entrevista
«La solución a la crisis energética es el autoconsumo: habrá una revolución en los tejados con las placas solares»
Antonio Gómez Expósito, catedrático de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Sevilla, lamenta la dependencia energética de Europa y que no se esté creando una industria local y se siga comprando a China las baterías eléctricas y las placas fotovoltaicas

Antonio Gómez Expósito es catedrático del departamento de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Sevilla y uno de los mayores expertos andaluces en energía eléctrica, cuestión sobre la que ha escrito numerosos libros y artículos científicos.
-En Alemania y otros países centroeuropeos se ... ha pedido a la población que se prepare para un invierno especialmente duro por la falta de suministro energética. ¿Puede haber apagones también en España?
-En España no va a haber falta de suministro eléctrico porque tenemos renovables y más hidráulicas que Alemania, a pesar de la sequía. Y también tenemos las nucleares. Sí podría haber un desabastecimiento puntual de combustible diesel pero no es probable. En gas tampoco va a haber problemas de suministro porque no tenemos dependencia de Rusia y contamos con siete regasificadoras que nos dan tranquilidad, a diferencia de Alemania que lo confió todo al nuevo gasoducto ruso.
-El precio de la luz se ha disparado en el último año. ¿Ha sido solo por la guerra de Ucrania?
-No exclusivamente. Las tensiones geopolíticas originadas por Rusia han agravado todo esto pero incluso sin ellas los precios seguramente serían altos. La guerra sí ha puesto de manifiesto de forma palmaria que Europa es extraordinariamente dependiente del exterior en temas energéticos. Tenemos un 80 por ciento de dependencia del exterior. La energía era baratísima en los años 80 y nadie se preocupaba por ella. Era un tema muy técnico y sólo preocupaba cuando había apagones. No hicimos los deberes y ahora de aquellos polvos vienen estos lodos. Lo que ha pasado se veía venir pero nos hemos confiado y ahora le estamos viendo las orejas al lobo.
-¿Esto será coyuntural o ya no volveremos a los precios de hace un año y medio?
-El sistema actual de fijación de precios hay que cambiarlo porque se fija a la referencia del mercado gasista, que en este caso es el más caro. Lo que pasa es que cambiarlo en veintisiete países es complicado.
-Se habla de unos millonarios «beneficios caídos del cielo» para las eléctricas.
-Sí, esto se debe a un cúmulo de factores. En primer lugar, una empresa gasista pudo comprar el gas a un precio cerrado hace varios años y ahora, al tomar como referencia el precio del mercado TTF de Holanda, lo puede vender tres o cuatro veces más caro. En segundo lugar, tecnologías mucho más baratas que el gas, como las hidráulicas o las renovables están recibiendo el mismo precio que los ciclos combinados, que es el que se fija para todos en el mercado marginalista. He leído que se esperan recaudar unos 140.000 millones de euros extra en Europa por este motivo. Son beneficios caídos del cielo y los precios que pagamos los europeos son escandalosamente altos. Hay que buscar un diseño de mercado para el siglo XXI, porque el diseño actual es del siglo XX, concebido para centrales térmicas. Tenía sentido en aquel momento pero no ahora. Estamos ante una revolución energética que nos llevará tres o cuatro décadas, porque no se puede demoler de la noche a la mañana un sistema tan complejo, con muchos activos aún por amortizar. Hay muchos intereses económicos en juego que habrá que superar con los menos daños colaterales posibles.
-¿El encarecimiento y la escasez energéticas se deben en gran parte a las medidas que se están adoptando contra el cambio climático, eso que se llama «la transición energética»?
-Por supuesto, pero hay más factores y una realidad que no todo el mundo conoce, por ejemplo, que hay 800 millones de personas que no tienen electricidad en el mundo y unos 2.500 millones de personas que guisan con una cocina de mala calidad que les hace enfermar. Esto no lo digo yo, lo dice la ONU. La necesidad de descarbonizar la economía es importante, pero no es la única razón por la que estamos embarcados en esta transición energética.
-¿Hay alguna otra razón que muchos no sepamos?
-Hay que buscar alternativas al petróleo y al gas que son recursos que tiene sus limitaciones y cada vez cuesta más sacarlos a la superficie y purificarlos. La necesidad de buscarlos a más profundidad nos trajo el 'fracking' pero a costa de aumentar mucho la contaminación. En EE.UU. está causando estragos y yo me alegro de que en Europa no hayamos seguido su ejemplo.
-Pero estamos con muchos problemas de suministro y con el precio por las nubes.
-Creo que la transición energética no puede tener parones ni marcha atrás, ni siquiera en la coyuntura actual. Cuando yo era estudiante, los profesores y los alumnos fumaban en clase y hoy esto es impensable. Lo mismo va a pasar en unos años con el humo de los coches, que sabemos que es muy dañino para la salud y que mata a muchas personas. Seguramente dentro de diez o veinte años nos parecerá increíble que se permitiera durante tanto tiempo motores de combustión que contaminan tanto el aire que respiramos. Este cambio de cultura es irreversible.
