Entrevista
«Siempre quise ser ingeniero aunque los jesuitas querían que ingresara en el Seminario y yo sonreía por lo mucho que me gustaban las niñas»
Manuel Ríos, el ingeniero que salvó el puente de Triana de su destrucción, recuerda su dilatada trayectoria tras ser rotulada una plaza con su nombre

El ingeniero Manuel Ríos nació en el barrio sevillano del Arenal hace 83 años y desde hace unos días tiene una plaza con su nombre muy cerca del puente de Triana, al que está muy unido por su trayectoria profesional . Fue ... Premio Extraordinario de la Universidad de Sevilla, vicepresidente de la Asociación de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Andalucía y profesor de Estadística Teórica y Estadística Aplicada a la Ingeniería en la Universidad de Sevilla. Entre sus cargos más relevantes figuran el de jefe del gabinete técnico de la Comisaría de Aguas del Guadalquivir , jefe del Servicio de Inversiones de la Consejería de Economía de la Junta de Andalucía y jefe de Demarcación de Carreteras del Estado en Andalucía Occidental. Actualmente es académico de las Academias Andaluzas de Ciencias e Historia, además de vicesecretario del Ateneo de Sevilla.
-¿Siempre quiso ser ingeniero o tuvo alguna otra vocación?
Sí, siempre quise ser ingeniero de Caminos, pero no por conocimiento claro de las diferentes carreras sino por la facilidad que Dios me dio para las Matemáticas, sin estudiarlas siquiera, y porque estaba considerada entonces la más difícil de todas las opciones. Bien es cierto que los jesuitas querían que ingresara en su Seminario y sonreía por lo mucho que me gustaban las niñas; los profesores de Literatura me inclinaban a que estudiara Letras y, aunque obviamente lo rehusé, hice mis pinitos escribiendo sonetos en mis escasos ratos libres hasta que me premiaron mi libro «Altamar del Hombre» en el IV Certamen Arcipreste de Hita. Pero no me arrepiento lo más mínimo de haber elegido la profesión que tengo, sino todo lo contrario, porque me ha permitido beneficiar a la sociedad al máximo posible y ser feliz dentro de ella, hasta tal punto que el Colegio Nacional de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos me concedió en el 2020 la Medalla de Honor. Me considero, por tanto, una persona mimada en todos los sentidos: maravillosa y guapa mujer, seis hijos y catorce nietos, como ya le he dicho, todos estupendos; Ateneo, Academias, Hermandades etc. Y, para colmo, unas distinciones que no merezco ni al diez por ciento. ¿Tengo o no motivos para dar muchísimas gracias a Dios por todo y por tanto?
A su edad, con todo lo que ha visto y vivido, qué haría que no hizo y qué dejaría de hacer que sí hizo, si la vida le diera una segunda oportunidad?
¿Qué haría? Haberle prestado más atención a mis hijos cuando eran pequeños y haber amado más a todas las personas con las que me he he relacionado a lo largo de mi dilatada vida, 83 años y pico. ¿Qué no haría? El daño que sin querer haya podido ocasionar a cualquiera de ellas, por acción u omisión.
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