Palabra de político machista: de «las tetas gordas» a los «morritos de Pajín»

Pero las manifestaciones que traspasan la línea roja de la igualdad «sexista» no son patrimonio de ningún partido. No conocen de izquierdas ni de derechas. Frente al machismo verbal sucede como con los casos de corrupción: se aplica la ley del embudo. Los dirigentes fustigan al adversario cuando dejan en mal lugar a la mujer, pero callan y otorgan cuando quien incurre en este tipo de comportamientos es un compañero de filas. Lo que sigue a continuación es una recopilación de los diez cargos públicos que fueron víctimas de sus propias palabras… machistas:

Ya lo proclamó el diputado de Izquierda Unida Gaspar Llamazares: «La cultura machista es transversal. No tiene clase». Que se lo digan a su camarada Diego Valderas. Una cámara indiscreta grabó al candidato de IU en las elecciones autonómicas del 25 marzo de 2012 comentando, entre risas, «¿Tú sabes que está ahora la de las tetas gordas de delegada de Educación?». Lo dijo en presencia del coordinador general de IU, Cayo Lara, con motivo de una fiesta organizada como cierre de la campaña en Cádiz. La grosera alusión al tamaño y la turgencia de los senos de Blanca Alcántara, delegada de la Junta en Cádiz, del actual vicepresidente de la Junta no recibió ninguna reprimenda de los dirigentes de su formación. No en vano, IU se jugaba (y la consiguió) la llave del gobierno en Andalucía.

Por un mensaje en Twitter, red que suele cargarla el diablo, nos enteramos también de las fantasías de otro correligionario de Valderas sobre la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal. Para criticar su gestión del «caso Bárcenas», el concejal de Recursos Humanos y Comercio del Ayuntamiento de Manilva, Diego Díaz Jiménez, publicaba en su cuenta en esta red social que «esta señora, no malota sexualmente, se olvida que donde aparecen las cuentas, en Suiza…» Hasta la polémica alcaldesa de Manilva, Antonia Muñoz, expulsada de IU y con muchas cuentas pendientes con la justicia por su «singular» gestión municipal, salió a reprenderlo: «Somos concejales y alcaldesa 48 horas al día».

Pero Valderas no es el único miembro que se sienta en el Consejo de Gobierno andaluz que se refiere a la mujer por sus atributos femeninos, siguiendo tópicos anacrónicos. «Trabaja mucho y encima sigue guapa», confesó el consejero de Justicia, Emilio de Llera (PSOE), un fijo de los resbalones verbales, en alusión a la juez instructora delcaso de los ERE fraudulentos, Mercedes Alaya, que tantos quebraderos de cabeza está ocasionando al Ejecutivo de Susana Díaz con la imputación de exaltos cargos. Aunque mostró su respeto por las decisiones judiciales, el consejero en lugar de mejorar su primera apreciación la empeoró al afirmar que es «una mujer muy trabajadora. No sé de donde saca tiempo para estudiar y llevar para adelante no sólo este proceso sino otros más complicados y encima sigue guapa». A la vista del revuelo que armó en las filas del PP, De Llera, fiscal en excedencia, quiso dar marcha atrás puntualizando que hizo su comentario en términos coloquiales, llevado por la amistad y «profundo afecto y admiración» que siente por la magistrada.

La implacable y hierática juez ha recibido numerosos y afilados dardos desde las bancadas socialistas. Tampoco se ha librado de acusaciones de politización y de velados comentarios insidiosos que buscaban desacreditarla. Al ser preguntado por Alaya en un desayuno informativo, el exvicepresidente del Gobierno y cabeza de lista del PSOE al Congreso por Sevilla en las últimas elecciones generales, Alfonso Guerra, contestó que, aunque no conoce a esta juez, sabe que «incluso hay una relación fuerte personal entre la jueza y el actual alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, que eran compañeros y dicen que algún expediente en común tuvieron».

No es la primera vez que el veterano diputado patina al referirse a las mujeres. En 1986 aseguró en una entrevista al desaparecido «Diario 16» que «hay que convivir con la economía sumergida como con algunas mujeres». A la actual Defensora del Pueblo y exalcaldesa de Sevilla, Soledad Becerril, le dedicó otro de sus dardos cuando en 1981 se convirtió en la primera mujer ministra en España tras la Transición por la UCD. Guerra aseguró que Becerril era «Carlos II [llamado también el Hechizado] vestido de Mariquita Pérez».

