En Cobre las Cruces (CLC) están ayudando a las mujeres a sostener esa bandera. A que no sea simplemente un eslogan de moda. En esta planta minera sevillana son pioneros en planes de igualdad y han logrado que el empleo femenino llegue al 20% del total de la plantilla , porcentaje notablemente superior a la media del sector, que no alcanza ni el 10%. Hace un año, de hecho, CLC aprobó un plan de igualdad que fue el primero suscrito por una compañía minera en España. A modo de mascarón de proa por esas medidas tan significativas en su compañía, las trabajadoras de CLC dan fe de la importancia de estos pasos para ellas y para que, en general, las mujeres encuentren menos trabas.

Elena Moreno, administrativa técnica

Elena Moreno , administrativa técnica de planta de operaciones, pertenece a la comisión de igualdad que negoció el plan con la dirección. Conoce bien el calado de las medidas que se han ido sumando, que «no se han metido en un cajón sino que en esta empresa están muy presentes y se vigila su cumplimiento. Cada quince días se celebran reuniones de supervisión y se buscan nuevos acuerdos y avances, como la “Guía de mamás y papás” que elaboramos recientemente con iniciativas muy específicas de conciliación o para embarazadas, a las que se les ofrece la posibilidad del teletrabajo desde la semana 36 de gestación de forma que no tengan que darse de baja y poder mantener las mismas retribuciones». Moreno subraya el «buen balance del primer año de plan de igualdad, en el que se han firmado protocolos contra el acoso y la violencia de género y, además, se ha realizado formación específica de igualdad obligatoria para la plantilla completa, para hombres y mujeres, tras un convenio firmado con la Fundación Ana Bella». «Se le ha dado mucha importancia a la igualdad real desde arriba —añade Moreno—, desde la dirección, y eso lo estamos notando todas. Queda mucho por avanzar, pero estos pasos son vitales». 

Rocío López, jefa de Relaciones Laborales

También forma parte de esa comisión de igualdad de CLC Rocío López , quien no sólo valora esos acuerdos de la empresa en cuestiones de igualdad como «muy positivos desde el punto de vista de la justicia social sino también como simple decisión inteligente. Incorporar a más mujeres, sobre todo a puestos de responsabilidad, es inteligente, porque la diversidad favorece entornos de trabajo más creativos, innovadores y flexibles, y eso al final hace que la estructura sea más sólida y productiva; como está demostrado en numerosos ejemplos empresariales». En la mina de Gerena las mujeres son ya el 20%, «un nivel alto pero que no puede servir para estar satisfechos sino que debe servir de base sobre la que avanzar. Aunque es un reto social, no sólo de las empresas, que por mucho que hagan no pueden acabar con algunos estereotipos, como el que provoca que las mujeres estudien menos carreras científicas y técnicas». De hecho, ese segmento, las chicas que estudian carreras de esas áreas, se mantiene aún en un escaso 17%. Pese a acciones como las de CLC, en la educación sigue estando la piedra angular y buena parte de la solución. La propia noción de la minería está cargada de tópicos, pero la realidad actual está muy lejos de la imagen de un tipo rudo y tiznado cargado con un pìco y una pala. «No es un asunto de hombres, esa es una visión muy anticuada del sector. Ahora hay mucha automatización, innovación, tecnología... No depende todo de un trabajo físico exigente y eso favorece la igualdad, indudablemente».

