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biopic monográfico

Cien minutos para dimensionar la obra maestra de Vicente Ferrer en la India

Imanol Arias, Aída Folch y Alba Flores coprotagonizan esta producción de TVE que llega a su fin. Anna Ferrer, la viuda del «santo de Manmad», ha sido la guía de la cinta para el director Agustín Crespi. Así cuentan el rodaje desde Asia para ABC.es

Cien minutos para dimensionar la obra maestra de Vicente Ferrer en la India fotos: rocío ovalle / eva garrido

ÉRIKA MONTAÑÉS

«Secuencia 14B, toma uno. ¡Rodando!». Al grito de Charlie Lázaro, ayudante de dirección de Agustín Crespi (quien lleva la batuta también de «Cuéntame cómo pasó» o «UCO»), comenzaba en Anantapur la película sobre la vida de Vicente Ferrer el pasado 27 de mayo. En el ecuador del rodaje, el director y varios de los responsables de trasladar a 100 minutos de duración una parte fundamental de la obra del llamado «santo de Manmad» cuentan a ABC.es lo especial que está siendo para todos esta cinta. «No es solo una película más. Todos están involucrados en nuestro trabajo, en la filosofía de acción de Vicente y en los objetivos de la Fundación Vicente Ferrer en esta región del sureste de India», describe emocionada Anne Perry o Anna Ferrer , aquella joven británica de 23 años que realizó una entrevista en 1968 al jesuita catalán y que se quedó prendada a su lado para siempre. Hoy, Anna tiene 66 años y ha puesto «los ojos» a la película, producida por TVE, en colaboración con Ganga Producciones y TV3, y que retratará los 30 últimos años de la vida de Vicente, desde que vuelve por segunda vez a la India después de haber sido expulsado porque las autoridades locales veían en él una seria amenaza para sus intereses personales. Le costará nada menos que una lucha de tres décadas que le concedan la nacionalidad. Pero su obra no se detendrá. Y todavía perdura, incesante.

Vicente Ferrer ( al que da vida Imanol Arias en este «biopic») había embaucado a Agustín Crespi desde hace varios años. Por cómo trató de dar voz a la casta india de los dálits, los llamados intocables, en el distrito de Andhra Pradesh , cómo bregó contra la desertización de una tierra fértil para alimentar a decenas de miles de personas y cómo se afanó en erradicar la pobreza en una de las áreas más marginadas del planeta. Lo ha estudiado de cerca, lo admira y por ello confiesa a este periódico en conversación desde la India durante un receso en el rodaje que está «disfrutando muchísimo» y que a pesar de que encara cada proyecto con los nervios propios del reto al que se enfrenta, en esta ocasión tiene «una extraña tranquilidad», a sabiendas, probablemente, de la enorme acción humana que quiere trasladar al espectador. «Aprendo mucho de su energía, de la importancia mística de su acción, del sentido de sus palabras… Me siento contagiado por su obra», colige.

La envergadura de Vicente y su obra no han podido tampoco con I manol Arias , que ha visto cómo este papel lo transformaba «personalmente». El actor vasco-leonés llevaba tres años conociendo de cerca a su personaje, pero según su viuda, ahora es él. «Le costó coger varios rasgos de Vicente, que era un hombre con una mirada muy especial, una forma de hablar increíble y que expresaba muchísimo sobre todo con las manos. Físicamente ahora son iguales: su barba, su altura, y hasta su mirada se parecen más ahora que antes. Lo ha cogido y conoce muy bien sus gestos. Empieza a ser Vicente incluso cuando no está como Vicente» , dice con acento británico la mujer que preside la Fundación que lleva el nombre de su marido, con quien comparte legado desde su matrimonio contra viento y marea en el setenta.

Anna, la guía espiritual de la cinta

Anna está feliz. «Satisfecha», porque ha participado hasta en la búsqueda de localizaciones y material de Vicente, porque ha variado el guión escrito por Patrick Bucley y David Planell para acercarlo más a la realidad y porque cree que «Vicente disfrutaría mucho» con esta cinta. Lejos queda aquella primera vez que llegaron a una choza a medio construir con el suelo cubierto de barro en Anantapur y cuyo único cartel rezaba «Espera un milagro», lo que a la postre acabó siendo profético para la labor de esta pareja y su ONG en la zona.

