Sevilla, escenario de los cuentos felices de la infancia
La cabalgata de Reyes Magos de la ciudad cuenta con un prestigio histórico e incluso literario que nos salva de tanto cuento perverso. ¿Por qué sigue siendo un cortejo inmortal e inmutable?

La ciudad sostenida en pilares de algodón de azúcar. Ropones dorados, tronos de plata, estrellas de purpurina, dulcería volando por los aires y brisa de roscones entre el humo de los castañeros. Una Sevilla reinventada en un cuento de finales felices. La cabalgata de ... Reyes Magos tiene la virtud de convertir la ciudad en un relato, en una fábula, algo que nos salva de tanto cuento perverso. Un refugio para las pesadillas colectivas y los malos sueños. Un cortejo de fantasía que nos protege de la intemperie del mundo. Una pausa en medio del caos de la vida.
Pero, ¿por qué Sevilla es una de las ciudades donde la celebración de la cabalgata cuenta con más tradición y prestigio? Ahora que se ha creado una carrera absurda en busca del ranking de las ciudades con más iluminación navideña, con más fiestas, con más turistas, con más caramelos, lo virtuoso es la contención, lo equilibrado, lo armónico. La cabalgata de Reyes Magos, a pesar de ciertos excesos, la tendencia a lo kitsch y las inevitables modas y esnobismos, sigue conservando la autenticidad de los clásicos. La cabalgata de Sevilla se creó hace más de un siglo y eso se nota.
Hoy 6 de enero volvemos a confirmar que el cortejo de los Reyes Magos ha cumplido a la perfección con su artificio mágico. Otra vez nos ha llevado donde vagan los sueños de nuestra infancia. Ahora que el tiempo nos alcanza, ha vuelto a reencontrarnos con los juguetes olvidados en el desván del pasado, a esa patria arcádica de la que hablaban los poetas, a ese locus amoenus -lugar ameno de la tradición clásica- donde seguimos jugando. Los niños de ayer, los niños de hoy y los niños de mañana.
La cabalgata de Sevilla se creó en 1918 y estremece pensar en los espejos históricos: Europa se devoraba en la Gran Guerra y estaba por venir la terrible epidemia de gripe que devastaría al mundo. Sí, estremecen ciertos reflejos especulares. La vida golpea duro —ayer y hoy—, por eso es tan importante habitar de vez en cuando dentro de los cuentos. Alumbrar las penumbras con luz, aunque sean luces efímeras.
La cabalgata de Sevilla se creó en 1918 y estremece pensar en los espejos históricos: Europa se devoraba en la Gran Guerra
Pedro Salinas recordaba con nostalgia sus años sevillanos, cuando era profesor de Literatura en la Universidad de Sevilla y enseñaba a futuros poetas como Luis Cernuda. Su hijo Jaime contaba en su libro de memorias —que tituló 'Travesías'— la fascinación que su hermana Solita Salinas tenía por nuestra cabalgata: «De los años de Sevilla poco sé, salvo las descripciones de unas fantásticas cabalgatas de los Reyes Magos que ya en Madrid me contaba mi hermana en el cuarto que compartíamos. Creo que mi hermana sigue recordando con nostalgia su infancia sevillana».
Quizás las razones por las que la cabalgata de los Reyes Magos tiene un efecto tan sorprendente es por la capacidad de la ciudad para convertirse en un hermoso decorado de ficción. Sevilla siempre ha cumplido con la liturgia de las procesiones históricas, ya fueran las del Corpus del siglo XVI, la de la llegada de la flota con las riquezas de la Carrera de Indias o las de la Semana Santa. También en los itinerarios con monumentos efímeros cuando había una visita real o un funeral grandioso, como recordaría Cervantes en su famoso poema Al túmulo de Felipe II en Sevilla: «(…) ¿a quién no sorprende y maravilla/ esta máquina insigne, esta braveza?».
Tanta maravilla, tanta máquina insigne… Parece que sólo en estas cosas funciona el reloj histórico de la ciudad: organizar una cofradía, montar a tiempo una caseta o hacer desfilar una cabalgata. Pero también desvela una virtud indudable para representar metafóricamente la importancia de los acontecimientos. Sevilla fue la capital del humanismo renacentista, y en honor a su historia de ultramar, fue elegida por Felipe II para una empresa de gloria histórica: elaborar el programa decorativo de la nave capitana de la batalla de Lepanto, la famosa galera real de don Juan de Austria. El 'ars memorativa' se encargó a la ciudad que tenía fama de ornamentar las popas de los navíos y era cabeza de líricos y pintores de temas mitológicos y virtudes cristianas. No podía ser otra, la misma que sigue organizando las representaciones simbólicas de forma impecable.
Es curioso que en la era de la información, aunque también del ruido, los viejos cuentos sigan funcionando
Y es que también el impulsor de la cabalgata, el escritor José María Izquierdo, fue otro gran recreador de símbolos, ni más ni menos que el ensayista del alma de la ciudad. El autor de 'Divagando por la ciudad de la gracia' inventó una fábula eterna, algo que nos hacer regresar cada año a las nostalgias de la infancia. A fin de cuentas, él era un paseador de melancolías, el divagador sevillano, un 'flâneur' al modo de Baudelaire que se perdía a conciencia por los mapas emocionales de Sevilla. «Y he aquí que un romero —visionario y vagueador— se detiene para divagar en torno de lo que ha visto y entrevisto en esta ciudad, sobre la que el espíritu ha ido levantando una ciudad de ensueño», escribe en su libro de 1914, sólo cuatro años antes de inventar el cortejo mágico que aún resiste como ficción deliciosa.
