ENTREVISTA
«Sevilla es una vieja dama que aún se ve aún hermosa y se duerme en los laureles»
El historiador Pablo Pérez-Mallaína, asesor del trienio Magallanes-Elcano, afirma que Andalucía fue la primera América, «a donde emigraba hace quinientos años mucha gente del norte de España»
Pablo Pérez-Mallaína es catedrático y dirigió el departamento de Historia de América de la Universidad de Sevilla. Fue director de Estudios Asociado de L’École des Hautes Études en Sciences Sociales de París y responsable de contenidos históricos del Pabellón de la Navegación de la Exposición Universal de Sevilla de 1992. Ha recibido varios premios de investigación, entre ellos, el Premio del Mar otorgado por la Armada española en los años 1980 y 1992 y el Premio Roger de Lauria 2009. Ha impartido cursos y conferencias, entre otras, en la Universidad de París IV (Sorbonne); Harvard, Minnesota y la Universidad Nacional Autónoma de México . Ha publicado una veintena de libros.
Sí. Mucha gente emigraba allí desde Andalucía, aunque entonces era una comunidad rica. Hoy sigue siendo una región agrícola pero ya no es rica. Mucha gente del norte emigraba a Andalucía y si no le iba bien aquí, daban el salto a América. Aquí había muchos vascos y cántabros.
En 1930 Sevilla superaba en un diez por ciento la renta per cápita nacional. Ahora estamos más de veinte puntos por debajo.
Ese retroceso también se ha producido respecto a otras provincias andaluzas como Málaga. Sevilla es una ciudad anclada en su grandeza pasada. Quiero mucho a Sevilla y a veces da pena que no valoremos las joyas que tenemos como las Atarazanas . En su momento fue el mayor astillero de Europa . Y aún le estamos dando la vueltas para ver qué hacemos con él. Pero a pesar de todo lo que tenemos, Sevilla es como una vieja dama que se mira en el espejo y aún se ve hermosa y sigue dormida en sus laureles.
Fue usted alférez de navío de la Armada.
Navegué ºmucho por el Sahara, en la epoca de la marcha verde, siendo oficial de milicias universitarias. Salimos de Andalucía en son de guerra, en oscuridad y en silencio, porque no sabíamos lo que iba a pasar. Me vi envuelto en la última aventura colonial de España pero al final murió Franco y se cedió el Sahara . Marruecos se lo apropió.
E hizo la evacuación completa del Sáhara.
Se evacuaron hasta los ataúdes en el barco Galicia. Aquello parecía un autobús trayendo cosas y personas. Fue la liquidación de los últimos restos del imperio colonial español.
Usted fue asesor histórico del Pabellón de la Navegación de la Expo92.
Fue una época dorada y colaboraba entonces con un equipo magnífico de arquitectos catalanes como Daniel Freixas . Ellos traducían a imágenes y espacios expositivos las cosas que yo les contaba sobre un galeón o la Sevilla de la época de Colón. Recuerdo que también estuve cuando el Pabellón de los Descubrimientos salió ardiendo y se hundió la réplica de la Nao Victoria. Dos desgracias, aunque luego ese barco se recuperó y dio la vuelta al mundo.
El Archivo de Indias ha sido su segunda casa. ¿Aún queda algo por descubrir de sus legajos?
Hay gente que se evade yendo al Tibet y a la India; yo me evado yendo al siglo XV sentado en una silla del Archivo de Indias . . Hay aún muchas cosas por descubrir: cuarenta mil legajos están allí depositados y objetos físicos como una baraja de cartas, que ya entonces era monopolio del Estado . O dibujos de un hombre al que le faltan las dos piernas, se desplaza en un carrito y le pide una pensión al rey . O el dibujo de una tortura a un detenido por una pelea en un barco. Y en el papel un escribano recoje los ay, ay, ay, del torturado.
El historiador le da una segunda vida a muchas cosas olvidadas.
Jugamos un poco a ser dios. Creo que nuestro afán es luchar contra el afán destructivo del tiempo . Contra el olvido. La historia recupera parte de ese mundo perdido.
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