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Víctor Amela: «Lo más grande que hay es la amistad, por encima de las ideologías o de las banderas»

El periodista barcelonés acaba de pasar por Sevilla para presentar su novela «Yo pude salvar a Lorca»

Víctor Amela EFE/Alejandro García

Pedro Ybarra Bores

Víctor Amela acaba de presentar en Sevilla «Yo pude salvar a Lorca», sexto libro y cuarta novela del periodista y novelista barcelonés. En él, el autor del breviario «Los Inspiradores de Amela» y de las novelas «La hija del capitán Groc», «Amor contra Roma» y «El cátaro imperfecto», y de la egografía «Casi todos mis secretos», narra una historia real. Manuel Bonilla (su abuelo), campesino de La Alpujarra, le revela un día a su nieto Víctor cuando tenía once años que pudo salvar a Federico García Lorca...

Un libro personal...

De todas las novelas que he escrito, esta es la más personal. Aunque todas tiene algún vínculo familiar, o de la estirpe, o de la genealogía, con los hechos que cuento. Aquí no he tenido que forzar mucho la imaginación ni buscar el mínimo roce, en este libro cuento la historia de mi abuelo y me he permitido el lujo de dedicárselo a mi madre. Siempre había hablado de la parte de mi padre, y estaba esperando un momento importante como este. Está leyéndosela en este momento...

¿Qué porcentaje de ficción hay en «Yo pude salvar a Lorca»?

Noventa por ciento de realidad documentada. El resto del diez por ciento, lo que hago es aplicar esa imaginación de novelista verosímil a los huecos que quedan. Sé que durante 7 noches Luis Rosales conversó con él hasta altas horas de la madrugada, porque lo ha contado en entrevistas, se que mi abuelo fue amigo de Rosales y se por mi madre que fue amigo de Federico. Con esos elementos coloco a mi abuelo en esa habitación al menos una noche. A través de ese hombre analfabeto labriego de la Alpujarra me regalo asistir a la conversación entre Federico García Lorca y Luis Rosales. En parte pongo en labios de uno y de otro cosas que en otros contextos ellos dijeron, y hago que mi abuelo asista a eso y diga también alguna cosa. Ahí está el novelista.

¿Cúal es la misión del novelista?

Me habilito y me legitimo para contar una bella y hermosa historia. Creo que el novelista está aquí para embellecer el mundo. Para completar el relato del mundo de manera lírica, porque para mí la más alta verdad es poética. No desmiento ni traiciono ningún dato, pero los embellezco y mitifico un poco.

¿Ha sido difícil la investigación previa?

Llevo mucho tiempo leyendo acerca de Lorca, porque ya inconscientemente iba acercándome a esa figura y a esos momentos trágicos del final de su vida. Siempre me ha fascinado Salvador Dalí, y que tuviera una amistad tan íntima con Lorca también me seducía. Todo lo que he podido saber de Lorca y su relación con Dalí, con Buñuel, el viaje a Nueva York, la depresión, Cuba, cómo llega el 13 de julio a Granada para pasar con su padre la fiesta de San Federico... todo ello lo leo en Gibson. Utilizo todo lo que leo y lo paso por mi filtro para no meter la pata. Para contar lo que otros ya han documentado, y lo que hago es que lo embellezco poniendo emociones, mirada, sabor... Quiero que al lector de esta novela le parezca que está oyendo a Federico García Lorca.

Una novela muy humana...

He querido explicarle al lector que por encima de las ideologías, los uniformes de partidos o trincheras partidistas, en esta historia por encima de eso está la amistad. Luis Rosales toma partido por un bando, porque su familia le empuja a ello y el no quiere apartarse de su famila, y se enfunda el uniforme de Falange. Pero es que debajo hay un hombre, que tiene un corazón de poeta, y para él Federico García Lorca es lo más grande que existe. A él le es indiferente que los de su propio bando consideren que es un rojo, un espía de Rusia, un invertido... le da igual porque para él es su amigo, un poeta glorioso, y se juega la vida por protegerle, porque había un decreto en Granada que decía que todo aquel que encubra o proteja a un rojo será fusilado, y conociendo eso se la juega. Cómo no le voy rendir tributo a ese hombre que a su vez le rinde tributo a la amistad. Extraigo la lección. Lo más grande que hay es la amistad. Por encima de las ideologías o de las banderas: la amistad.

Y puso su vida en riesgo...

En el momento en el que se llevan a Federico y se presenta Rosales en el Gobierno Civil dando voces ¿dónde está Federico?... y le burlan, porque querían matar a Federico porque querían humillar a la familia Rosales que eran falangistas, muy populares y prestigiosos en Granada. Para los militares la popularidad de los Rosales era una amenaza, un obstáculo... los jóvenes falangistas no querían la orgía de sangre, querían por la convicción de la dialéctica y el áurea de José Antonio convencer a todo el mundo y los militares no. Hubo un choque que estuvo a punto de desatar una guerra civil dentro de la guerra civil a tiros en Granada. Como en Barcelona pasó entre comunistas y stalinistas, entre comunistas y anarquistas... en Granada no se ha contado, pero estuvieron a punto de pegarse tiros los falangistas con los militares. Y eso es lo que cuento.

¿Hubo represalias?