-¿Cuando va a bajar el precio de la luz?
-Si el pacto para abordar este encarecimiento consiste en poner un límite a los beneficios extraordinarios de las compañías eléctricas, que están cobrando su producto al mismo precio que el gas, y se emplea ese dinero en subvencionar las facturas, bajará el precio. Pero sinceramente no creo que vayan a bajar mucho porque no veo en este momento mucha ambición en la Unión Europea para cambiar el sistema. Los mercados energéticos en Europa son deficientes y no trasladan señales de precio adecuadas. Y de momento sólo se está pensando en poner parches.
-Da la impresión de que la transición energética en Europa va a ser más dolorosa de lo esperado.
-Es que más que una transición va a ser una revolución porque tenemos que deshacer en treinta años lo que hemos venido haciendo en doscientos. Hay muchos intereses económicos y habrá que actuar con inteligencia para que los sacrificios sean asumibles. Las centrales de energía nuclear que estén abiertas deberán mantener su uso previsto e incluso prolongarlo, igual que las centrales de ciclo combinado. La revolución energética nos exigirá muchos sacrificios pero acabaremos alegrándonos.
-Todos los europeos tendremos que reducir el consumo energético durante este invierno. ¿Los españoles gastamos demasiada energía?
-No. Estamos en la parte baja de la tabla europea de gasto per capita. Los Emiratos Árabes, Estados Unidos, Canadá, Australia, Arabia Saudí, etc. Son los más gastosos en energía. Pero cualquier ahorro siempre es bueno, aunque las tarifas planas no incentivan el ahorro.
-Las sanciones económicas a Rusia han empobrecido a Europa y están causando muchos problemas de suministro energético. ¿Están surtiendo en Rusia el efecto que se buscaba cuando se empezaron a aplicar?
-Me da la impresión de que están teniendo más efectos en nosotros que en los rusos, que pueden colocar su gas y su petróleo, y otros productos, en otros países asiáticos. Diría que nos está saliendo el tiro por la culata y que Europa ha comprobado con ellas que no es el centro del mundo..
-¿Está pasando algo parecido con la transición energética y las férreas medidas que Europa se está aplicando a sí misma?
-Me temo que sí, sobre todo con el mercado de las emisiones de CO2. Somos la única región del mundo que se ha puesto un impuesto a sí misma. Este impuesto no existe en Estados Unidos o en China, que son los países más contaminantes.
-¿Esto se puede replantear ahora a la vista de la necesidad imperiosa de obtener energía que sustituya al gas y petróleo rusos?
-Sinceramente no lo creo. Está claro que Europa trata de dar ejemplo en esto y quiere ser líder del cambio climático, aunque estos meses veremos cómo Alemania y otros países han aumentado su consumo de carbón.
-¿Y podemos morir en el intento?
-Para mí el problema es que queremos ser líderes del cambio climático con tecnología 'made in China'. Deberíamos ser líderes no sólo en cambio climático sino también en la fabricación de baterías eléctricas, semiconductores o placas fotovoltaicas. Todas esas baterías y placas que se están instalando en Europa proceden de China, Japón y Corea.
-En la primera ola de la pandemia Europa descubrió que no tenía fábricas en su territorio para hacer mascarillas ni productos sanitarios básicos para afrontar el coronavirus porque se fabricaba todo en China. Se habló entonces de los peligros de la 'deslocalización' industrial. ¿No hemos aprendido la lección?
Somos un gigante con pies de barro y pienso que esa deslocalización debería revertirse de alguna manera. No podemos aspirar a ser líderes en el cambio climático sin serlo en la industria que todo eso generará. Sería ahorcarnos a nosotros mismos.
-¿En Andalucía tenemos todas las condiciones para ser líderes en energía fotovoltaica?
-En Andalucía y en toda España. Este año por primera vez la potencia instalada en energía fotovoltaica ha superado en todo el mundo a la energía eólica, que empezó diez años antes y dispone de una tecnología muy madura en instalaciones terrestres. España ya es una potencia mundial en fotovoltaica, los sextos del mundo y los quintos en energía eólica, pero con el hándicap que le he dicho de no fabricar casi nada, con la honrosa excepción de la eólica. Andalucía en particular tiene un gran potencial solar, y el apetito inversor de los grandes fondos por instalar aquí plantas fotovoltaicas es inmenso.
-¿Es usted optimista sobre el futuro, pese a todo?
-Yo soy 'tecnooptimista' porque tengo mucha fe en los ingenieros e investigadores, pero soy pesimista en el tema de la regulación jurídica europea y la complejidad burocrática que tiene todo este proceso de la revolución energética. Le pongo un ejemplo: uno que quiera ponerse una placa solar en el tejado de su casa y le ponen mil problemas en el Ayuntamiento por cuestiones estéticas o de otro tipo.
-¿El autoconsumo es una de las posibles soluciones a la crisis energética?
