Las críticas por el «olvido» del minuto de silencio en Sevilla en el 25 aniversario de la muerte de Paquirri (26-9-1984) se dispararon en todas las direcciones menos en la correcta. Se achacó a una falta de previsión de la presidencia -ese día ocupada por Gabriel Fernández Rey-, a la falta de interés de la empresa Pagés y a la dejadez de los propios maestrantes. Pero la realidad es que la responsabilidad última corrió a cargo de Morante de la Puebla, quien adujo cuestiones supersticiosas («mal bajío») para no querer que se respetase una fecha tan redonda como el cuarto de siglo de la tragedia de Pozoblanco. El presidente incluso había hablado con el jefe de Prensa de la Delegación de Gobierno de la Junta de Andalucía para que lo anunciase por megafonía en el caso de que los toreros, Morante y Sebastián Castella, accediesen. «Se lo comuniqué a los matadores. No hubo unanimidad, y en este caso, al ser mano a mano, quedaban divididas las opiniones. No voy a dar nombres - dice Fernández Rey- para no ahondar en la polémica. La decisión última la tienen los toreros, incluso cuando se trata de otro compañero lo deben proponer ellos. Yo no puedo obligar a nadie». Que pesa más, a la vista de lo acontecido, que el respeto que se debe no sólo a la Historia del Toreo, sino a un hombre que con su sangre y su muerte la engrandeció hace veinticinco años en punto.

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