Conferencia de Bernat Soria, científico, «Utilidad terapéutica de las células madre»

Presentación de Bernat Soria

PRESENTAR A UN científico siendo uno escritor, quizás les parezca una temeridad, pero créanme que a los científicos nunca les ha resultado difícil ser grandes humanistas. El problema es más bien al revés, porque a la gente de letras sí que nos cuesta mucho ser apañados en ciencias. Por eso me hace ilusión hacer una reflexión científica en clave literaria para presentarles al profesor Bernat Soria, porque su vocación es renacentista y porque las posibilidades de sus investigaciones participan de la ambición de la ficción.

Hace 300 años las ciencias sociales nacieron al conjuro de la física y la biología, disciplinas científicas que inspiraron metáforas orgánicas y leyes casi mecánicas para interpretar la historia, la economía y la sociedad. ¿Cuánto de nuestro vocabulario contemporáneo proviene de las innovaciones de la informática, de las fuentes de energía y de la investigación microcelular? ¿Y esa innovación es consecuencia de un itinerario cultural o –por el contrario- los procesos culturales son el correlato inexorable de las innovaciones?

El hombre medieval consideraba que su cuerpo era un lastre, una carga y una escoria vil, pero creía firmemente en la resurrección de aquel barro inmortal. El hombre moderno –sin embargo- ama incondicionalmente su cuerpo aunque luego lo mande incinerar, porque tal vez intuye que la única inmortalidad posible es la que atesora la donación de órganos. ¿Por qué ha cambiado nuestra cultura corporal? Porque después de miles de años la ciencia por fin ha conseguido prolongar la vida y retrasar la muerte. Por eso es importante escuchar al profesor Bernat Soria, porque la utilidad terapéutica de las células madre encarna la promesa de una vida mejor para millones de personas en todo el planeta.

La clonación celular podría representar para nuestra era lo mismo que significó en la Edad Media la medición del tiempo, cuando los muros de los monasterios establecieron la frontera entre lo sagrado y lo profano, y el orden divino se expresó a través de la rígida disciplina de las reglas conventuales. Si el caos del siglo era el producto de las erráticas fluctuaciones de la vida secular, al interior de los conventos nada quedó librado al azar o la improvisación. Por el contrario, las campanas sonaban siete veces a lo largo del día, y esas horas canónicas marcaron el ritmo de la vida cotidiana en las ciudades, convertidas a su vez en un reflejo de la naturaleza conventual. El tañido regular de las campanas imprimió una nueva dinámica a las actividades de artesanos y comerciantes, y así la medición del tiempo dio paso al servicio del tiempo, al recuento del tiempo y más tarde al racionamiento e incluso a la abstracción del tiempo, porque una cosa son las ciencias exactas y otra cosa es la exactitud.

En El otoño de la Edad Media el historiador Johan Huizinga nos hablaba del rey Luis XI, monarca de piedad desmesurada y delirante coleccionista de sagradas reliquias, que a mediados del siglo XV rescató de la caída de Constantinopla un trozo de la costilla de Adán, reliquia harto valiosa no sólo por su antigÌedad, sino por todo lo que dieron de sí aquellas partes. ¡Lo que daría Luis XI por esa reliquia! Lo que daría Bernat Soria por un tejido de aquella célula, madre de todas las células madre.

Dije que sería una reflexión científica en clave literaria, porque resulta que lo que antes pasaba por ciencia hoy en día es ficción y viceversa. La ciencia, el progreso, la cultura y la innovación consienten esas paradojas y por eso me complace cederle la palabra a alguien que sin ser escritor, seguro que también se mueve por los trasmundos de lo real maravilloso. Con ustedes, el profesor Bernat Soria.

F.I.C.

Sevilla, 5 de Octubre de 2006

 

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