Ahora, Anna «se siente algo extraña cuando ve cómo su vida renace en la piel de Aída Folch », la actriz catalana de 26 años protagonista de la nominada a los Goya «El artista y la modelo» que ha mudado en la piel de la esposa de Ferrer. «Es dulce, habla pero no mucho y es muy tranquila como yo», alega Anna, así que el parecido está garantizado. Ella, como lo fue Anna, será una mujer más en Anantapur, aquellas que cuando la pareja aterrizó en Anantapur no tenían ni voz ni voto, eran discriminadas, con una gran tasa de infanticidio, algunas tenían 10 hijos con un embarazo por año, había un elevado índice de aborto selectivo para no tener hijas, no estaban escolarizadas y el analfabetismo era completo, además de convivir con una pobreza desorbitada, nos cuenta Anna.

Hoy, gracias a la labor de la Fundación Vicente Ferrer, son las «alma mater» de la organización de los hogares, manejan las cuentas familiares, se reúnen para abordar cómo administrar mejor el dinero, incluso lo depositan en bancos. «Hablan sobre sus problemas, buscan soluciones y manejan proyectos económicos como tener una vaca y vender la leche, que habría sido impensable cuando Vicente y yo llegamos –reconoce la viuda de Ferrer-. No le dan el dinero a sus maridos y siempre lo utilizan para mejorar el estado y las condiciones de la familia».

El gran proyecto que actualmente tiene entre manos la Fundación Vicente Ferrer es trabajar para acabar con la discriminación que todavía considera a las mujeres ciudadanas de segunda clase y, como querría Vicente, trasladar la acción a más y más pueblos, así que ahora está llevándose a zonas boscosas, pobres, donde viven los tribales en separación de la sociedad actual. Sus niños no van a la escuela todavía y las mujeres tienen que andar entre 10 y 30 kilómetros para acudir al hospital. Tienen una esperanza de vida de 45 años y la marginación todavía es muy evidente. Decía siempre Vicente que «a grandes problemas, grandes soluciones» y que su filosofía de acción tenía que llegar a cuantas más personas fuese posible, porque en los problemas del mundo nadie puede quedar ausente: «O nos salvamos todos, o nos hundimos todos» , era una de sus reflexiones repetidas en alto.

Flores: «Estas mujeres girarían el sistema»

Estas mujeres son luchadoras, van a buscar el agua de los pozos como auténticas jabatas, cuidan de sus hijos... «Son las mujeres más nobles que jamás he conocido. Tienen una entereza y una fuerza admirables. Agradecen cada gesto que tú les haces y es un placer para ellas poder cuidarte. Es increíble cómo te acogen, cómo tienen dos plátanos y te los dan. He aprendido muchísimo al mezclarme con ellas en las aldeas y ver cómo trabajan. Y he aprendido que en nuestro mundo, uno acumula, aquí no». Quien así habla es Alba Flores, la pequeña del clan de artistas españoles, que se ha caracterizado como Shamira , una joven mujer de la casta dálit y que ha encontrado en esta cinta la horma de su zapato.

Crespi: «Me contagia la filosofía de acción de Vicente y su energía»Porque Crespi dio con ella después de leer un reportaje sobre los orígenes indios de la etnia gitana y pensó que era más fácil buscar una intérprete gitana en España que aprendiera hindi que una india que se pusiera a hablar español. «En la prueba ya nos enamoró a todos», dice el director, y ella admite que para el casting se acercó a un restaurante indio, hizo migas con el camarero y al día siguiente parloteaba hindi, «aunque al revisar la prueba con amigos indios, no sabían localizar de dónde procedía su acento», agrega Crespi. Alba Flores e Imanol Arias encarnan a la joven dálit Shamira y a Vicente Ferrer«He puesto el alma en este proyecto, creo que me va a cambiar totalmente el espíritu de la Fundación y también de la gente de aquí, su generosidad y capacidad de ayudar al otro para ayudarme a mí, porque así se sale de cualquier situación extrema. Es un regalo poder experimentarlo, poder sentir este espíritu. Mi ciudad y mi mundo deberían aprender mucho de estas mujeres, tienen un potencial enorme. En Occidente estas mujeres darían un vuelco al sistema», se deshace Alba Flores al otro lado del hilo telefónico.

Los 150 extras indios y españoles, una treintena de actor es nacionales (entre los que se encuentran Carles Canut, como Montalvo, el más estrecho colaborador de Vicente Ferrer y José María Pou , en la piel de un superior de la orden de los jesuitas), los actores indios Jaskaran Santino Brady y Sunny Singh y un equipo técnico compuesto por 25 españoles y 90 indios culminan ya el rodaje inicial en tierras de Anantapur, para trasladarse posteriormente a los estudios más grandes del mundo -los Ramoji- situados 25 kilómetros al sudeste de Hyderabad y unos días finales en Barcelona en aras de recoger algo de «aquel pandillero que robaba leche en la noche de San Juan» y que gozaba, en clara dicotomía, de suma espiritualidad y compromiso desde su juventud, como rememora el director de este prometedor trabajo.

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