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El viaje esquizofrénico del parricida de Dos Hermanas: aniquiló a su familia y se fue a un burdel

crónica de sevilla en negro

Luis Miguel Briz mató a sus padres y hermana a cuchilladas en 2013

El asesino en serie que sembró el terror entre los comerciantes de Sevilla

El crimen que escondió para siempre la habitación 328 del antiguo Hotel Porta Coeli

Luis Miguel Briz sonriendo en el coche de la Policía tras el levantamiento de los cadáveres Juan flores
Silvia Tubio

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No habían sonado las ocho de la tarde en los relojes de los funcionarios del juzgado de guardia. Aquella tarde, la actividad atropellada de la sede judicial que está pendiente de la última hora que acontece en la ciudad, se paró de repente tras la declaración espontánea y tranquila de aquel joven que había llegado a presentar una denuncia. La juez, decana entonces de Dos Hermanas, no daba crédito a lo que sus funcionarios le estaban contando y llamó a la Policía. «Aquí hay un hombre que dice que ha matado a su familia».

La cabeza de Luis Miguel Briz no estaba fantaseando, aunque pronto se sabría que presenta una enfermedad mental: esquizofrenia. El día antes había apuñalado a sus padres, Donato y Ángela, y a su hermana mayor, Inmaculada, en el domicilio familiar. Una vivienda de dos plantas situada en el número 10 de la calle San José que evidenciaba una posición económica muy desahogada de sus propietarios vinculados al comercio textil.

«Estaba todo muy limpio. Pulcro es la palabra exacta. Tanta limpieza llamaba la atención en un escenario que debía haber sido una auténtica carnicería». Este policía veterano fue uno de los que estuvo en la casa cuando se produjo el levantamiento de los cadáveres. Fue de los primeros en inspeccionar las consecuencias brutales del ataque de Luis Miguel Briz a los suyos. «Los tres cadáveres los había colocado uno junto a otro en un distribuidor que daba a la cocina. Estaban limpios a pesar de que presentaban muchas cuchilladas. Los había tapado con una sábana«. En la planta superior, la Policía halló en el interior de la lavadora ropa recién lavada. »Todo estaba ordenado como si no hubiera ocurrido nada«.

Mientras los investigadores trataban de darle sentido a una escena del crimen que carecía por completo de ello, Luis Miguel estaba sentado en el salón de la vivienda. Desde aquella estancia podía ver perfectamente los cadáveres de sus padres y su hermana. Su comportamiento y lo que salía de su boca añadían más confusión al momento. «Se mostraba frío, como un témpano. Parecía que no le importaba nada de lo que acababa de hacer. Su familia estaba a dos pasos suyo, asesinada de manera salvaje y él parloteaba sobre inversiones. Decía que era una especie de bróker». Cuando salió de la casa, esposado y ya detenido, un fotógrafo de ABC captó como sonreía dentro del coche policial. Una distorsión absoluta entre lo que mostraba su gesto y la tragedia vivida pocas horas antes.

Un policía accede a la vivienda poco después de encontrarse los cuerpos de la familia Briz Juan Flores

Con esa misma frialdad confirmó a los agentes que tras cometer el triple crimen y limpiar la casa, se echó una siesta y ya de noche se fue a un burdel. Al día siguiente acudió a un centro de salud a curarse unas heridas y ya bien entrada la tarde, se fue al juzgado a confesar. Un itinerario increíble que volvió a ratificar en el juicio, garantizándose un titular de por vida.

Antes de que la juez ordenara el levantamiento de los cadáveres, la forense estuvo analizándolos someramente. Era incapaz de llevar la cuenta de cuántas cuchilladas presentaban los cuerpos de los padres. La hermana, que había sido abogada, había muerto de una puñalada en el cuello. Su madre tenía 28 laceraciones y su padre 14. Algo que se reveló en la mesa de la autopsia.

A la mañana siguiente, la Policía Científica analizó el interior de la vivienda. El luminol confirmó lo que el parricida había intentado ocultar con lejía y detergente. Había numerosas salpicaduras en el pasillo, la cocina y la entrada de uno de los dormitorios.

«Estaba todo muy limpio. Pulcro es la palabra exacta. Tanta limpieza llamaba la atención en un escenario que debía haber sido una auténtica carnicería»

El parricida, que tenía entonces 34 años, argumentó el porqué de sus crímenes en los primeros interrogatorios. No había sido fruto de un brote esquizofrénico sin más. Luis Miguel aseguró que había actuado en defensa propia. Según su versión, al llegar a casa sus padres quisieron atacarle con un cuchillo mientras su hermana le agarraba por detrás. «Si no actúo en defensa propia, el que está muerto hoy soy yo», repitió una y otra vez en el juicio.

El condenado describió una convivencia familiar terrible, con palizas desde que era pequeño y un ambiente que definió de la siguiente manera y que todos los medios que siguieron la vista oral lo recogieron de manera textual: «oscura, tenebrosa y lúgubre». Estaba diagnosticado de esquizofrenia paranoide desde 2003 y durante la instrucción se comprobó que había dejado de tomar la medicación. Su hermana también presentaba el mismo diagnóstico, por lo que pronto se dibujó un contexto marcado inexorablemente por la enfermedad mental.

Un jurado popular le declaró culpable en noviembre de 2014 pero reconoció que estaba enajenado, rechazando los argumentos que habían mantenido la Fiscalía y la acusación particular, que defendían penas de 57 y 60 años de cárcel, respectivamente, por tres asesinatos. Días después la sentencia firmada por el magistrado presidente del tribunal lo absolvía de esos delitos en aplicación de la eximente completa por alteración mental, pero ordenaba su internamiento un máximo de 25 años en un centro psiquiátrico. Fuentes penitenciarias consultadas por ABC confirman que actualmente se encuentra recluido en el centro de Sevilla, uno de los dos únicos hospitales penitenciarios que hay en el país. Los restos mortales de sus padres y su hermana descansan en la localidad de Santa María del Berrocal (Ávila), de donde procedían los Briz.

La historia de este parricida es también la historia del fracaso de un sistema incapaz de ayudar a un enfermo mental y prevenir fatales consecuencias. Fuentes judiciales confirman que los padres habían intentado incapacitar a su hijo Luis Miguel con el objetivo de proteger el patrimonio familiar, que ha acabado heredando. Los hermanos del matrimonio, que ejercieron la acusación particular en el juicio, solicitaron una indemnización de 1,5 millones de euros en concepto de indemnización; mientras que el abogado defensor sostuvo que el único interés de esa parte era la herencia, cuyo máximo exponte era la casa del número 10 de la calle San José.

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