María José Santos, operadora de planta

Con todo, la inserción femenina en la fábrica ha sufrido un proceso caso tan complejo como el de la transformación de la roca en placas de cobre. María José Santos , operadora de planta, controla el ciclo productivo que transforma el mineral que sale de la corta en planchas de metal, y sus doce años de experiencia en CLC (donde llegó gracias a los cursos de formación ocupacional que se desarrollaron en la comarca) le dan para narrar con exactitud ese cambio paulatino. «El inicio fue un poco complicado —explica—, no solo por el hecho de poner una planta en marcha desde cero, sino por la lucha contra algunos tópicos y prejuicios. Por aquel entonces se seguía manteniendo cierta idea de que las mujeres no eran válidas para trabajar en este sector, y concretamente en el proceso productivo, aunque la experiencia ha dejado claro que eso era un error. Hemos demostrado que estamos de igual a igual. Rompimos una doble barrera, la de una mujer trabajando y la que presenta un sector muy masculinizado. Al principio costó, costó que valoraran el trabajo de una. Pero luego, cuando los compañeros trabajan un día y otro contigo, codo con codo, todo se normaliza y no hay diferencias entre sexos. La realidad va acabando con las teorías y con los prejuicios. Y si encima damos cursos de formación en igualdad para los que todavía no tienen algunos conceptos claros, pues mejor». 

Manuela Vidal, mecánica

También lleva una docena de años en la planta Manuela Vidal , mecánica de mantenimiento. Atiende las posibles averías, pero es consciente que las mejores reparaciones que se han hecho en CLC son las que sueldan las grietas de la diferenciación por sexos en la cadena productiva. Aún así, no se olvida de los micromachismos y los pequeños gestos rutinarios, casi culturales, que también tienen su importancia y mellan la igualdad real. «Por mucho que lo intentan, porque están en el camino de conseguirlo, algunos compañeros siguen teniendo pequeños gestos o frases o actitudes... Sin mala intención, porque sale solo, desde dentro, pero ese puede ser el problema. Por ejemplo, yo he llamado a un trabajador por el walkie para una tarea que hay que hacer y cuando ha llegado a mi área me ha evitado y se ha dirigido a otros que estaban allí conmigo simplemente porque son hombres, pese a que he sido yo quien le ha llamado y quien debe darle las instrucciones. La intención de cambiar eso está y hay muchos que lo han conseguido, pero queda trabajo por hacer todavía. Y más en sectores tan técnicos. Por eso es tan importante lo que se está implantando desde la propia empresa, el cambio cultural, incluso».

Género y mérito

Natalia Moreno, supervisora de Tecnología e Innovación

Natalia Moreno es supervisora en el departamento de Tecnología e Innovación y trabaja en un proyecto crucial, el de prolongar la vida de la propia mina con una nueva tecnología patentada con la que extraerán nuevos materiales. Desde su puesto, de gran relevancia dentro de CLC, las cosas pueden verse desde otra perspectiva. «Existen muchos más prejuicios fuera que luego en el propio trabajo —relata—. Aparte de los estigmas medioambientales, que tampoco son exactos, se tiene una idea de la mina tan anticuada que es sencillo que la vinculen con el trabajo físico de un lugar sucio y lleno de hombres, pero no tiene nada que ver. Aquí dentro no he notado nada en ese aspecto. Yo entré embarazada y aquí estoy. Sobre todo porque funciona una palabra que particularmente me gusta mucho: meritocracia. En esta fábrica se trata a la gente, se crece, se progresa y se atiende a cada uno por sus méritos, ni más ni menos. Sea hombre o mujer. Así debe ser en todas partes. Y ojo, sin que tampoco deba existir una discriminación positiva hacia la mujer. Así lo creo, desde luego. Normalidad y normalización. De hecho, no vamos de que como somos mujeres deben ayudarnos más o favorecernos de alguna manera o facilitarnos nada. No. Somos exactamente iguales. Para lo bueno y lo malo. Sólo valen los méritos. Esa es la forma de valorar a alguien. Y las mujeres que hay en este empresa tienen muchos». 

«Nosotras —añade— no vamos de “somos mujeres dentro de una mina, por favor, que nos traten de manera especial”, ni mucho menos. No vamos de feministas, pero tampoco nos disfrazamos de hombres para mezclarnos y disimular, por decirlo de alguna forma. Tampoco. Somos mujeres. Y podemos trabajar como cualquiera sin tener que parecer hombres». 

