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El «¡Si me queréis, irse!» de Lola Flores cumple 30 años

Casi 5.000 personas se colaron en el templo donde se casaba su hija Lolita y la Faraona creyó que los echaría con su discurso. Nada de eso. Al final, la ceremonia tuvo que ser en un despacho

El «¡Si me queréis, irse!» de Lola Flores cumple 30 años ABC

m. moguer

«¡Si me queréis, irse!» gritó al gentío Lola Flores el 25 de agosto de hace 30 años desde el altar de la iglesia de la Encarnación de Marbella. Excesiva, puro temperamento, la Faraona sentenció: «Maldigo la hora en que elegí este pueblo para celebrar este enlace». La boda de su hija Lolita con Guillermo Furiase fue noticia sonada, pero no por los contrayentes, sino por el jaleo que se armó a su alrededor.

Ese día de agosto estaba previsto que Lolita diera el «sí, quiero» a su entonces novio en el altar de la iglesia de la Encarnación de Marbella. Todo salió al revés. Lolita llegó del brazo de su padrino, Manuel Benítez, «el Cordobés» y escoltada por siete policías nacionales. No era una exageración, sino que tamaño despliegue de seguridad, de hecho se quedó corto.

La gente pensó que el discurso de Lola era parte del espectáculo y aplaudían sus palabras

El templo, que tenía capacidad para 1.200 personas, estaba lleno hasta la bandera. Crónicas de la época cuentan que eran 5.000 los curiosos que se habían metido a cotillear en la boda de la hija mayor de Lola Flores. «Abundaban personas en bañador y con zapatillas de deporte», contaba ABC de Sevilla. El jaleo era insoportable y desde luego no permitía una boda, puesto que la gente se había subido en los bancos e impedía que nadie andase por el templo.

Lolita llegó como pudo al altar y el novio hizo también lo propio. En el camino, entre zarandeos y gritos, con un calor inaguantable, el Cordobés empeoró la situación amagando con deleitar al público con uno de sus famosos «saltos de la rana». El caos era tal que la gente consiguió bajarle los pantalones a uno de los agentes de policía. En ese momento Lola decide intervenir y se sube al altar. Se arranca a voces y contrariada: «Mi hija no se puede casar. Así que si me queréis a mi, marcharse. Si me queréis algo, irse. Hay que sacar a la gente, o no se casa». Su marido, dos pasos atrás, solo acertaba a repetir: «Esto es una vergüenza, es una vergüenza».

La gente tomó la intervención de la Faraona como parte del espectáculo y, lejos de irse, subieron el tono. El cura, viendo que así no habría enlace se llevó a los novios a su despacho y allí, solo ante sus padres y padrinos, Lolita Flores y Guillermo Furiase se casaron «sin más flores que las de su ramo y sin más coro que los gritos de la gente», narraba el enviado especial de ABC. No quedó ahí la crónica de la boda ni los problemas para los Flores.

Un banquete con 1.000 gorrones

Lolita salió de la iglesia por una puerta lateral llorando. Aún quedaba el banquete, que habría de celebrarse en el restaurante libanés Montazah Al Salamiah. En la lista oficial de comensales había 500 nombres, pero allí cenaron esa noche 1.500. Tres veces más gente de la invitada oficialmente se sentó a comer en la boda más bulliciosa que se recuerda en Marbella.

El Cordobés empeoró la situación amagando con un «salto de la rana» en medio de la iglesia

En medio de la cena apareció el padrino, que en la crónica de ese día describen como «en un estado de euforia, con los cabellos alborotados, el rostro bañado en sudor y la mirada ligeramente desviada». Finalmente Lola cogió un micrófono y pidió perdón a sus invitados -y de paso, a 1.000 gorrones que estaban allí cenando- por el espectáculo de la iglesia. Olvidado el mal trago, la madre de la novia y Lolita bailaron unas sevillanas.

Carmen Sevilla, Cari Lapique, Massiel...

La lista de invitados a la boda estaba llena de nombres conocidos, aunque pocos pudieron entrar en el templo y muchos menos ver el enlace en el despacho. Paquita Rico, Massiel, Carmina Ordóñez, Carmen Sevilla, Cari Lapique, La Polaca, Antono el bailarín, Carmen Flores o Pitita Ridruejo son algunos de los que estuvieron con los Flores el día que Lola dejó para el recuerdo la frase de su vida: «¡Si me queréis, irse!».

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