José María Izquierdo sigue regresando a la misma ciudad para contemplar las cosas que han cambiado y también lo que sigue inmutable. Jacinto Ilusión, que era su seudónimo, continúa guardando el espíritu de la cabalgata, como un hermano Grimm, un Andersen o un Perrault sevillano que cuida de que no se tuerza el final feliz de los cuentos. Tenemos tantas ganas de comer perdices…
Es curioso que en la era de la información, aunque también del ruido, los viejos cuentos sigan funcionando. Elon Musk y las vacías factorías del entretenimiento no consiguen eclipsar a los cuentos de siempre ni al artificio mágico de la cabalgata. Es mucho mejor que la realidad virtual. Y sorprende que esta generación de niños criados en la sospecha y lo tecnológico sigan fascinados por el cortejo que ayer atravesó las calles de la ciudad mágica. ¿Qué hay dentro de un muñeco?, ¿y en la cabeza de un peluche?, ¿se puede deconstruir un mecano? Ahora que todo se analiza y disecciona para buscar el truco, la trampa, el engaño, podríamos preguntarnos qué extraños mecanismos hacen que la hermosa ficción continúe funcionando.
Pasaron los caballos de cartón, los soldados de plomo, las muñecas, los diávolos y los rompecabezas de tarugos de cartón para dejar paso a la modernidad: los reborns (hiperrealistas), los pop-it, bebés llorones-first emotions, nenucos con cunas interactivas, muñecos huggy wuggy (de hug, en inglés, abrazo de toda la vida). Si algo se perdió, fue el orgullo de hablar en español para caer en la bobería de poner nombres anglosajones a lo que antes tenía una palabra nuestra.
Ya lo escribieron nuestros poetas. Sevilla es un lugar sin tiempo, sin mapas ni calendarios, diría Antonio Machado definiendo también su patria de la infancia a la que dedicó sus últimos versos: «Estos días azules y este sol de la infancia». Esa misma Sevilla vieja donde se dormía el tiempo que hechizaba al Rafael Cansinos Assens de su ciudad del Mediodía: «¡Quién pudiera ser un extranjero en la ciudad de la infancia! Ellos pueden mirarla impunemente, sin miedo a ser retenidos por su hechizo». O Luis Cernuda desvelando cuánto duele abandonar el paraíso de la infancia: «¡Años de niñez en que el tiempo no existe! Un día, unas horas son entonces cifra de la eternidad. ¿Cuántos siglos caben en las horas de un niño?».
Nuestra cabalgata se mezcla con curiosos momentos históricos. Corre diciembre del año 1927. Hay jaleo y trasiego de gente en la sede del Ateneo, la institución que organiza la cabalgata de forma ejemplar desde sus orígenes. Acaban de llegar unos jóvenes y desconocidos poetas de Madrid invitados por José María Romero Martínez, médico y responsable de la sección de Literatura del Ateneo. El torero y escritor Ignacio Sánchez Mejías se ocupa de alojarlos en las habitaciones del Hotel París en la plaza del Pacífico, hoy plaza de la Magdalena. En Sevilla culminarán en este diciembre lluvioso los actos de homenaje a Góngora con motivo del tercer centenario de su nacimiento. Apenas casi nadie conoce a estos jóvenes y extravagantes poetas: Federico García Lorca, Gerardo Diego, Jorge Guillén, Rafael Alberti, Dámaso Alonso, José Bergamín... La verdad es que estorban en medio de la organización de las carrozas de la cabalgata de 1928.
Al final tendrán que cambiar la ubicación de las conferencias que han organizado. En vez del Ateneo tendrán que marcharse a la sede de la Sociedad Económica de Amigos del País, en la calle Rioja. Allí su encuentro quedará inmortalizado en una famosa fotografía, una instantánea que quedará inscrita en la historia de la literatura. Los jóvenes poetas, en medio de los disfraces de la cabalgata, los celofanes y las purpurinas, montan sus propias fiestas. Y siempre recordarán Sevilla como la ciudad en la que se reunieron y cumplieron su pacto de amistad. La ciudad en la que fueron felices antes de que el vendaval de la Historia los arrasara.
Hoy 6 de enero volvemos a confirmar que el cortejo de los Reyes Magos ha cumplido a la perfección con su artificio mágico
La cabalgata de Sevilla son los años irreparables de Rafael Montesinos y una elegía a la ciudad de la infancia que, como escribió Rilke, es la única patria que nos queda. Por eso sigue y seguirá siendo nuestro cuento más querido. Ayer volvimos a reconocer los relojes blandos de nuestra vida, tiernos y dulces. Y regresamos con el fantasma de las Navidades pasadas a la añorada normalidad, antes de que llegaran estos 'felices' años veinte. Quedémonos en este instante. Hace frío en el futuro…
Y hay algo a lo que no nos gana ninguna ciudad: los tratados barrocos. ¿Qué hay más barroco, más de vanitas, de fin de las glorias del mundo que la trasera de la carroza de Baltasar? Decididamente, Sevilla tiene el secreto eterno de las contrapostales del tiempo. Y nosotros, las infancias más felices del mundo.
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