El primer portavoz del Gobierno de José María Aznar dejó esta perla «sexista» con motivo del décimo octavo aniversario de la Constitución, en 1996: «Si la Constitución hoy fuese una niña, a los dieciocho años le habríanpermitido ponerse de largo, y si fuese un ciudadano habría podido votar». El ex vicepresidente del Gobierno Francisco Álvarez-Cascos tuvo que salir en su defensa ante la dirigente socialista Cristina Alberdi, que pedía su cabeza. Álvarez-Cascos le restó trascendencia al pedirle que «no confunda el sentido de humor con la falta de respeto».

Dentro de las filas populares, dio mucho que hablar el alcalde de León, que desbarró al referirse a Leire Pajín. En 2010 dejó atónitas hasta algunas «miembras» de su partido, que diría la exministra Carmen Calvo, asegurando que la recién nombrada ministra de Sanidad, Igualdad y Política Social «es una chica preparadísima hábil y discreta. Va repartir condones a diestro y siniestro». Agregó que «cada vez que veo esa cara y esos morritos, pienso lo mismo, pero no lo voy a decir». En efecto, no hizo falta que lo dijera. Sus palabras lo retrataron perfectamente. Tuvo que pedir disculpas.

Pero a vulgaridades pocos comentarios ganan al que soltó el diputado andaluz de IU y combativo alcalde de Marinaleda. «Queremos soberanía, ser dignos y que la Europa de los mercaderes se vaya al coño de su puta madre». Con estas palabras pidió durante una asamblea que sus camaradas de IU rechazaran la «represión» que está sufriendo «como nunca» el Sindicato Andaluz de Trabajadores por sus mediáticas movilizaciones. La revolución que promueve con la ocupación de fincas y asaltos a supermercados a la vista está que no ha llegado al léxico, un tanto tabernario. Se agradece el detalle de que no personalizara su soez alusión en ninguna lideresa.

El concejal del Bloque Nacionalista Galego en Cambados (Pontevedra) Xaquín Charlín González no tuvo esa deferencia. En su blog personal definió a la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, como «chochito de oro» porque «gastó 40.000 euros en un ginecólogo». El Ministerio de Presidencia contemplaba en su presupuesto un servicio de revisión ginecológica para las trabajadoras de La Moncloa concedido por 40.000 euros a MD Anderson. La insultante expresión del edil nacionalista, reprobada desde colectivos feministas, forzó su dimisión. «Todo esto se está sacando de quicio, se está desmadrando», confesó para justificar su marcha.

El ex presidente de Extremadura Juan Carlos Rodríguez Ibarra también se permitió una licencia políticamente incorrecta en plena disputa por la Secretaría General del PSOE en febrero de 2012. En una entrevista concedida a RNE, el político socialista criticó que se haya creado «la sensación» de que Carme Chacón no tiene nada que ver con el ex jefe del Gobierno cuando, a su juicio, es «Zapatero con faldas». Huelga decir que él apoyaba a Alfredo Pérez Rubalcaba frente a las aspiraciones frustradas de la exministra de Defensa catalana. Las palabras del ex presidente de Extremadura corrieron como la pólvora en Twitter. Elena Valenciano, quien fuera jefa de la campaña electoral de Rubalcaba, tampoco dejó pasar el desliz de su compañero. En un mensaje mostró su «rechazo absolutamente lo que ha dicho Rodríguez Ibarra sobre Carme Chacón. Ni en broma!!!»

En el PSOE, donde andaban a la zaga en los análisis demoscópicos de las europeas, se han venido arriba con el inapropiado comentario de Arias Cañete. Hasta hacen recuento de los votos que puede costarle su metedura de pata. El exministro, conocido por su apología de los yogures caducados y de las duchas con agua fría, repite en este ranking. Las hemerotecas demuestran que no es la primera vez que su particular desenfado al referirse a la mujer lo convierte en blanco de las críticas de las asociaciones feministas. En octubre de 2000, siendo ministro de Aznar, se descolgó con este símil campestre: «El regadío hay que utilizarlo como a las mujeres, con mucho cuidado, que le pueden perder a uno».