-Sí, al menos en países de nuestra latitud. Y creo que habrá una revolución en los tejados de nuestros pueblos y ciudades con las placas fotovoltaicas. Yo tengo autoconsumo en mi casa del Aljarafe y la inversión la voy a amortizar a los cinco años. Gracias a la batería, he logrado no depender del sistema en un 80%, y es mi mejor inversión a futuro. Entre la fotovoltaica y las placas de agua caliente, soy autosuficiente prácticamente desde un punto de vista energético, salvo determinadas semanas de invierno. Y las placas se pueden poner en bloques de viviendas.
-¿Las placas fotovoltaicas de los tejados serán la revolución del siglo XXI?
-Creo que sí y es una pena que en España aún no nos hayamos dado cuenta. En Holanda el 80 por ciento de las fotovoltaicas son de tejado, no sólo en casas particulares sino también en la industria y comercio. En Australia y otros países europeos pasa algo parecido. En España sólo tenemos el 15 por ciento en tejados y no tiene mucho sentido. La fotovoltaica para el autoconsumo debería ser la revolución energética en Andalucía.
-¿Cuánta energía se puede obtener de esta forma?
-Con las fotovoltaicas de tejado se podría cubrir todas las necesidades de energía eléctrica de los españoles y sobraría para cargar 25 millones de vehículos eléctricos y para producir hidrógeno verde o hacer funcionar las desaladoras. A España le caben más de 200 gigavatios sobre los tejados y fachadas orientadas al sur.
-Andalucía fue pionera en aprovechar el sol en España.
-Andalucía fue pionera con el programa Prosol. Yo tengo placas de agua caliente desde hace 25 años, y funcionan de maravilla. Recuerdo que entonces la luz y el gas estaban baratos y me decían que nunca la amortizaría. La Junta financiaba casi la mitad de estos sistemas y tengo agua caliente todo el año. Fuimos pioneros en descubrir el sol en Andalucía pero no hicimos los deberes en transporte ni en otros tipos de energía renovable.
-Cuando todos los coches sean eléctricos, ¿se podrán cargar todos a la vez?
-Ese es el problema. La infraestructura de carga pública casi no existe, entre otros motivos porque no es rentable, y no se puede diseñar una pensando en que todos los coches irán a la playa un sábado de agosto. Muchos coches en España duermen en la calle y no se pueden cargar en casa, cosa que no pasa tanto, por ejemplo, en Alemania o Noruega. Y es un problema muy español. En China y la India hay estaciones con plataformas en las que entras con tu coche eléctrico y un robot te cambia la batería y te pone otra cargada. Son como un lavadero de coches, y la operación de recambio no lleva más de tres minutos. Te cambian cuatro módulos de batería y tienes para hacer los siguientes 500 kilómetros. Eso está teniendo mucho éxito en Asia, sobre todo en vehículos de dos y tres ruedas, pero para que se adopte en Europa haría falta obligar a los fabricantes a adoptar unos estándares para sus baterías.
-¿Y cree que lo harían?
--No. De eso no quieren oír los fabricantes de coches en Europa o EE.UU., porque con baterías intercambiables el coche vale mucho menos. En China sí se está expandiendo y homologando todo. Hay una ciudad china que tiene 17.000 autobuses eléctricos, más que todos los que hay en Europa y EE.UU. juntos. Los ha desplegado en cinco años. De nuevo vamos muy por detrás en Europa. De aquí a veinte años habrá nuevas tecnologías con baterías mucho mejores, sin riesgos de incendios, que se cargarán mucho más rápido. En California, Australia o Nevada se están poniendo baterías de mil megavatios hora y esto no es más que el comienzo.
-¿Qué piensa del hidrógeno verde? En Sevilla hay empresas muy punteras.
Sinceramente no creo que la economía del hidrógeno sea la panacea del futuro, aunque desde luego tendrá un nicho de aplicaciones en transporte y la industria. Porque eso abunda en un modelo de negocio basado en combustión cuando vamos a una electrificación sin combustión. Electricidad sin fuego. Producir hidrógeno para luego volver a producir electricidad genera muchas ineficiencias. Solo se aprovecha el veinte o el treinta por ciento, igual que los motores de combustión de los coches, que solo aprovechan un veinte por ciento de la energía primaria que utilizan.
-¿Hay que ser más tolerante con la energía nuclear dada la situación en la que nos encontramos?
-Me parecería el mayor error posible cerrar centrales nucleares que estén en su ciclo de vida y con los estándares de seguridad adecuados. Lo que se ha hecho en Alemania es incomprensible y espero que recapaciten y las reabran. Hay que mantener las que tenemos todo lo que podamos.
-¿Y abrir nuevas?
-Los costes de las que se están construyendo ahora en Finlandia, Francia, Reino Unido o EE.UU. han superado casi el triple de lo presupuestado y del plazo previsto, seguramente por los constantes requisitos de seguridad que se están incorporando. No creo que sea buena idea.
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