Durante siete días hubo una denuncia contra Luis Rosales por haber amparado a Lorca. Lo hubieran fusilado si no fuera porque llega en el último minuto de Sevilla, un joven falangista llamado Narciso Perales, con un enorme prestigio porque el propio José Antonio le había impuesto la «palma de plata», la más alta condecoración de la falange. Ese joven, amigo de Luis Rosales, se encaró al gobernador y lo restituyen. Después diversos hechos hicieron que lo dejara todo y se fuera a Pamplona a hacer una revista. Luis Rosales se jugó la vida en varias ocasiones y por eso merece que sea reconocido, y que se le homenajee. Vivió el resto de su vida con el peso de que mataron a Lorca y soportando que le señalasen con el dedo como asesino de Lorca. El libro es un homenaje Luis Rosales y a mi abuelo, anónimo analfabeto que quiso ayudar a Luis Rosales porque se jugó el tipo.

¿Y el título del libro?

La frase es verídica. Una noche del año 1970, estando yo en el pisito en el que vivían mis abuelos en el barrio de la Trinidad de Barcelona, adonde llegaron en 1953 emigrados de Granada con sus hijas (una de ellas mi madre) y allí me dejaban mis padres porque era el mayor de cinco hermanos para respirar un poco. Una noche, mi abuelo que era un hombre callado y silencioso, me dijo apunto de irnos a dormir me dijo Yo pude salvar a Lorca. Me fui a dormir y no entendía nada, porque yo era un niño y no sabía nada sobre la guerra. Con los años fui entendiendo, es de Granada, se ha metido en una guerra... Mi tío Antonio me contó hace dos años que mi abuelo pasaba a gente que estaba en peligro en el bando republicano, de misa y de derechas, los metía en Granada. Se jugó la vida pasando a gente

¿Conoce Granada?

Conozco Granada lo justo. He estado cuatro veces, en el pueblo de mi abuelo dos. La última hace dos años para acabar de ambientar. Pedí al Archivo Militar de Segovia el historial militar de mi abuelo y me lo enviaron para comprobar que el 14 de agosto de 1936, dos días antes de que se llevasen a Lorca, voluntario falangista y por Gibson se que quien en ese momento se encargaba de las afiliaciones en Falange era Luis Rosales, entonces todo cuadra. Una vez viendo la tele apareció una foto y dijo «ese es mi amigo», con el tiempo comprobé que quien aparecía en la fotografía era Luis Rosales, que eran amigos. Como yo no pregunté cuando pude a mi abuelo, he tenido que ir rascando hasta construir la novela. Por esto todo el rato saco la cabeza y digo y por eso estoy escribiendo esta novela, porque me he preocupado de conocer, saber, y ahora quiero contar.

¿Dónde están los restos de Lorca?

En un momento un personaje escribe una carta escribiendo sobre el asunto de la investigación del paradero de los restos de Lorca, y aprovecho para hacer un inventario de todas las hipótesis que se han barajado desde el año 36 hasta ahora acerca del paradero de los restos...

También aparecen poemas de Machado o Lorca en el inicio de los capítulos...

He ido ligando las escenas con cosas que Lorca escribió. Es muy escalofriante cuando añades un poema que Lorca escribe en Nueva York en el año 29 y cuando lo lees dices "cómo es posible esto". Gran profeta. Veía lo que iba a pasarle. De algún modo intuía que iba a acabar enterrado en un lugar donde no lo encontrarían nunca. He llegado a pensar o sugerir que quizá nunca encontraremos los restos de Federico García Lorca y quizá así sea como debe ser para que esté más vivo que nunca. Lorca está más vivo si no hay un lugar al que ir a verle muerto. Hay una frase que a mi me emociona de Lorca. Lorca dijo: "Un muerto en España está más vivo como muerto que en ningún otro sitio del mundo". Retrató como a los españoles nos fascina la muerte, a el mismo le fascinaba. Ese coqueteo constante con la muerte que está en sus poemas el las iba destilando en versos.

¿Es la primera vez que presenta uno de sus libros en Sevilla?

Todos los he movido por Cataluña o Valencia. Pero este yo tenía la ilusión de explicarlo en Andalucía, aparte de en barcelona. A Sevilla he venido tres veces de paso. Sevilla me parece exótica, con un punto sensual. Tiene algo oriental que supongo viene del alma andalusí, lo intuyo y percibo. Lo primero que hice cuando llegué fue subirme a la Giralda, pero fue como si me llamase ella. Ella me atrajo, no había estado nunca y me sentí en un lugar especial, singular. Me sentí en un lugar con muchas historias que contar, supongo que hay mucha gente que explica historia o escribe novelas sobre Sevilla, pero la impresión que tuve desde la Giralda viendo Sevilla fue «cuantas historias debe de haber aquí abajo».

Y Barcelona...

Barcelona es mi ciudad, en la que he nacido yo y mi padre, a la que llegó mi abuelo. Tengo una relación muy íntima con Barcelona. La siento mía, lo que quiere decir que la defiendo y que me duele. Yo creo en la amistad y quiero creer y confiar en que los barceloneses y catalanes vamos a seguir siendo amigos los unos de los otros. Porque aquí no se trata de mirar a un enemigo externo, se trata de que tu vecino piense diferente de ti. De que lo mires, a ver que piensa, escuches lo que piensa él y ver cómo podemos caminar juntos. No hay otra. Cualquier otra posibilidad que no sea esa es un desastre. En Sevilla me siento como un paseante un poco ajeno a la ciudad, como un observador que no está implicado, que observa lo que sucede y le parece todo bonito, interesante y atractivo.

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