Aquilino Duque, escritor, presenta sus memorias «La invención de la pólvora» (Editorial Renacimiento)

El Hotel Alfonso XIII vivió ayer una nueva sesión del Aula de Cultura de ABC, que patrocinan la Real Maestranza de Caballería y el Banco Sabadell. Pero no fue un acto al uso, sino que contó con la presencia de un escritor de la personalidad de Aquilino Duque, quien presentaba su libro de memorias, «La invención de la pólvora» (Editorial Renacimiento), un retrato lúcido de la España que le ha tocado vivir a una persona que con cinco años fue testigo del estallido de la Guerra Civil y que después ha presenciado cómo su país ha evolucionado desde el franquismo a la consolidación de la democracia.

El director del Aula de Cultura de ABC, Francisco Robles, definió este libro como a su propio autor, inclasificable, «con una voz personal, lúcida e intransferible», a la vez que indica que en estas páginas Duque hace unas memorias «llenas de ingenuidad y de inocencia », calificando al mismo tiempo a este escritor sevillano con un segundo adjetivo, inoportunista, por su carácter independiente e insumiso.

Inició su intervención Aquilino Duque recordando sus años de niñez y de adolescencia en Higuera de la Sierra, época que retrató en su libro «El rey mago y su elefante». «Fue un momento feliz en mi vida pese a que algunas personas hablen de esos años como una época terrible en España».

A partir de ahí citó su amistad con algunos escritores que estaban en las antípodas de su pensamiento, como Gabriel Celaya, «que contaba que en vísperas del alzamiento había una convivencia entre intelectuales falangistas, comunistas y republicanos y todos participaban en los mismos actos culturales, algo que continuó en el franquismo, donde los intelectuales nos llevábamos estupendamente, pero en el momento en que cada uno se pudo poner públicamente las etiquetas, todo eso se fue al garete».

Pero sobre todo también mantuvo una gran amistad con Rafael Alberti, que en esa España franquista seguía siendo demonizado por algunos sectores ultraconservadores. Aquilino Duque decía que el poeta de «Marinero en tierra» le enviaba libros suyos desde Argentina. «Yo lo admiraba y tuve con él una relación muy buena aunque tuvimos algún choque en Roma cuando él leyó algunas cosas mías que salieron en Destino». Luego ambos se distanciaron porque «cuando Alberti volvió a España acercarse a él era como acercarse a la Virgen del Rocío custodiada por los almonteños». Y además, el escritor sevillano admitió que el poeta «me estimaba a mí en secreto».

También Duque relató con un gran sentido del humor sus viajes a Checoslovaquia (1963) y a la antigua Unión Soviética (1964), en donde visitó Moscú para realizar un curso: «La gente elogiaba los países del Este y se les ponían los ojos en blanco, pero yo al volver de Rusia fui a Puerto Real y me pareció una maravilla. No tuve ninguna experiencia desagradable en Rusia, pero allí era todo precario».

Por otra parte, el escritor sevillano destacó la gran relación que mantuvo con escritores de exilio, «porque a mí me acogieron maravillosamente. El problema era con mis coetáneos, que tenían un discurso más idiota y querían imponer una realidad que no existía».

Aquilino Duque también habló de su relación con otros escritores como Camilo José Cela, «al que admiraba y era muy divertido, pero él ayudaba a quien quería y a mí me puso una zancadilla para que no me dieran el Cavia y al final se lo dieron a Arrabal». Asimismo, recordó a Fernando Quiñones, del que dijo que «era surrealista y divertidísimo. Fuimos muy amigos y conocí a Cela, Rosales y Muñoz Rojas a través de él».

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