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Universidad

La Universidad de Sevilla limitará las visitas al Rectorado y planea cobrarlas

Los turistas se meten en las aulas, usan los servicios y circulan por los patios. Profesores se quejan de que interrumpen clases y falta seguridad

Turistas en los patios de la Fábrica de Tabacos Manuel Gómez

Mercedes Benítez

La Universidad de Sevilla prepara un plan para limitar las visitas de los turistas al Rectorado , acotar los itinerarios y sacar «rendimiento» a estas visitas. Es decir, cobrar en un futuro la entrada a la Fábrica de Tabacos donde cada día ciento de visitantes entran a ver las instalaciones, se meten por los pasillos, utilizan los servicios, la cafetería y a veces interrumpen las clases de las facultades de Filología y Geografía e Historia.

El rector de la Universidad de Sevilla, Miguel Ángel Castro, admitió que se ha producido «una explosión» en el número de visitas que están produciendo «tensiones», ya que a veces interrumpen incluso las sesiones académicas.

Por ello, el Rectorado trabaja desde la pasada primavera en una modificación de la normativa de visitas para «adecuarla» a esta nueva realidad de ese importante incremento del número de visitantes.

La idea, según Castro, es poner límites al número de visitantes que entren cada día en el edificio que además es Bien de Interés Cultural y uno de los más emblemáticos de la ciudad. Ese proyecto de c ambio en la normativa de visitas implicaría, según el rector, la puesta en marcha de unos «itinerarios» concretos para los turistas, con unos horarios, unos espacios concretos por donde podrán pasar y un número determinado de personas. Ya hay estudios y planos de esos números máximos de visitantes que podrán entrar cada día.

Es un plan que el Rectorado presentará a la comunidad universitaria, pero que también implica por una segunda fase que implicaría obtener «un rendimiento económico» de esas visitas que se haría, según Castro «al estilo de las grandes universidades europeas».

Según el rector, implicaría la incorporación de la universidad de Sevilla al gran proyecto museístico y significaría cobrar por esas visitas con la idea de que haya «un aporte económico» que ayude a conservar el patrimonio y que también pasaría porque algunas visitas fueran explicadas por profesores de Historia y Arte de los que hay en la Hispalense. «Le vamos a sacar ventas de imagen y económicas que nos ayuden a conservar el patrimonio», decía el rector.

Castro no cree, sin embargo que el tema esté generando una alarma social. Sin embargo, una visita por las dependencias de la Fábrica de Tabacos sirve para comprobar que es un reguero constante de turistas.

Son visitantes, con guías incluidos, que llegan desde primera hora de la mañana. Algunos aparcan las bicis en los jardines y se paran ante la fachad a donde el guía les explica antes de entrar. Otros llegan con patinetes. Se meten por los pasillos, entran en los baños y a veces interrumpen las clases.

Seguramente por eso hasta el decano de Filología, Francisco José González Ponce, admite que el problema del número de turistas «distorsiona mucho» la actividad académica ya que «se meten por los pasillos y en los servicios» y algunos profesores también han denunciado que entran en las clases. González Ponce que se define como «un sufridor más» de esa situación , afirma que está «a la espera» de conocer el documento que prepara el Rectorado para solucionarlo ya que él como decano carece de competencias para ello. «Hay mucha gente por los pasillos a todas horas. Esto hay que arreglarlo cuanto antes», afirma el decano.

Como la calle Sierpes

La opinión de Teresa López, profesora titular de Filología Inglesa y portavoz de CC.OO ., es más drástica ya que ese constante trasiego de turistas por lo patios y los pasillos les provoca una falta de concentración porque los turistas también se meten en las clases. «Esto parece la calle Sierpes» , explica la profesora que aún no ha tenido noticias del documento del Rectorado.

Ella en alguna ocasión ha tenido que enfrentarse a algún turista cuando se ha metido en su clase. «Uno me dijo que yo era una mal educada porque pretendía seguir con mi clase» , cuenta. También esta avalancha de turistas está provocando graves problemas de seguridad. No sólo porque hay constantes sustracciones de móviles sino porque en la universidad no hay ningún control de acceso. «Hay alarmar porque aquí se puede colar cualquiera con una mochila», advierte López.

Lola Pons, catedrática de Historia de la Lengua de Filología afirma que no le gusta la idea de «una universidad cerrada» porque ello implicaría también cerrarla a los sevillanos. Sin embargo, es partidaria de prohibir patinetes o el paso de bicis por los jardines . Esa crispación también ha llegado en ocasiones a las limpiadora que se ven obligadas redoblar esfuerzos, sobre todo en los patios y en los cuartos de baño que los turistas utilizan habitualmente. «Incluso en alguna ocasión ha pasado un guía y nos ha mandado callar cuando estábamos trabajando», se quejaba unas insistiendo en que cada vez entra más gente.

Por todo, la profesora propone acabar con «el turismo desordenado» y que se establezcan límites. Desde CC.OO. piden que las visitas se concentren los fines de semana, cuando no hay clases, y que no se permita el acceso a las facultades. «Se podría cobrar la entrada y así se sustentaría el patrimonio», dice López, que coincide con el Rectorado. También es partidaria de que sea la universidad la que ponga los guías turísticos.

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