Mesa redonda con Jaime Rodríguez Sacristán, psiquiatra, sobre «La psicología del Sevillano»

«El sevillano medio no necesita un psiquiatra de forma imperiosa»

Jaime Rodríguez Sacristán ha empleado tres años de trabajo en el estudio y elaboración de su último libro; no en vano, reconoce que era la primera vez que se metía de lleno en una temática tan compleja como la que da título a su obra: «La psicología del sevillano » (Almuzara).

Hoy, a las 20,30 horas, el reconocido psiquiatra interviene en el Aula de Cultura de ABC, en el Hotel Alfonso XIII, en una mesa redonda en la que dará a conocer las claves de su estudio y en el que estará acompañado por los actores de MundoFicción Alfonso Sánchez y Alberto López, que abordarán este asunto desde el punto de vista artístico y del método seguido para la construcción de sus personajes. Y es que explorar en la psicología del sevillano no es cuestión simple, como bien demuestra el resultado de las 500 encuestas que Rodríguez Sacristán ha realizado para medir e identificar dieciocho rasgos fundamentales de la personalidad, que abarcan desde la capacidad de emocionarse hasta la superficialidad. Todo ello le ha servido para establecer cinco tipos generales asociados al sevillano: el tradicional, el tópico, el independiente, el crítico y el raro, cada uno con sus respectivos rasgos más o menos característicos.

Con todo, el psiquiatra advierte que hay otra clase de tipos, «como el capillita, el señorito, el figurón, el listillo… que responden a identificaciones populares que tienden más a infravalorar que otra cosa». Es por eso por lo que considera que «no existe un único arquetipo de sevillano, sino unos que suelen aparecer con más frecuencia que otros». Así, comenta que el perfil del sevillano tradicional «se mantiene, aunque el de los independientes es cada vez mayor; del mismo modo, que los raros siguen y los críticos, que no pasan de un cinco por ciento, están aumentando, aunque no se notan mucho». Jaime Rodríguez Sacristán no oculta su preferencia, como observador especializado, por el sevillano raro, pues «son gente que quiereaSevilla desde un cierto sentido del desencanto. Se distancian del sevillano medio, son singulares, despiertan simpatía, aunque no son figurones; no les gusta las bullas, no son tópicos y se sienten preocupados por el presente yel futuro de la ciudad. Muchos de ellos son poetas, algunos olvidados y solitarios…

En Sevilla es un tipo muy interesante, que no suele darse en otras ciudades». El tópico Lomás socorrido, sobre todo desde el exterior, es recurrir al tópico que, sin embargo, y según reconoce el autor, representa el perfil que «menos se ajusta a la realidad y a lo habitual». No obstante, en su estudio se detiene en el análisis de dos celebraciones muyligadas a la idiosincrasia del sevillano, como son la Semana Santa y la Feria. La primera, para adentrarse en la «afectividad y vida emocional del cofrade», y la segunda para desmenuzar «cómo funciona la dinámica de la caseta».

Curiosidades que inciden, a su vez, en algo que para este psiquiatra resulta una cualidad indiscutible y que no es otra que «la dualidad y la ambivalencia» de la que hace gala el sevillano, sea del tipo que fuere. A la vista de este variopinto panorama, cabría preguntarse si el sevillano, visto en su globalidad, precisa de la supervisión de un psiquiatra. Rodríguez Sacristán se muestra tajante al respecto: «Casi todas las personas, incluidos muchos psiquiatras —bromea—, lo necesitarían. En cualquier caso, el sevillano no es especialmente anómalo desde la perspectiva psiquiátrica. Es más, diría que el sevillano medio no necesita de forma imperiosa un psiquiatra, aunque a todas las personas les viene bien una ayudita en un momento dado».

Tras este estudio, que hace el número veintidós en su particular bibliografía, el autor se halla inmerso en un próximo trabajo que versará sobre la serenidad y la esperanza.

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