Mayca Revilla, geóloga

También termina siendo un tópico aquello de que las mujeres que se dedican a ciertos sectores, como ocurre con la minería, lo hacen básicamente por tradición familiar. Mayca Revilla es geóloga y, desde luego, no por una «herencia» paterna. «Mi padre nunca me animó —comenta sonriente—, al contrario, se quedó sorprendido en su día, cuando acabé los estudios. Antes no quiso supeditar mi decisión e hizo bien. Era otra época y tenía en mente que iba a meterme en un «mundo de hombres». Y así lo era hasta no hace mucho. Pero estudié Ingeniería de Caminos simplemente porque me gustaba. Me apasionó la geología desde Bachillerato. Hace doce años llegué a la mina, que era la primera para mí tras otras experiencias. Y pese a aquello que temía mi propio padre, hay que decir que ha merecido mucho la pena y que, en cierta medida, también todo esto ha sido un reto personal poder trabajar en un ámbito que estaba tan lejos de las mujeres hasta hace nada y poder darle voz a las mujeres en las áreas más técnicas del mercado laboral».

Lola Rodríguez, jefa de Geotecnia

La jefa de Geotecnia es también una mujer. Lola Rodríguez ha tenido que ya que afrontar una dura crisis cuando en enero tuvo que acometer los trabajos para solventar el gran deslizamiento de terreno que puso la corta patas arriba. La sombra de Aznalcóllar es muy alargada. «Ese fue un reto muy importante por lo complicado de gestionar de la situación, de enorme tensión, pero hemos respondido muy bien y hemos aprendido muchísimo», explica para después recalcar que tanto ella como sus tres hermanas han sido «educadas en la cultura del esfuerzo, muy lejos de todos los estereotipos de las princesitas». «Mi padre siempre nos tuvo con un ritmo militar —detalla—, incidiendo en el esfuerzo y sin miramiento alguno como podían tener otros padres hacia sus hijas. Quizás por eso estudié una carrera así, plagada de hombres. Me apasionaba la geología y esa visión igualitaria de la educación que he tenido en casa me ha ayudado mucho a verlo todo de una forma más normal. Si esa filosofía hubiera estado más extendida entre padres, seguramente las aulas de algunas facultades técnicas tendrían más mujeres. Pero poco a poco eso va variando. Si alguien se lo propone puede llegar a donde sea profesionalmente sin que tenga nada que ver su género».

Sin sobreprotección

Verónica Frías, supervisora de planta

Verónica Frías , ingeniera química y supervisora de planta en el departamento de Operaciones, tiene a su cargo a ocho personas y «jamás» ha percibido «un trato diferente, pero ni tampoco en positivo, ni el más mínimo favoritismo». «Me alegro mucho de que sea así. No creo en eso de los favoritismos porque aceptarlo sería también considerarme distinta. Y aquí somos todos iguales», destaca. «Al principio —recuerda— fue todo algo más raro, porque era mujer, obviamente, pero también porque era muy joven y venía de ser la becaria. Eso llamaba más aún la atención y generó algunas reticencias, pero mi trabajo y mi formación han ido abriendo el hueco. Sin ninguna sobreprotección».

Eso sí, queda un largo camino aún por cubrir. «En ciertos momentos —añade—, como ha comentado alguna compañera, sí se nota aún en actitudes de algunos hombres cierta tradición machista, sobre todo en personas más mayores. Les sale sin querer, como cuando no se dirigen a mí sino a cualquier otro sólo porque es hombre, pero sigue ocurriendo». «No conviene olvidar —intercede Lola Rodríguez— que también nosotras tenemos un alto grado de tolerancia con algunas cosas bajo ese argumento de que es cultural, de que es sin intención... Lo tenemos tan asimilado que no le damos la suficiente importancia, y a lo mejor sí la tienen. Toleramos más micromachismos de los que deberíamos, pero los avances son enormes en los últimos años incluso en un sector como la mina». Poco a poco, hasta las rocas ceden.

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